Capítulo 2 (Parte 2)

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El interior de la casa, tal y como había dicho Carlos, apenas tenía lo básico. Los baños y la cocina estaban totalmente amueblados, pero aparte de aquello y los armarios empotrados, tan solo había una mesa en el comedor con unas cuantas sillas y algo que sorprendió gratamente a Jacky: un piano. Cuando el representante vio la cara de emoción de la pelirroja y cómo salió a la carrera hacia el instrumento, no pudo evitar soltar una pequeña risotada.

─Sé que traes tu teclado, pero cuando tu padre se enteró de que os mudabais a León me pidió que te trajera esto. Espero que lo disfrutes.

─¡Lo echaba de menos! ─Se apoyó con suavidad sobre el negro piano, acariciándolo con las manos mientras sonreía, con los ojos cerrados─. El teclado me gusta, pero donde está el sonido del piano… ─Cuando Jacky sintió las miradas de todos sobre ella, frunció graciosamente el ceño─. No es mi culpa que mi padre me metiera a clases de piano de pequeña. Recriminárselo a él, a mí dejadme feliz con mi música.

─Os he dejado sobre la mesa un plano de la ciudad para que os orientéis los primeros días. Con el GPS no deberíais tener problemas para llegar al centro, pero una vez allí el plano os vendrá mejor que los móviles.

─Creo que Toni y yo iremos a por los muebles ─dijo Ed, recolocándose las gafas tranquilamente─. Sacamos las cosas del maletero, echamos para adelante los asientos traseros y podremos cargar con unas cuantas cosas, ¿no?

─Yo me puedo encargar de hacer la compra. ─Rina no tardó en agarrarse al brazo de Ed, zalamera, lo que hizo que él sonriera de medio lado. Al menos, hasta que encontrara lugares donde divertirse, tendría la compañía de aquella morena. Desde que Jacky y Toni habían comenzado a salir era la única a la que tenía siempre a mano─. Te traeré algo rico.

─Me parece perfecto ─sonrió él, dejando que la muchacha besara su mejilla antes de marcharse a seguir cotilleando la casa en compañía de Carlos.

─Yo que tú me andaría con cuidado, ligón ─dijo Jacky a su espalda. Aquello le hizo gracia. ¿Es que ahora que ya no se fijaba en ella iba a ponerse celosa?

─No te preocupes por mí. Solo es sexo entre compañeros. No…

─Te recuerdo que Katy no es como yo ─cortó la pelirroja, alzando un poco la voz para imponerse a la suya. Ed se giró para mirarla, enarcando una ceja─. Escucha, conmigo todo iba guay porque pensábamos lo mismo: estábamos solos, nos lo pasábamos muy bien en la cama y ninguno quería ir más allá.

─Y con Rina es igual. Yo no quiero ir más allá.

─Ya, pero… ¿y ella? Mira, cada persona es un mundo, Ed, hazme caso. Rina está siempre encima de ti, es muy insistente. Yo que tú me andaría con ojo, porque quizá tú no estás en ese punto, pero puedes estar haciéndole daño. 

─Bah, tía, eres una paranoica. Que no pasa nada. ─Le dio un amigable azote en una nalga a la vez que sonreía─. Confía en mí.

─Está bien, pero yo paso de comerme los berrinches de nadie. Si se lía, te las apañas solito, guapo. Al final tu mini Ed nos va a dar más de un disgusto. ─El muchacho no pudo evitar reír por lo bajo, cubriéndose la boca con la mano. Por mucho que se hiciera la dura, era consciente de que su compañera no dudaría en ayudarle si de verdad la cosa llegaba a torcerse. Jacky era así.

─Así que tú eres la famosa Leah. ─El fin de semana había pasado más rápido de lo que esperaban y el lunes había amanecido más frío de lo que pensaban. Joel había avisado a su novia de su llegada a la ciudad, pero hasta aquel día no había podido quedar con ella para verla y presentarle, por fin, al resto de sus compañeros. La única que estaba levantada ya a aquellas horas de la mañana era Jacqueline, que había decidido aprovechar el tamaño del comedor para, antes de que todos se levantaran, poder hacer algo de ejercicio y mantener su línea.

─Tanto como famosa… ─La muchacha rio tímida, escudándose un poco el Joel, que sonreía más feliz que nunca. Vistos juntos, pensó la pelirroja, estaba hechos el uno para el otro. Los dos desprendían esa inocencia que siempre había caracterizado al guitarrista, lo cual le pareció adorable. Leah tenía un precioso pelo negro, largo y liso como una tabla, y unos preciosos ojos azules, ocultos tras unas grandes gafas de pasta. Era alta, más que ella incluso, y delgada como un junco. Era, desde luego, perfecta para su compañero.

─¡Uy! No sabes lo pesado que se pone aquí don moñas cuando habla de ti. Puede estar horas así.

─Bueno… es que la echo siempre de menos. ─La sincera sonrisa del muchacho hizo que Jacky soltara un quejido antes de cogerle del cuello y abrazarle contra ella, para chincharle, hundiéndole la cabeza en su pecho.

─¡Ay, pero qué mono eres cuando dices esas moñadas! 

─¡J-Jacky! ─Escuchó reír a la muchacha, mucho más relajada, y le dedicó una sonrisa, soltando a su compañero, que suspiró algo avergonzado.

─Anda, ¿por qué no vas a por algo de desayunar para los tres? Creo que Katy trajo napolitanas y un porrón de zumos. Así conozco un poco más a Leah. ¿Te parece, linda?

─¡Claro! ─Asintió ella, tomándose la libertad de sentarse en una de las sillas tras dejar el abrigo en uno de los percheros. Joel asintió sin pensárselo y corrió hacia la cocina, dejando allí a las dos muchachas. Leah se giró entonces hacia ella, juntando las manos sobre la mesa y reclinándose un poco hacia delante─. Jacky… ¿Podríamos hablar un momento a solas, por favor? ─Enarcó ambas cejas, en silencio, antes de asentir. Sus miradas se sostuvieron durante unos instantes, lo suficientes como para que la pelirroja comprendiera por qué quería hablar precisamente con ella. Podía ver como enredaba los dedos nerviosamente, como sus mejillas se sonrojaban ante la idea de tocar un tema incómodo y como apretaba un poco los dientes. Cogió la silla y la acercó hasta la de la morena, sentándose y posando una de sus manos sobre las de ella. A diferencia de las suyas, las de Leah estaban heladas, posiblemente por el frío de la calle. Las apretó con ternura y con la otra mano la tomó de la barbilla, obligándola a mirarla a los ojos.

─Confía en mí. 

The Black RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora