⚛Capítulo 20 ⚛

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Fabia si había cumplido con lo que dijo el día anterior, cuando llegué al instituto la vi parada junto a la puerta con un casco de fútbol americano en sus manos.

—¿Qué carajos haces con eso? —pregunté mientras ella intentaba ponérmelo —no, deja, no me pongas eso.

Lo logró... logró ponerme el jodido casco.

—Solo te estoy protegiendo de algún golpe, yo aún no me trago eso del "Donovan buena gente". —se burlaba de mi —Quien sabe si solo te ayudó para que bajaras más la guardia y así luego pasarte el auto por encima.

En mi intento de sacarme el casco giré un poco mi cuerpo, como mi vista estaba puesta en el suelo pude ver fácilmente un par de tenis negros casi rozando la punta de mis zapatos.

—¿Qué haces con un casco de fútbol americano? que yo sepa en este instituto no practican ese deporte. —me sorprendió oír su voz por lo que rápidamente levanté la cabeza sin sacarme el casco.

—¡Mierda!

Cuando logré enfocar su rostro Alan tenía una mano cubriendo su nariz y de esta empezaba a caer un fino hilillo de sangre.

Joder, el golpe había sido fuerte.

—Lo siento mucho. —mencionaba a la vez que por fin me quitaba el casco, tomé un pañuelo de mi bolso para llevarlo a su nariz y evitar que manchara sus manos y franela.

—Estoy bien, no fue nada.

Sí, sí fue, su mueca dolorida decía lo contrario. Lo tomé del brazo y despidiéndome de mi prima lo llevé a ese lugar que yo conocía perfectamente. La enfermería.

Sara, quien en el momento en que entramos estaba revisando su teléfono, se levantó de su silla y caminó hasta nosotros con una mirada nada bonita y los brazos en jarra.

—¿Qué? No me veas así que al menos esta vez no soy yo la que tiene una hemorragia nasal. —me defendí mientras llevaba a Alan quien veía hacia arriba para evitar derramar más sangre.

Sara lo tomó del brazo y caminó con él hasta el baño, preferí dejarle hacer su trabajo tranquila por lo que me senté en la camilla a esperar que salieran de ese pequeño espacio.

Oí como ella le daba las indicaciones sobre cómo parar el sangrado y por el silencio de él supuse que las estaba siguiendo al pie de la letra.

Luego de unos cuantos minutos ambos salieron, le hizo una seña a mi amigo de que tomara lugar en la camilla por lo que yo me bajé para dejarle el espacio.

La enfermera se acercó a nosotros con un pequeño envase lleno de toallitas húmedas y me indicó que le limpiara las manchas de sangre que estaban en su barbilla mientras ella buscaba una pastilla para el dolor.

Con delicadeza tomé su rostro con una mano y con la otra empecé a limpiarlo, tenía sus ojos verdes clavados en mi pero a diferencia de las veces pasadas ya no me incomodaba que me viese por mucho tiempo.

—Si tu vas a ser mi enfermera personal entonces dame todos los golpes que quieras. —intentó reírse pero una mueca de dolor atravesó su rostro por lo que desistió de esa idea.

Ya me quedaba más que claro que este chico ni en sus peores momentos dejaría de ser tan pícaro.

Terminé de limpiar su barbilla al mismo tiempo que Sara llegó a mí lado, le hizo ver hacia arriba y empezó a palpar el puente de su nariz.

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