Capítulo 10 (Parte 4)

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Cuando llegó por fin al parking del hospital, Sheila ya la esperaba apoyada en el capó de su coche, con los brazos cruzados y mirando al cielo distraída. Se detuvo a observarla un instante y sonrió ampliamente. Era una mujer preciosa, pero estaba segura de que no era eso lo que conseguía que la atención recayera sobre ella cada vez que entraba a algún lugar plagado de gente. Había algo en la policía que la hacía diferente a la gente que había conocido hasta el momento. Era segura de sí misma, confiaba en sus habilidades y eso hacía que pisara fuerte por donde pasara. Su actitud fue la que llamó su atención el día del concierto, y seguro que era lo que consiguió que Ed se fijara en ella. A su lado se sentía segura y protegida. Incluso con aquella pose tan distraída y despreocupada seguía estando rodeada por esa aura tan intensa. Sheila debió sentirse observada, porque al momento bajó la cabeza, dirigiendo la mirada ─oculta tras unas modernas gafas de sol que le sentaban de muerte─ hacia ella. En sus labios se dibujó una sonrisa y alzó la mano para llamarla. Leah sonrió a su vez y retomó el paso, mucho más rápido, para llegar a su lado cuanto antes.

─¡Buenos días, Sheila! ─exclamó al verla, feliz, lanzándose a sus brazos como una chiquilla. La escuchó reír en cuanto la tuvo entre sus brazos, sintiendo como la apretaba contra su pecho maternalmente.

─Morenita, no tenías que haber bajado sin cambiarte, ¿eh? Que podía haber esperado un poco más ─dijo en cuanto se separaron. Por un momento se había olvidado de que, tal y como decía la policía, no se había cambiado de ropa.

─Es que... ─comenzó a decir, rascándose la nuca. No quería ir quejándose de las cosas, pero tampoco le gustaba mentir─. Ha sido una tontería, la verdad. Unas compañeras a las que no debo caer muy bien me quitaron mis cosas. Pero no te preocupes, tampoco ha sido una gran pérdida. ─Vio cambiar la expresión de Sheila a una más seria. Incluso frunció el ceño ligeramente.

─Leah, ¿te están tratando mal en el hospital? Porque el acoso laboral es un delito y...

─Sheila, solo son tonterías, ¿vale? ─Negó, tomándola de las manos y sonriendo ampliamente. No quería que se metiera en líos y mucho menos por una tontería suya. Era algo que ya solucionaría─. Es lo mismo que cuando en el colegio me quitaban los bolígrafos porque les parecían bonitos. No me gustaba, pero tampoco había que montar un drama por ello.

─Leah...

─Sheila, de verdad, da igual ─la cortó antes de que pudiera seguir─. ¿Por qué no vamos a buscar a Patri? He quedado con ella en la cafetería que hay cerca de su casa para desayunar y que nos cuente cómo le fue la cita.

Durante un segundo ninguna habló. Sheila seguía mirándola con expresión dura, como una madre que lucha internamente por dar un abrazo a su hija o ir a gritarle las cuarenta a una maestra. Supuso que su reacción era normal teniendo en cuenta que tenía una hija en el instituto. Pero al final suspiró y asintió, dejando el asunto por imposible.

─Anda, dame las llaves de tu coche que con esas zapatillas no vas a poder conducir bien.

─¿Y el tuyo? ¿No lo has traído? ─preguntó Leah, sacando las llaves del coche del bolso y lanzándoselas a Sheila, que las cogió al vuelo a la vez que sonreía.

─Que va, vine en bus. Fui con Anne andando hasta su instituto y luego lo cogí hasta aquí. Total, sabiendo que tenías el tuyo, ¿para qué iba a traer otro más? ─Las dos entraron en el coche y, tras sentarse en el asiento del copiloto, dejó escapar un suspiro de alivio. Al menos en casa podría olvidarse de todo ese tema.

─También es verdad. ─Asintió, sacando el teléfono del bolso para mirar si tenía nuevos mensajes. Le dio volumen y abrió el whatsapp, donde ya tenía varios mensajes de Patricia preguntando dónde se habían metido porque, según decía, su chino interior no dejaba de rugir, y otro de Joel preguntando si esa tarde podía pasar a verla. Eso la alegró mucho más, y no tardó en contestar a su novio que sí, que se pasara a la hora que quisiera.

El desayuno con Patricia y Sheila fue muy divertido. La doctora estaba feliz, radiante después de la cita tan perfecta ─según les había contado─ que había tenido con el guardia. Por lo visto los dos tenían miedo de que la cosa saliera mal, una porque creía que no iba a gustar físicamente al guardia pese a haber salido ya con él varias veces, y el otro porque creía que no era tan interesante y divertido como para llamar la atención de Patricia. Menos mal, pensó Leah, que al final los dos habían decidido enfrentarse a esos miedos y responder así las preguntas que tanto los atormentaba. Y la cosa, por lo que estaba viendo, había salido a las mil maravillas. Se alegraba mucho por Patricia: no conocía a nadie que se mereciera más que ella una bonita historia de amor.

─¿Sabéis lo delicioso que es lamer chocolate de sus abdominales? ¡Joder, me pasaría el día haciéndolo! ─soltó Patricia de repente. Sheila comenzó a reír a carcajadas mientras que ella casi se atraganta con el zumo de naranja de la impresión. Con Jacky cerca debería estar acostumbrada a que la gente hablara de sexo con tanta libertad, pero aún le resultaba algo incómodo.

─La nata se quita mejor y pringa menos, te lo aseguro ─añadió Sheila. Se giró hacia ella, con los ojos como platos. ¿Es que hacía esas cosas con Ed? La policía, que le devolvió la mirada, pareció leer sus pensamientos, porque asintió con una pícara sonrisa.

─¡Ostras, tengo que probarlo! ─Asintió la doctora─. ¿Y tú? ¿Le haces alguna de esas al palito de regaliz?

─¿Q-qué? ─Notó las mejillas arder. ¿Cómo iba a contar algo así? Además, ellos solo... No, no, no, no, Joel y ella no llegaban a hacer esas cosas. Eran más... ¿típicos?

─¡No me digas que no haces nada con él! ─exclamó Patri de repente, casi gritando, lo que hizo que tanto Sheila como ella chistaran para que bajase la voz─. Perdón, perdón. Es que no sé, me cuesta creerlo.

─Patri, cada pareja es un mundo y la sexualidad depende de los dos.

─Ya, joder, pero hay que experimentar. ¡Es lo divertido del sexo! ─Leah estaba cada vez más roja. ¿No les daba corte hablar del tema como si tal cosa? ¿Ni siquiera estando en un sitio público?

─Déjalo y cambiemos de tema. Creo que Leah se siente un poco incómoda. ─Agradeció el gesto de Sheila y sonrió, aunque una parte de ella había despertado su curiosidad. ¿Era posible que a Joel le gustaran otras cosas y no lo hubiera dicho por respeto a ella? ¿Ella también podía descubrir cosas nuevas con las que disfrutar a su lado? Quizá algún día tendría que guardarse la vergüenza y pedir consejos serios a las personas de confianza que más sabían del tema: Jacky y Sheila. 

The Black RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora