Esos dos primeros días de inesperada fama no fueron malos para Anne, y aunque no se sentía muy a gusto cuando Olga, Carol y el resto de su grupito la apartaban de sus amigas para hablar o comentarle alguna que otra cosa acerca de la fiesta de cumpleaños de la segunda, tenía que reconocer que eso de que las chicas populares de la clase la hablaran la hacía sentir bien. ¿Qué chica de su edad no quería ser aceptada en su fuero interno? Anne muchas veces se había negado a admitirlo, decía estar a gusto consigo misma y siendo totalmente invisible para ellas, pero una vocecita en su interior no paraba de preguntarse cómo sería la vida siendo una de las chicas populares. Y ahora tenía la respuesta: divertida, sí, pero agotadora. La llevaban de un lado a otro durante el recreo, al llegar a casa la llamaban constantemente al móvil, o se lo llenaban de whatsapp, e incluso algunos chicos habían comenzado a acercarse a ella y a piropearla. ¿Desde cuándo la piropeaban? ¡Si la llamaban rara! Pese a ello se sentía en una nube y pensaba que, en cuanto se acostumbrara, podría compaginarlo todo.
El miércoles al salir de clase Olga la cogió por banda, agarrándose a su brazo en cuanto la vio coger el abrigo y la mochila y tirando de ella para alejarla de sus amigas con la misma excusa de los últimos días.
─¡Ay, Anne, estoy tan emocionada! ¡Ya queda nada para el cumpleaños de Olga! ¿Qué le vas a regalar?
─Pues...
─¡Espera, no me lo digas! ¡Vas a llevar a The Black Rose al cumpleaños! ¡¿A que sí?! ─La muchacha gritó emocionada, dando un par de saltos y todo─. ¡Ay tía, qué emoción! Es un súper regalazo.
─Eh... Olga, a ver, yo no he dicho eso.
─Ya, pero lo vas a hacer, ¿verdad? Y recuerda que no puedes ir vestida con esa ropa que sueles llevar. A ver, no vas como una pordiosera, vale, pero ese estilo tuyo no pega con la fiesta que vamos a montar. ─Anne parpadeó un par de veces. Estaba empezando a sentirse mal. ¿Qué tenía que cambiar su estilo de vestir y encima hacerle un favor tan grande como aquel a una chica que hasta hacía un par de días ni la hablaba?
─A ver, Olga, no tengo confianza con ellos. No puedo decirles algo así porque sí. Además, tienen conciertos y cosas que hacer.
─Osea... ¿Me estás diciendo que vas a traicionarnos? Tía, qué fuerte. ¡Esto no me lo esperaba de ti!
─¡No he dicho eso, joder! Mira su página web, creo que tienen concierto en Barcelona o por ahí. No es que no quiera, es que no pueden. ─Intentó salir del paso. Cada vez se sentía peor, más arrinconada.
─Bueno, vale, tienes razón, tía, perdona. Es que a Carol le hacía mucha ilu, ¿sabes? Pero ya tendremos el concierto privado otro día. No olvides comprarte un vestido más normal para el viernes. ─Olga se acercó para juntar sus mejillas con las de ella, dando los besos al aire en vez de dárselos a ella─. Bueno, mañana nos vemos. ¡Chaito!
La vio alejarse correteando hacia el coche de su padre. Anne no entendía mucho de eso, pero por el aspecto que tenía el vehículo debía de costar bastante más que el de su madre, y eso que no podía decirse que el de su madre fuera una baratija. Dejó escapar un suspiro, comenzando a caminar hacia su casa con las manos dentro de los bolsillos del abrigo. La conversación que había tenido con Olga no le había gustado en absoluto y había conseguido hacerla sentir mal consigo misma. Se sentía utilizada y, por un momento, se sintió hasta humillada. ¿Qué para ir a aquella fiesta tenía que comprarse algo "que encajara" con el estilo de ellas? ¿Qué tenía que dejar de lado su identidad su gusto, para encajar? Aquello le parecía todo lo contrario a ser aceptada por las chicas populares.
Sacó el móvil de su bolsillo y desbloqueó la pantalla. Eran las dos y media de la tarde y su madre aún estaba de guardia. Posiblemente hasta las ocho o las nueve no volvería a casa. Necesitaba hablar con alguien que pudiera ayudarla a sentirse mejor y a sacar alguna conclusión de todo aquello. Con sus amigas no podía hablar, ya que estaba segura de que no serían objetivas e intentarían apartarla de Olga y Carol ─cosa que comprendía muy bien─ y su padre normalmente no entendía las cosas de chicas. Abrió el whatsapp y rebuscó en la lista hasta dar con un número que había conseguido aquel mismo fin de semana. Algo avergonzada por tener que recurrir a aquello, pulsó la pantalla y escribió un único mensaje.
"Necesito consejo. ¿Te importa si te llamo?"
El mensaje no obtuvo respuesta durante la primera media hora. Anne había legado a casa e intentaba distraerse con cualquier cosa. Se había puesto la videoconsola y estaba jugando a uno de sus videojuegos favoritos, Silent Hill, pero pese a ello era incapaz de concentrarse y acababan matándola enseguida por despistarse. A su lado reposaba un envase de ramen instantáneo que había comprado en el supermercado y un bocadillo de jamón. <<¿Por qué no me ha contestado aún?>> se preguntó para sí misma. <<Quizá haya sido demasiado atrevida>>. Y cuando ya pensaba darse por vencida, sonó el telefonillo. Pausó el juego, se levantó y corrió hacia este, descolgándolo.
─¿Sí? ─preguntó.
─¿Anne? Ábreme, soy Leah. ─Sonrió ampliamente y le dio al botón de abrir. ¡Por eso no había contestado! ¡Había decidido ir en persona a hablar con ella! Abrió la puerta de la casa para que pudiera entrar al subir y corrió a apagar la consola y a recoger los restos de la comida. El bocadillo ya se lo terminaría en la merienda, y el ramen, por suerte, ya estaba casi vacío del todo─. ¡Que gusto entrar aquí! Se ha levantado el día frío, ¿eh? ─dijo la enfermera, cerrando la puerta tras de sí y dejando sobre la mesa del saloncito un pequeño paquete envuelto en un precioso papel dorado.
─Un poco, sí ─contestó Anne tímidamente, saliendo de la cocina y parándose a unos metros de ella, balanceándose de adelante hacia atrás, algo nerviosa─. No tenías que haberte molestado en venir, jo. No quería...
─¡No digas tonterías! Por suerte para ti tenía el día libre. Y si no hubiera podido habría llamado a Jacky para que viniera ella. ─Sonrió la enfermera, quitándose el abrigo y colgándolo en el respaldo de la silla antes de sentarte─. Al venir he pasado por una pastelería y he subido unas trufas de chocolate buenísimas. ¿Tiene algo de té?
─¡Sí! Mi madre siempre tiene de varios sabores. Los fines de semana cuando libra aprovechamos y nos sentamos a ver alguna película por la tarde mientras tomamos un té y nos hinchamos a dulces. ─Rio la muchacha, corriendo a la cocina para poner el agua a calentar antes de sacar la caita con los tés.
─Bueno, pues mientras preparas el té dime, ¿qué te pasa Anne?
─Es un poco largo, la verdad... ─dijo un poro por lo bajo. La alegraba mucho que Leah se hubiera presentado allí, pero seguía pensando que era una molestia. Pero la enfermera, sin embargo, esbozó una sonrisa y apoyó el codo en la mesa, dejando reposar luego su cabeza sobre la mano, mirando a la muchacha a través del ventanal que daba a la cocina.
─Bueno, tenemos toda la tarde por delante.
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The Black Rose
RomanceAVISO: Esta historia es para mayores de 18 años. La historia puede contener escenas de sexo explícito en algunas de sus partes. A sus 35 años Sheila es una mujer feliz, una gran policía, una mujer independiente y madre de una enérgica adolescente. D...