Aunque su hija y sus amigas decidieron meterse en la marabunta de adolescentes ─y no tan adolescentes─ que llenaba la pista del Palacio de Deportes de León, ella ya tenía una edad suficiente como para preferir subir a las gradas y tomar asiento allí. Gracias a que entraron de las primeras y que la mayoría de aquellas chicas preferían estar abajo, Sheila pudo sentarse en primera fila, en uno de los laterales de la pista, de modo que veía perfectamente el escenario sin tener que pasarse la noche entre empujones y el calor sofocante de la multitud.
─¡¿Pero qué ven mis ojos?! ¡Si es Sheila! ─Una voz fuerte y masculina hizo que se girara hacia las escaleras de acceso a las gradas, unos pocos asientos a la derecha de donde se había acoplado.
─¡Ostia, Nicolás! ¡No sabía que te tocaba aquí! ─Se levantó de su asiento, acercándose hacia su compañero. De vez en cuando su compañero solía hacer horas extra en eventos, algo que ella siempre había preferido evitar. No le gustaba tener que contener a las masas. Prefería otro tipo de acción. En cuanto llegó, el muchacho palmeó su nalga, riendo después.
─Nunca te había visto vestida así. Estás para hacerte un traje de saliva, ¿eh?
─No digas eso, que como te oiga tu novia te la corta, moreno. ─Ambos se echaron a reír alegremente.
─¿Has venido sola o te has traído a campanilla contigo?
─¿Tú qué crees? ─Sonrió ella, apoyándose en la barandilla, dejando pasar a los primeros asistentes que se habían visto obligados ya a sentarse en las gradas─. Está por ahí abajo con sus amigas.
─Si lo hubiera sabido os había metido ahí abajo, pero al lado del escenario, lejos de tanta peña.
─¿Y que se pierdan su primera experiencia en un concierto? Deja que sean jóvenes, que seguro que tú, como yo, alguna vez sufrimos los empujones y el calor de la muchedumbre en algún concierto de rock.
─Y los magreos, morena.
─Calla, que mi hija aún es joven para esas cosas. ─Rio, negando suavemente, aunque en el fondo era consciente de que en aquella generación los trece años eran ya más parecidos a los que fueron sus dieciséis de lo que querría afirmar.
Cuando las luces del Palacio de Deportes de apagaron, encendiéndose las del escenario para dar la entrada a The Black Rose, todos los asistentes estallaron en gritos, silbidos y aplausos. Pudo sentir, como en su juventud, aquella adrenalina activando su cuerpo, aquellos gritos poniéndole los pelos de punta y aquella juvenil emoción invadir cada poro de su piel. Las cosas no habían cambiado tanto allí, entre los seguidores del rock, entre los amantes de la buena música. Aquello no parecía haberse perdido entre generaciones. Finalmente había accedido a que Nicolás la bajara al piso de abajo, colocándola junto con otros de sus compañeros en la zona que separaba a la muchedumbre del escenario. Tenía peor visión de conjunto que donde se había colocado al principio, pero donde estaba podía ver a aquellos muchachos más cerca, algo con lo que podría picar a su hija durante meses.
Los gritos crecieron en intensidad cuando las luces se atenuaron un poco y el humo comenzó a llenar el escenario. Aprovechó para girar la mirada hacia las escaleras de acceso al escenario, a su izquierda, a la espera de poder ver en persona a los componentes de aquel popular grupo. Y cuando se acercaron, sus ojos fueron atrapados por los de uno de ellos. Por un momento pareció que el resto no importaba: aquellos ojos color miel habían captado toda su atención. Y, lo más curioso, parecía haber sucedido también al revés, porque él no apartaba la mirada. Tenía algo, un magnetismo especial, mucho más fuerte que en cualquiera de las fotos que había visto, que en los posters de su hija. Allí, a pocos metros de ella, podía verle mucho más guapo y atractivo que nunca, vestido con aquellos pantalones vaqueros ajustados, plagados de cadenas, una camiseta oscura que remarcaba su musculatura y una chaqueta de cuero por encima, abierta, posiblemente para facilitar el quitársela de ser necesario.
─Guapo, ¿verdad? ─Se giró al escuchar la voz de una mujer a su lado, lo suficientemente alta y cercana como para llamar su atención entre tanto grito. Sonrió al encontrarse con un rostro infantil y delicado, con unos grandes ojos azules y una sonrisa inocente.
─¡Mucho! ─gritó, intentando hacerse oír─. Es el vocalista, ¿me equivoco?
─No, no lo haces. Ed siempre ha tenido algo especial para todas. ─Rio la muchacha, provocando que ella también lo hiciera. De repente, le tendió la mano─. Me llamo Leah
─Yo soy Sheila, encantada. ¿También conoces a alguno de estos guardias tan grandotes? ─bromeó, alejándose un poco con ella de los bafles cuando empezaron a sonar los primeros acordes. La chica rio y miró hacia el escenario, hacia un lugar en concreto. Ella siguió su mirada hasta el guitarrista, aquel jovencito rubio que tanto adoraba su hija.
─¡Más bien a uno de ellos! Soy la novia de Joel.
─¡Vaya! Creo que mi hija se va a llevar un disgusto cuando se entere. ─Rio la policía, mirando hacia la chica y luego nuevamente hacia el escenario. Aunque dio una pasada por todos y cada uno de los componentes del grupo, sorprendiéndose bastante por el tamaño del batería, no pudo evitar volver a mirar hacia el cantante. Le gustaba su voz, la manera de seguir el ritmo, de acariciar las vocales cuando cantaba, el desgarro de su voz al gritar. La piel se le puso de gallina cuando una de las veces, al girarse, sus miradas se cruzaron de nuevo y pareció dedicarle una de las frases de su primera canción. Sintió el calor nacer en sus entrañas, como si aquel simple gesto hubiera sido una especie de provocación. Era imposible, desde luego, pero no podía negar que había despertado su curiosidad. <<¡Joder con los jovencitos!>> pensó con una sonrisa. Parecía tener desparpajo, carácter y mucho morro. Y eso le gustaba demasiado. Lástima, pensó después, que él fuera famoso y ella una simple policía y no pudiera llegar a conocerle.
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The Black Rose
RomanceAVISO: Esta historia es para mayores de 18 años. La historia puede contener escenas de sexo explícito en algunas de sus partes. A sus 35 años Sheila es una mujer feliz, una gran policía, una mujer independiente y madre de una enérgica adolescente. D...