Capítulo 4 (Parte 3)

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La primera ronda de aquella mañana empezó siendo de lo más normal. Los pacientes que más tiempo llevaban allí la recibieron con una sonrisa, como cada día. Ella, alegre, les preguntaba por cómo habían pasado la noche, por si habían tenido visitas y ellos, felices de poder tener un trato tan cercano con su enfermera, le contaban todo aquello que quería saber. Alguna que otra mujer mayor aprovechaba el momento para decirle que se buscara un buen zagal. Concha, una asturiana que llevaba un par de años viviendo en León con su hija, llegaba más allá y solía decirle que cuanto antes tuviera al menos un güaje , mejor. A Leah le hacían mucha gracia, porque era como tener un montón de abuelos y abuelas diferentes. 

Cuando hubo terminado el recorrido y regresaba hacia la sala de enfermeras, se cruzó con Patricia, una médico de su planta de lo más dicharachera. Era la alegría de la huerta, con un sentido del humor que hacía reír hasta al más triste y una enorme capacidad para reírse de sí misma. Había entrado en el hospital con ella, prácticamente recién sacado el M.I.R., y las habían asignado a la misma ala, así que enseguida hicieron buenas migas hasta el punto de quedar de manera continuada fuera del hospital. De hecho, su amistad se había afianzado tanto, que Leah no dudó en contarle, meses después, su relación con Joel, la cual le dijo que de estar libre, ella misma le habría puesto sus pechotes en la cara a aquel palito de regaliz. Aquello hizo reír a Leah hasta que se quedó sin aliento. Patricia era una mujer entrada en carnes, de rostro redondo, amplia sonrisa y preciosos ojos azules. Su cabello era rubio como el sol y siempre lo llevaba recogido en estrambóticos peinados, los cuales adornaba, cuando salía de fiesta, con chillones accesorios. Se recolocó las gafas cuando vio a la enfermera y no tardó y en salir corriendo hacia ella.

─¡Llevo como dos horas buscándote! ─exclamó en cuanto la vio, achuchándola entre sus rechonchos brazos. Leah rio suavemente, separándose en cuanto pudo soltarse de ella. A veces los abrazos de Patricia eran demasiado fuertes.

─Pero Patri, si llevo aquí solo una hora.

─Claaaaaro, por eso cuando llegué tu coche no estaba aún en el aparcamiento. ─Asintió, mesándose la barbilla. Leah volvió a echarse a reír, negando suavemente─. ¡Que se me pira la olla! ¿Qué tal con el palito de regaliz? 

─Muy bien, hacía mucho que no estábamos tanto tiempo juntos. ─Le hizo una señal a la doctora para que la acompañara a la sala a dejar las cosas, comenzando a caminar─. Y el concierto fue genial ¿Por qué no te apuntaste?

─Porque había quedado con uno de los guardias, Darío.

─¿El morenito que está este mes de turno de noche entre semana? ─Patricia asintió, sonriendo con picardía─. ¡Pero qué pilla! Es muy mono.

─Y tiene un culo de infarto. Sé que Toñi, la de la tercera planta, le ha puesto ojitos. Pero esa cuellotubo no tiene nada que hacer contra estos pechotes que me gasto. ─Leah empezó a reír a carcajadas cuando la escuchó y la vio echarse las manos a los pecho ¡Patricia estaba loca!

─¿Cuellotubo?

─Sí, joder, como los corredores de Fórmula 1, que tienen el cuello tan ancho como su cabeza y por no tener no tienen ni barbilla. Esa no tenía nada que hacer contra mí. ─Leah asintió, dejando las cosas en la mesa en cuanto entró en la sala. Lo cierto era que el desparpajo y la gracia de Patricia conseguían encandilar a la gente─. Oye, yo tengo que pasar consulta ahora, pero ¿nos vemos a la hora de comer?

─He quedado con una amiga para comer en la cafetería, pero vente igual, seguro que os caéis bien.

─Vale, pues te veo luego. ¡Y me cuentas todo lo que has hecho con el palito de regaliz!

─Que sí, plasta. ─Asintió ella, volviendo a reír, alzando la mano para despedirse de su amiga. Lo cierto era que los días en el hospital con Patricia siempre tenían algo nuevo y divertido. Y aquello le encantaba. En cuanto la mujer se fue, aprovechó los cinco minutos que tenía de descanso para sacar el móvil de su bolso y escribir a Sheila para contarle que había invitado a una amiga. Curiosamente cuando desbloqueó la pantalla, en l aparte superior tenía no solo mensajes de whatsapp sin leer, sino el icono de twitter y varios de Facebook. Cuando lo desplegó pudo ver que tenía más de 500 notificaciones en twitter entre menciones, seguidores y favoritos, y un montón de mensajes públicos y privados en Facebook. Aquello no era normal. Abrió twitter, curiosa, sin estar preparada para lo que iba a encontrarse y que marcaría un antes y un después para ella.


"Pues esa @LeahDL me parece super fea. No sé k hace @Joel_Harris_ con ella."


"Seguro que la tal @LeahDL es una trepa y una puta. @Joel_Harris_ no se merece eso."


"¡Pero si la guarra de @LeahDL sale en fotos con otro tío moreno! ¡Será zorra!"


"@Joel_Harris_ deja a @LeahDL que en León se la conoce como la destroza-hogares. ¡No te merece"


Uno, tras otro, tras otro mensaje gente que ni la conocía, de todas partes de España, inventaba cosas sobre su vida, la insultaban e instaban a Joel a que le diera la patada. Por no hablar de unas cuantas amenazas que pudo leer por encima. Cientos de mensajes de odio tan solo por querer a una persona. Aunque Jacky ya la había avisado, ella esperaba tener al menos unas semanas de tranquilidad con Joel, poder salir por León sin problemas, pero no iba a ser así. Continuó pasando las notificaciones en busca del origen de aquel aluvión de odio, hasta que dio con él. Un tuit con una fotografía de Joel y de ella caminando abrazados por las afueras de León apenas unas horas antes.


"La chica tan mona de esta foto es @LeahDL pero no os fieis, que las que parecen más buenas son las más putas"


Lo había enviado Toñi.


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Güaje es la manera que tienen los asturianos de llamar a los niños.

The Black RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora