Capítulo 18 - Triángulo amoroso cancelado

1K 169 4
                                    


Después de reunirme con todos mis amigos y demostrarles que me encontraba perfectamente, sin tener que tomarme ningún paquete más de galletas, empezamos a planear cómo remitir los rumores. La gente seguía mirándonos como si fuésemos un cartel luminoso de rebajas, así que teníamos que asegurarnos de que se dejara de hablar del tema rápido. Yo había hecho ya lo mío al desmayarme en medio de clase, pero que mis rescatadores fueran Castiel y Nath no nos ayudaba demasiado. Dividimos el grupo en tres: el grupo uno, compuesto por Kim, Lysandro y Violeta, se encargaría de esconder en el aula de delegados los periódicos que quedaban. El grupo dos, Iris y Rosalya, trataría de desmentir en la medida de lo posible los rumores. Y el grupo tres, Castiel, Nath y servidora, iríamos después de clase al club de periodismo a exigirles que escribieran una rectificación. Si todo salía bien, se olvidarían del tema en unos días, con suerte.

Mientras el grupo uno y dos cumplían su misión, en el grupo tres tratábamos de pasar desapercibidos y escondernos en aulas vacías para que la gente no nos señalara por los pasillos. No es por tirarnos flores, pero estábamos haciendo un gran trabajo. Quitando de la ecuación mi pequeño desmayo, el resto de las clases fueron mucho más tranquilas. Hasta conseguimos que Castiel no increpara a Peggy en cuanto la veía. Cuando acabó la última clase, era nuestro momento.

Sin que nadie nos viera, llegamos con cuidado al club de periodismo, que parecían muy contentos ante el gran recibimiento del último número del periódico:

– Menudo comienzo, Peggy – comentó una chica, creo que era un curso mayor que nosotros – El primer artículo, en portada y con estos resultados.

– Alegraos luego – no sé quién era, pero el tono daba a entender que era el jefecillo de allí – Tenemos que sacar más números, que se han agotado todos – El trabajo del grupo uno era enconmiable, no quedaba un periódico en el instituto.

– Me parece que eso no va a ser posible – dijo Castiel con aire autoritario, abriendo la puerta. Nath y yo le seguimos de cerca.

– Vaya, mis estrellas – comentó Peggy con sorna. Porque estaban Castiel y Nath conmigo, que si no...

– Corta el rollo, Peggy, borrad ese artículo y escribid una rectificación – exigió Nath, en un tono un poco dramático. Creo que se lo estaba pasando demasiado bien.

Oímos risas por todo el club.

– ¿Y quién nos va a obligar? – provocó el jefecillo.

– Yo, por ejemplo – la voz amenazante de Castiel no parecía ninguna broma.

– Esto – Nath se interpuso en el camino de Castiel y le mostró el libro de normas del club al tipo que había hablado – Puedes verlo ¿verdad? Artículo doce "No se permite escribir artículos de índole personal, prensa rosa, chismes o relacionados con asuntos íntimos de los alumnos".

– Ese artículo nunca se ha cumplido – se burló un chico en el fondo del aula.

– Eso no nos impedirá nada – quiso zanjar el jefecillo con soberbia.

– Pues yo creo que sí – intercedí yo con cierta altivez – Habéis podido hacer esos articulillos porque no eran demasiado fuertes, y nadie había dicho nada. Pero si los dos delegados del curso – nos señalé a Nath y a mi – le transmitimos nuestras quejas a la Directora, con el libro de normas en una mano y una copia del periódico en la otra, ¿quieres apostar qué pasaría?

Las caras burlonas y los tonos de soberbia desaparecieron, y fueron sustituidas por miedo. Claro que sabían qué podía pasar, que les podían cerrar el club. El supuesto éxito les había cegado tanto que no habían medido las consecuencias de sus actos.

– Eso no nos importa – siguió hablando Peggy, sin darse cuenta de que teníamos la sartén por el mango.

– No creo que tengamos que llegar a eso – el jefecillo, por el contrario, se había dado cuenta perfectamente.

– Pero... – intentó seguir Peggy, pero el tío le dedicó una mirada que le impidió continuar hablando.

– Borrad el artículo – casi ordenó Nath – y escribid en su lugar que el artículo anterior solo eran una sarta de mentiras. No diremos nada si hacéis eso.

– Para mañana, claro – añadió Castiel, muy satisfecho mostrando su sonrisa de tiburón.

– Sí, claro – concedió Nath.

– Todos queremos que esto se solucione ya ¿verdad? – dije en un tono de inocencia fingida.

Ninguno contestó, solo vi un pequeño asentimiento por parte del jefecillo. Nos fuimos de allí sin despedirnos, pero con una gran sensación de victoria. Cuando nos alejamos lo suficiente del lugar, pegué un pequeño saltito de alegría:

– Ha salido perfecto – digo emocionada.

– Frena, ¿te acuerdas de lo que ha pasado esta mañana en clase, cuerpo de muñeca? – Castiel retenía mis saltitos sujetándome por los hombros. Pongo mueca de fastidio:

– Estoy bien.

– Nosotros también estamos contentos de que todo haya salido bien, de verdad, pero... – Nath parecía intranquilo – lo que te ha pasado esta mañana nos ha asustado mucho a todos, ¿entiendes?

Miro atentamente a mis amigos, viendo que realmente seguían preocupados por mi estado. Si me pongo a pensarlo seriamente, si viera a alguno de ellos pasar por lo que me ha pasado a mi me preocuparía muchísimo. Asiento, para hacerles entender que comprendía la gravedad de la situación:

– La verdad es que lo del periódico ha dejado de ser importante en el momento en el que te has desmayado... – Castiel evitaba mirarme a los ojos, probablemente avergonzado de estar diciendo en voz alta sus verdaderos sentimientos.

– De verdad, me encuentro bien – intento imitar el tono tranquilizador de Lysandro, pero no creo que le esté haciendo justicia.

– Te sale fatal – y Castiel vuelve a la carga para meterse conmigo.

– Hago lo que puedo – me encojo de hombros. Les sonrío para intentar calmar sus preocupaciones – Venga, vamos a contarles a todos lo bien que ha salido todo.

Me coloco detrás de ellos y empiezo a empujarles para que caminen hacia delante. Oigo las quejas de Castiel, pero le ignoro.

– Qué contenta te pone dejar de estar dentro de un triángulo amoroso con nosotros, ¿debo ofenderme? – el tono cómico y de falso enfado era algo que Nath estaba intentando perfeccionar. Cada vez lo hacía mejor.

– No lo sabes tú bien. Además, ya tendréis suficientes emociones dentro de unos años.

Solo al ver las caras confundidas de Castiel y Nath me doy cuenta de que he hablado de más.

– ¿Qué dices? – pregunta Castiel.

– ¿De qué estás hablando? – sigue Nath.

– Eh... – desvío la mirada y apresuro mis pasos – La adolescencia y esas cosas, nada más.

Noto que no les convence para nada mi contestación. Mi caminata se convierte en una carrera:

– Ya lo entenderéis – consigo decirles, sin parar en ningún momento.

Ambos empiezan a correr tras de mí, lo que hace que acelere aún más.

– ¡Espera! – oigo quejarse a Castiel demasiado cerca de mi.

– No deberías correr así... – la voz de Nath sonaba algo cansada.

Giro brevemente la cabeza para mirarles, mientras sonrío sin remedio, y sigo corriendo. No podía explicarles que dentro de unos años llegaría una chica que pondría patas arriba este instituto, y posiblemente también sus corazones. Aún eran jóvenes para saber lo que era el amor, pero desde luego que lo sabrían tarde o temprano, y yo podría verlo de cerca. Me emociona un poco pensar en que podré vivir los eventos de mi juego favorito en mis propias carnes, con algún que otro cambio. Pero, por ahora, tendré que disfrutar de su compañía hasta ese momento.

Viviendo un isekai en el Sweet Amoris // Corazón de MelónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora