Capítulo 6 (Parte 4)

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Anne no tardó mucho en salir corriendo hacia su habitación para cambiarse. Aunque Ed ya la había visto en pijama, no quería comer en la misma mesa que su cantante favorito de aquella guisa. Sheila no pudo evitar reír al verla salir corriendo; iba a tardar un buen rato en considerar que estaría perfecta. Aprovechó entonces la ausencia de la niña para entrar en la cocina, donde Ed terminaba de guardar algunos ingredientes en la nevera, dejando fuera los que iba a utilizar de inmediato.

─Siento el abordaje de mi hija. Si lo hubiera sabido la habría enviado a casa de alguna amiga ─dijo ella, apoyándose un poco en la encimera mientras le miraba. Estaba guapísimo con aquella camiseta que se ceñía a su cuerpo y aquellos pantalones que remarcaban su prieto trasero. Y por un momento se sintió afortunada de poder disfrutar de él de manera que muchas muchachas, y mujeres, desearían hacerlo.

─No te preocupes, cabía esa posibilidad. Tú siempre me dijiste que eras madre, así que ha sido un despiste mío. ─Él sonrió, seductor, y ella no pudo reprimir una pequeña risita─. Se parece mucho a ti. Seguro que es una comida entretenida.

─No sé yo si pensarás lo mismo cuando acabe la comida. ─Rio ella, arqueando una ceja.

─Bueno, si no es así y se hace una comida insoportable..., ─Se acercó a ella, tomándola de las nalgas y alzándola para sentarla en la encimera, aprovechando los nuevos momentos de intimidad. Se coló entre sus piernas y acercó sus labios a los de ella, tentador─, siempre puedo pedirte que me compenses, ¿no?

─Tienes un morro que te lo pisas, yogurín ─contestó entre risas ella, terminando de recortar el diminuto espacio que separaba sus labios de los de Ed y besándole despacio, sin prisa alguna. Alzó los brazos para rodearle el cuello mientras con las piernas le acercaba hacia ella. No podía negar que el muchacho despertaba algo en ella, algo que hacía mucho que permanecía dormido, y por lo visto parecía suceder también al revés.

─Vamos ─dijo Ed al separar sus labios, dándole un tierno y corto beso antes de apartarse del todo y coger un paño de cocina de la encimera, agarrándoselo al pantalón─. Aún tengo que haceros la comida y me va a llevar un rato.

Cuando se sentaron a la mesa, Edward les sirvió de primero un caldo de pollo y verduras hecho por él mismo, asegurando que de segundo les esperaban unos deliciosos filet mignon con salsa de champiñones. Cuando Sheila probó la sopa se quedó maravillada: nunca había probado algo tan rico. Alzó la mirada hacia él, interrogante, y le vio sonreír con superioridad mientras sostenía su mirada, como si tan solo con aquello hubiera comprendido su pregunta.

─Estudié cocina en una prestigiosa escuela de la capital. En verdad siempre quise ser chef y cocinar en un buen restaurante.

─¿No querías ser cantante? Jo, lo que nos habríamos perdido ─dijo Anne, ganándose un pellizco bajo la mesa por parte de su madre─. ¡Au, ma! ─Pero Ed, lejos de sentirse incómodo, se puso a reír por lo bajo, encogiéndose de hombros.

─Lo del grupo me pilló desprevenido. Jacky me arrastró hace ya unos cuantos años a ello. Decía que le gustaba mi voz y que sería un perfecto vocalista para un grupo de rock.

─Jo, Jacky sí que sabe. ─Asintió Anne firmemente, provocando que Sheila sonriera.

─Sí, tuvo buen ojo. Pronto el grupo se consolidó y, aunque empezamos en pequeños bares que ambos solíamos frecuentar, al final acabamos tocando en salas más grande y, cuando quisimos darnos cuenta, firmábamos nuestro primer contrato discográfico. ─Sheila pudo ver un pequeño destello de nostalgia en su mirada, y aquello la hizo sonreír. Sí, posiblemente aquel chico quisiera ser chef, pero desde luego no parecía nada a disgusto con su vida.

─Oye, oye, ¿y ligáis mucho? ¿Salís con muchas fans? ¿Yo podía ser una?

─¡Anne! ─la advirtió su madre.

─Jo, ma, me dijiste que podía preguntar cosas y yo pregunto.

─Tranquila, Sheila, que pregunte cuanto quiera ─dijo él, mirando luego a la muchacha─. No solemos hacerlo. A todos nos gusta separar nuestra vida privada de la pública, sobre todo por las repercusiones que esta última puede tener.

─Pero Joel tiene novia, y tú has venido a echar un polvete con mi ma ─dijo, sonriendo pilla, lo que pilló totalmente desprevenida a Sheila, que comenzó a toser al casi atragantarse con la sopa. Aquello pareció divertir a Ed, que empezó a reír sonoramente, aunque la policía no sabía si reía de verdad por la gracia, o porque le había pillado también desprevenido.

─Bueno, Leah y Joel creo que se conocían de antes. Desde luego no la conoció por el grupo, vaya. Y sabe bien a lo que se atiene, y más ahora que ya ha salido a la vista públicamente ─contestó Ed, algo más calmado─. Y yo... bueno, conocí a tu madre fuera de mi papel de cantante.

─Ella no se sabe tus canciones. ─Negó Anne, chasqueando la lengua, como si estuviera ofendida por ello, lo que hizo que se ganara un nuevo pellizco de su madre, aunque con ese se echó a reír.

─He de confesar que no, no escucho mucho vuestros discos, salvo cuando Anne los pone a todo trapo en su cuarto o en el coche. De todos modos tampoco es que tengamos nada serio.

─¿Entonces no te tengo que llamar pa segundo ni nada así?

─Anne, te estás ganando un castigo por ser tan descarada. ¿No ves que puedes ofenderle? ─Suspiró Sheila. Lo peor era que Ed parecía divertirse con aquello mucho más de lo que habría esperado.

─Jope, es que quiero saberlo. Cuando pa se viene a verme con sus novias también se lo pregunto. Pero ellas siempre me miran como si fuera un fantasma ─dijo, dejando escapar un suspiro, como si por un momento se hubiera sentido una especie de carga para su padre. Ed y Sheila se miraron durante dos intensos segundos, y antes de que la mujer pudiera decir algo para animar a su hija, fue Ed quien se adelantó.

─Pues allá ellas. Dime, Anne, ¿te gustaría que mañana viniera a buscaros a tu madre y a ti y os llevara a conocer al resto del grupo? ─La cara de la muchacha pasó de estupefacción a intensa alegría en cuestión de segundos, levantándose de golpe de la silla y lanzándose con tanta fuerza contra Edward que casi lo tiró de la silla.

─¡Si, si, si! ─exclamó, besando las mejillas del cantante efusivamente, como si en aquello le fuera la vida─. ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Podré conocer a Joel! ¡Y... y pedirle a Jacky que me maquille como ella! ¡Y... y... Ay! ¡¿Qué me pongo, ma?!

─Ed, no tienes que hacerlo si no...

─Ya me lo compensarás ─dijo él, guiñándole el ojo. Y no hizo falta más para que Sheila comprendiera que iba a tener que pasar mucho más tiempo del esperado con aquel fogoso y divertido joven.

The Black RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora