El delicioso olor a comida consiguió sacar a Sheila de sus más placenteros sueños. Aún adormilada se estiró largamente sobre la cama, sintiendo el tacto de las sabanas sobre su piel desnuda. El olor era cada vez más delicioso y sus tripas comenzaron a sonar, haciéndola suspirar. Por un instante se preguntó qué hacía George allí, pero al girarse y ver la camisa de Ed tirada en el suelo recordó todo lo que había ocurrido y esbozó una amplia sonrisa. Aquel apasionado muchacho seguía en su casa y, por lo visto, preparando algún tipo de sorpresa. Se levantó, estirándose nuevamente en cuanto estuvo de pie antes de coger ropa interior limpia y una vieja camiseta de un olvidado grupo heavy que solía usar para andar por casa. Se recogió la larga melena con una pinza y salió de la habitación.
─¿Ed? ─preguntó una vez fuera. Al instante la figura del muchacho salió por la puerta de la cocina, vestido tan solo con sus pantalones, con un paño de cocina al hombro y con una amplia y encantadora sonrisa dibujada en sus labios. Se mordió el labio inferior, sonriendo, cuando sus ojos volvieron a encontrarse. Sin duda aquel muchacho la tenía totalmente fascinada.
─Buenos días. O mejor dicho buenas tardes, porque va a ser la hora de comer. ─Rio alegremente─. Me he tomado la libertad de hacer la comida. Como agradecimiento por lo de anoche.
─Guapo, pero si me dejaste más que satisfecha ─bromeó ella, pasando por su lado y dándole una palmada en una nalga. Él espero a que ella entrara en la cocina para ir detrás.
─Mujer, me refería a...
─Lo sé ─cortó ella, girándose de golpe y agarrando al muchacho del pantalón para acercarle a ella, sonriendo─, solo te tomaba el pelo ─susurró, robándole un travieso beso, en el cual ambos se recrearon. Sheila sintió cómo el vello volvía a ponérsele de punta, como la primera vez, y él pudo sentir la excitación recorriendo una vez más su cuerpo. Había algo entre los dos, una química que ninguno podía negar. Algo que iba más allá de la pura atracción física. Algo que, por el momento, ninguno era capaz de explicar. Sheila se separó de él segundos después, cogiendo platos, vasos y cubiertos para poner la mesa─. Pero no tenías que haberte molestado.
─No ha sido nada. Anda, siéntate, que anoche gasté tantas energías que mi estómago se queja más de la cuenta.
Minutos después Ed salió de la cocina con una fuente de barro mediana, dentro de la cual había varios trozos de cordero acompañado de cebolla, patatas y una suculenta salsa que consiguió que a Sheila se le hiciera de nuevo la boca agua. Tenía una pinta estupenda, y su casa jamás había olido tan bien. Ni siquiera cuando George se encargaba de cocinar. Con maestría, el muchacho sirvió la comida en ambos platos, cortó unos cuantos trozos de pan y llenó los vasos con vino.
─Espero que te guste. No es muy elaborado, pero tampoco quería gastarte mucha comida. ─Sheila se metió un trozo de comida en la boca, dispuesta a recriminarle por aquella tontería en cuanto tragara, pero el cordero estaba tan delicioso que hasta se le olvidó lo que iba a decirle. La carne estaba mucho más tierna que ninguna que hubiera probado antes, y la guarnición se deshacía perfectamente en su boca. Alzó la mirada hacia él, quien, con otro trozo de comida en la boca, fruncía ligeramente el ceño─. No está del todo bien. La patata está un poco pasada de más y...
─¿Estás loco? ¡Si está de muerte! ─exclamó, cortando la reflexión del muchacho─. No sabía yo que los cantantes de rock fuerais expertos cocineros, ¿eh?
─No todos ─se burló el muchacho, reclinándose hacia delante─. Esto no lo sabe mucha gente, pero antes de meterme profesionalmente en la música estudié en una buena escuela de cocina en Madrid. Iba a ser cocinero.
─¿Ah sí? Pues la cocina ha perdido a un gran chef, ¿eh? Aunque espero que no se te ocurriera meterte en alguno de esos reality de la televisión ─bromeó ella, entre risas. Él también rio, mirándola fijamente.
─Lo dudo mucho. No me gusta nada la televisión.
─¿Y cómo es que te dio por meterte en el mundo de la música y no seguir como cocinero?
─Es una larga historia ─contestó, dando un trago a su vaso de vino. Sheila le miraba intrigada. No podía imaginarse cómo había cambiado de aquel modo el rumbo de su vida. Ella desde siempre quiso ser policía y todo lo que hizo en su vida, desde joven, fue encaminado hacia ese trabajo. Ed, al ver la interrogante mirada de la mujer esbozó una sonrisa─. La música era hobby. Cuando empecé la escuela de cocina me reunía por las tardes con Jacky y Joel para tocar en un pequeño local del barrio. No es que tuviéramos muchos seguidores, pero los pocos que venían disfrutaban de nuestra música. Meses después conocimos a Toni y casi un año después a Katrina. Y bueno, lo demás fue saliendo solo.
─Me sigue resultando un cambio muy radical. ¿No echas de menos la cocina?
─No suelo tener tiempo para echarla de menos ─rio Ed, encogiéndose de hombros─, pero sí que me pregunto muchas veces qué habría sido de mí si no me hubiera dedicado a la música. ─Por un instante los dos se quedaron en silencio. Ed parecía inmerso en algún profundo pensamiento, mientras que Sheila le miraba maravillada pensando, por un instante, en qué habría sido de su vida si hubiera rechazado su trabajo de policía y hubiera seguido a su ex marido a cada puerto que le enviaran─. ¿Y tú qué? No me has contado mucho de ti. Tú conmigo partías con ventaja.
─No tengo una vida muy interesante. O sí, según se mire. ─Esbozó una sonrisa. La curiosa mirada del muchacho le gustaba, era fácil de leer. Sus ojos brillaban, y no parecía querer encerrar en un baúl sus sentimientos o sus pensamientos, todo lo contrario que su ex marido─. Soy policía, llevo varios años divorciada, aunque mantengo una buena relación con mi ex marido, y tengo una hija adolescente. ─La expresión de Ed pasó de ser curiosa a sorprendida, lo cual le resultó más que divertido a Sheila.
─¿Una hija adolescente? Debiste tenerla muy joven, ¿no? ─Sheila se limitó a asentir, sin perder la burlona sonrisa de los labios. Verle tan descolocado le hacía gracia─. Por eso estabas en el concierto.
─Touché.
─No estará...
─¿Aquí? ─Empezó a reír alegremente, negando con un suave movimiento de cabeza─. No hombre. Si hubiera estado aquí primero, no te habría subido anoche, y segundo, ya la tendrías gritando y dando saltos a tu alrededor. ─Ed suspiró y aquello hizo que riera de nuevo─. Te llevaré donde quieras antes de ir a recogerla.
─Solo con una condición ─dijo Ed, recuperando aquella mirada pícara. El hecho de saber que seguían solos y de ver que la química entre ellos no había sido cuestión de un calentón, había conseguido animarle de nuevo.
─¿Cuál, corazón?
─Que seas mi postre.
***
¡Hola chicos! Hoy os traigo algo chulísimo. La chica de la imagen es... ¡Sheila! El dibujo me lo han hecho los chicos de Studio Ink Compis (https://www.facebook.com/inkcompis) que son unos artistazos. ¡Me gusta muchísimo! Y si os gusta también, seguidles, porque hacen cosas verdaderamente bonitas. ¡Espero que os guste la preciosa Sheila que me hicieron! <3 ¡Hasta la próxima actualización, chicos!
ESTÁS LEYENDO
The Black Rose
RomanceAVISO: Esta historia es para mayores de 18 años. La historia puede contener escenas de sexo explícito en algunas de sus partes. A sus 35 años Sheila es una mujer feliz, una gran policía, una mujer independiente y madre de una enérgica adolescente. D...