Capítulo 35 - Lynn

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Ese día me costó levantarme más de lo usual, hasta mi propio cuerpo no estaba preparado para lo que estaba a punto de pasar. Era el primer día de clase y ya había cumplido dieciséis años. Sí, era el año en el que la Protagonista llegaba al instituto, y no sabía por qué, pero eso no me provocaba ninguna alegría. Me levanté pesadamente y empecé a prepararme. Mientras me cepillaba mi larga melena, me fue inevitable comparar mi aspecto actual con el que habría tenido en el juego. Ahora tenía el pelo bastante más largo y con más volumen, ya que dejaba que mis ondas danzaran a sus anchas. Hasta parecía que el castaño pelirrojo era más intenso que en el propio juego. Llevaba una blusa de manga corta sin hombros de color azul, unos pantalones oscuros ceñidos con roturas y unas deportivas negras altas. El único detalle que conservaba del juego era el lazo rosa que me regaló mi padre años atrás. Observar mi reflejo tras pintarme los ojos me dio algo de fuerza para pasar el día.

Desayuné con mis padres, que me miraban asombrados, aunque no quise preguntar por qué. Al acabar, recogí mis cosas y me marché. No podía quitarme de la cabeza que ese día conocería a la Protagonista y a la cuarta ruta, tampoco podía distinguir qué clase de sentimientos despertaban en mi. Cogí todo el aire que pude, y me adentré en el Sweet Amoris. Apretaba los puños sin parar, intentando paliar mis nervios. Dios, parecía que el primer día de clase iba a ser el mío con lo boba que estaba. Y eso que no hace tanto que vi a mis amigos, ya que durante los veranos intentamos mantener el contacto como pudimos.

Hace unas semanas fui al cine con las chicas y estuvimos todo el día juntas; de hecho, siempre que quedaba con mis amigos, hacíamos cosas así, ir de compras, ir al cine, pasear... Recuerdo que una vez Nath me obligó a pasar la tarde en su casa, para que me asegurara de que todo iba muy bien allí. Tras negarme no sé cuántas veces, acabé diciendo que sí. La cara de Ámber al verme fue un cuadro, pero a su madre casi le da algo. Por supuesto que se acuerda de quién soy, y sí, me odia a muerte, una suerte que a su hijo parece apreciarlo un poco más que a mi. Me tranquilizó ver que era algo más parecido a un hogar de lo que vi la última vez.

Quedar con Castiel y Lysandro a veces era un poco más complicado, ya que a Castiel cuesta sacarlo de casa y Lysandro tuvo un verano muy inspirador con su música. Tanto, que la mayoría de las veces que les vi fue en los ensayos del grupo. Cada vez sonaban mejor, esperaba que esto les ayudara en su carrera musical, si es lo que deseaban hacer en el futuro.

Entré, como cada año, en la sala de delegados para encontrarme las fichas de los dos alumnos nuevos que llegarían ese día. Ya estaba preparando el papeleo cuando Nath entró por la puerta:

– Buenos días, Mel – me saludó Nath con la amabilidad habitual.

– Buenas, Nath – le contesté con una sonrisa y puse de nuevo mis ojos en el papeleo. Intenté parecer casual al pronunciar – Hoy llegan dos nuevos alumnos.

– ¿Más? Es increíble la cantidad de gente que llega todos los años al instituto – y que lo digas. Cuando iba a firmar unos papeles, Nath coge mi mano y señala mis uñas – ¿No puedes escoger un color? – se burló a ver que tenía una uña de cada color.

– ¿Quieres coartar mi libertad artística? – me quejé de broma, hasta que un pequeño brillo plateado captó mi atención – No puede ser... – me levanto de golpe y le aparto el pelo que le tapaba la oreja – ¡Un piercing!

– Mierda, se me ha olvidado quitármelo antes de entrar al instituto – se quita el piercing a toda prisa, antes de que lo vea alguien más.

– Un piercing y ahora blasfemas. Por Dios, Nathaniel – digo asombrada. Empiezo a abanicarme, como si me faltara aire.

– ¿Te han dicho alguna vez que eres un poco payasa? – pregunta Nath con ironía.

– A menudo, casi siempre por parte de Castiel – confieso, levantando los hombros, quitándole importancia.

Viviendo un isekai en el Sweet Amoris // Corazón de MelónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora