Capítulo 9 (Parte 2)

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Lo bueno de que León fuera una ciudad pequeña, era que en poco tiempo podías ir de una punta a otra de la ciudad, así que en poco más de quince minutos, y debido a que el taxi tuvo que callejear un poco, Sheila se detuvo a pocos metros del portal donde su ex marido hablaba animadamente con uno de los reporteros. El cámara, con la réflex al cuello, reía alegremente mientras el otro fumaba un cigarro, hablando sin parar. La atmósfera entre los tres hombres era bastante distendida, lo que la preocupó aún más. ¿Y si había contado alguna cosa vergonzosa?

─¡Venga ya! Nos tomas el pelo, tío ─dijo el reportero, dando una nueva calada al cigarro mientras miraba fijamente al marine, casi embelesado.

─¡Que sí, que sí! ─dijo George, cruzándose de brazos y apoyándose contra la pared lateral del portal─. Cogió al tío de la camiseta, se acercó a él con una mirada que espero que nunca me lance y le dijo: como vuelvas a tocarme un solo pelo, me aseguraré de que no puedas andar en un mes. En ese momento supe que era la mujer de mi vida.

─Jajajajaja joder, colega, qué gustos más raros tienes ─agregó el cámara, cruzándose de brazos─. Vamos, que mejor tenemos cuidado, ¿no?

─¿Se puede saber qué pasa? ─Los tres se giraron de golpe al escucharla. Su expresión no debía de ser muy tranquilizadora, porque los dos reporteros se apartaron de golpe y se alejaron unos pasos, sin saber muy bien qué hacer en esa situación. ¿Qué diablos les había contado su ex marido?

─¡Ey, morenaza! Llevo como una hora y pico llamándote al móvil. Menos mal que estos tíos tan majos me han hecho compañía.

─¿Y tú qué haces hablando con la prensa? ¿Estás loco?

─Va, Shei, que solo me preguntaron que a quién esperaba, y cuando le dije que a ti me pidieron hacerme una foto. Pensé en decir que no, pero como no me cogías el teléfono y me aburría dije: ¡ostia! Puede ser divertido. Luego hemos estado hablando un rato.

─Señora, le prometemos que no publicaremos nada de lo que ha contado ─dijo de pronto el periodista, lo que hizo que la mujer se girara de golpe hacia él, frunciendo el ceño.

─Más os vale, porque yo no doy permiso para ello. Y si sale en algún programa, red social o revista sabré que habéis sido vosotros, y ¿sabéis? Difundir fotografías o cualquier dato de la vida privada de alguien sin consentimiento es un delito. Quedáis avisados. ─Tan seria como estaba, se giró hacia George, sacando las llaves de la cazadora y abriendo el portal─. Y tú, vamos arriba.

─Vaaaaale. ─El marine se giró hacia los reporteros, alzando la mano─. Ha sido un placer. Gracias por la compañía. Y tranquilos, ladra mucho pero luego...

─¡George!

─Que sííííííí. ─El hombre rodó los ojos hasta ponerlos en blanco y, tras sonreír a los reporteros, entró en el portal, subiendo los escalones tras su ex mujer─. No sabía yo que habías encontrado un caprichito tan jugoso. ¿Desde cuándo os veis? Porque la última vez que vine tú y yo...

─Hola George, yo también me alegro de verte. ¿Y el trabajo? ─preguntó, irónica, ya que eso de que indagara tan de golpe en una relación que no sabía ni siquiera si lo era le resultaba un poco irritante.

─Va, Sheila, que no te voy a juzgar. Ya ves tú cómo me salen a mí las historias. ─La mujer suspiró, asintiendo firmemente y encendiendo la luz del rellano.

─Yo qué sé, como un mes o dos, no llevo la cuenta ─contestó una vez llegó a la puerta de la casa, abriéndola y pasando al interior mientras miraba hacia el suelo. ¿Por qué le molestaba pensar en catalogar lo que había entre ellos?─. Tampoco es que sea nada serio, no sé.

─¿Entonces por qué lo habéis hecho público? Si no es serio no tienes que preocuparte, y esa cara no es de alguien que no se preocupa. ¿Es que acaso...? ─Tiró las llaves sobre la mesa y colgó la cazadora en el perchero mientras George cerraba la puerta. Durante toda la semana había evitado pensar en aquello todo lo posible, e incluso se había negado a llamar a Ed pese a saber que debería haber hablado con él. Pero... ¿qué iba a decir? Sabía la razón por la que se había publicado la foto, y pese a que la acción de por sí le pareció rastrera, podía llegar a entenderlo. Sin embargo no se había detenido en pensar cómo se sentía ella misma. Quizá porque tampoco había tenido nadie con quien hablarlo.

─En primer lugar yo no publiqué nada, ni él tampoco. Una de sus compañeras nos vio, se celó y tras hacer la foto la subió a twitter. El resto ya lo sabes. ─Se encogió de hombros, dejándose caer en el sofá y quitándose el calzado, que cual dejó al lado de la mesita. Su ex marido, tras hacer lo mismo, se sentó a su lado, rodeando los hombros de la mujer con el brazo y atrayéndola hacia él. Sheila se recostó sobre su pecho, cerrando los ojos─. A ver, no hemos hablado sobre ello en ningún momento, se suponía que era tan solo una diversión. Vale que él es conocido y eso, pero tampoco creo que por serlo tenga que meterse a monje, ya me entiendes.

─Sí, te entiendo ─asintió, acariciando su cabello suavemente con los dedos─, pero también te conozco, morena. Lo bueno de ser tu ex es que he vivido años contigo y me conozco tus caras. ¿Ese tío te gusta? Es decir, no solo para echar un polvo, sino...

─Sé a lo que te refieres ─lo cortó ella, suspirando─, y si te soy sincera no lo sé. La primera vez que nos vimos fue divertido, una noche loca, y pensé que después de eso no le vería más que en la televisión o en los pósters de Anne, pero luego la cosa se complicó, acabamos viéndonos más veces y... No sé cómo explicarlo.

─¿Sabes? Recuerdo cuando nos conocimos ─comenzó a contar George, lo que hizo que Sheila, descolocada, alzara la cabeza hacia él─. La primera vez que te vi entraste por la puerta del gimnasio con cara de muy pocos amigos, con aquellos pantalones ajustados que, por cierto, te hacían un culo precioso.

─¡George!

─Calla y déjame terminar, ¿vale? ─Ella resopló, asintiendo─. Un tío pasó por tu lado y te palmeó el trasero de forma descarada tras lanzarte un piropo, tú le cogiste y le amenazaste. En ese momento pensé que sería divertido conocerte, y que, además, podría pasar un buen rato con una chica muy guapa. Cuando quise darme cuenta no tenía ojos para ninguna más, no quería salir de bares con mis colegas a ligar, y solo esperaba a verte entrar por la puerta con aquellos pantalones ajustados.

─¿A dónde quieres llegar con eso, George?

─Piensa durante un momento en ese tío y pregúntate a ti misma. ¿Te imaginas en la cama, comiendo por ahí o compartiendo momentos más íntimos con otro que no sea él? Yo no cuento como respuesta ─apuntó él, sonriendo─. ¿Y te has sorprendido, aunque tan solo sea una vez, mirándole mientras él estaba a otra cosa? ─Sheila se quedó un segundo en silencio, pensativa.

─Pues... ─¿Lo había hecho? En el momento en el que se detuvo a pensarlo, las respuestas a aquellas preguntas se fueron aclarando. No, en ese momento no se imaginaba con otra persona. Y sí, se había embobado mientras le veía cocinar o hablar con sus compañeros.

─Ahí tienes tu respuesta. Quizá no sea algo profundo aún, pero aquí ─Alargó la mano hacia ella, posándola sobre su pecho con cuidado─ ha empezado a nacer algo.

─¿Desde cuándo sabes tanto de estos temas? ─preguntó ella enternecida y con una sonrisa en los labios.

─Desde que tuve la suerte de casarme contigo. Aunque luego no saliera todo lo bien que hubiéramos querido. ─Se quedaron en silencio durante un instante. Sí, desde luego había sido una pena que no funcionaran como matrimonio, porque desde que le conoció George tenía algo que conseguía tranquilizarla, algo que hacía que nada fuera tan importante como para preocuparse. Se levantó, besando suavemente sus labios y estirándose largamente después.

─Voy a sacar un par de cervezas. Tienes mucho que contarme.


The Black RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora