Capítulo 5 (Parte 2)

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La ciudad parecía bastante tranquila a aquellas horas de la mañana. La suerte de poder salir entre diario era que la mayor parte de su potencial público estaba en el instituto o en la universidad, por lo que podían pasear sin problema alguno. Durante la mañana aprovecharon para ir a ver el Museo de Arte Contemporáneo de León, un edificio que a Jacky le pareció peculiar debido al intenso colorido de sus cristaleras. Era un edificio grande, con varias plantas muy diferenciadas entre sí, una arquitectura sencilla, y nada recargada salvo por sus cristales, todos ellos colocados en vertical, ocupando toda la pared del edificio, y cada uno de ellos, de un color diferente, pasando del amarillo al azul, del verde al violeta, todos ellos en diferentes tonalidades. Si le hubieran preguntado que a qué le recordaba, hubiera contestado, sin dudar, que a una caja de pinturas.

Lo que el interior le ofrecía les gustó un poco menos, sobre todo aquellas salas en las que exponían arte contemporáneo en el que, por mucho que quisieras, no eras capaz de ver nada más que manchas o utensilios tirados por el suelo. Aunque los dos lo pasaron bastante bien cuchicheando y bromeando acerca de todas aquellas tonterías. Jacky echaba de menos aquellas salidas, aquellos momentos de intimidad donde tan solo eran dos amigos pasando un buen rato. ¿Cuánto les duraría eso en León?

Después de aquello y viendo que la hora de comer estaba cercana, decidieron ir directos a la catedral de León, ya que habían leído que los mejores restaurantes se encontraban por la zona. De hecho su representante les había dicho que allí había uno no muy caro donde ofrecían uno de los mejores cocidos que había probado en su vida. Y la pelirroja tenía muchas ganas de comprobarlo. Así que tras una tranquila caminara, con Jacky agarrada de su brazo y él hablando animadamente sobre cocina, los dos llegaron a la catedral a la hora de comer. Entraron en el restaurante, tomaron asiento y pidieron la comida. Mientras que Ed se conformó con pedir un plato de cocido, Jacky, además de esto, decidió añadir un entrecot con patatas, lo cual sorprendió bastante a su acompañante.

─Jacky, ¿estás bien? ─preguntó por fin. La pelirroja, que estaba en ese momento mirando el móvil, alzó la mirada hacia él y asintió, esbozando una amplia sonrisa.

─Sí, perfectamente ─contestó. Y era verdad que lo estaba, pero Ed notaba algo raro en ella─. ¿Por?

─Has pedido más comida de lo normal.

─¿Tú crees? ─preguntó, arqueando una ceja─. No sé, supongo que tendré más hambre hoy. Ha sido una buena caminata. ─La observó de nuevo, en silencio, tras los cristales de sus gafas. No sabría cómo explicarlo, pero parecía más radiante. Jacky, desde que la conocía, había sido una muchacha guapísima, con desparpajo y un puntito entre pillo y con genio que a los chicos parecía ponerles bastante. Y a medida que creció y se desarrolló, pasó de ser una niña bonita a un auténtico bombón, cosa que ni a él le había pasado desapercibido. Pero allí, en aquel momento, había algo raro. Sus ojos brillaban más y su sonrisa parecía más encantadora. Era como si...

─Jacky... ¿No habrás ido a...?

─Shhhh ─le cortó ella, sonriendo al camarero cuando les sirvió los platos─. No pienso hablar de nada mínimamente privado fuera de casa. ─Fue más que tajante. Cuando se llevó una cucharada a la boca y saboreó la comida, su mirada regresó hacia él, que no había dejado de observarla en aquellos segundos─. Va, dime cómo se llamaba esa mujer.

─¿No has dicho que no pensabas hablar de nada personal fuera de casa? ─se burló él, llevándose un poco de comida a la boca.

─Nada personal mío, morenito, no tuyo. ─Ambos se echaron a reír. Estaban relajados, podían ser ellos mismos, sin presiones, sin nada que temer. Lo que no sabían era que en aquellos momentos, desde varios puntos del restaurante, las cámaras de los móviles de unos cuantos clientes estaban captando su tranquila velada y subiendo las fotos a las redes sociales.

Los dos comieron de maravilla. Los platos eran más grandes de lo que habían creído, así que ambos, muy a su pesar, no pudieron terminarse lo que habían pedido porque no les entraba más. Pero los dos decidieron que otro día irían allí todos a comer. Y aunque Ed no tenía pensado cuando, Jacky ya sabía en qué ocasión irían. Se acarició la tripa tras levantarse, con una sonrisa, y cogió el abrigo para ponérselo. Se guardó el gorro en uno de los bolsillos, ya que no hacía ya tanto frío como por la mañana, y los dos salieron del restaurante en dirección a la catedral. Eran las tres del medio día y no mucha gente caminaba por las calles de León. Sí era cierto que alguna que otra persona se había girado a mirarles, quizá pensando en si eran o no ellos, pero hasta el momento no habían sufrido el más mínimo altercado. Así que agarrados nuevamente y con ganas de seguir disfrutando de la ciudad, los dos se adentraron en el enorme edificio medieval, el cual les recibió con su silencio, con ese suave aroma a incienso y a madera que flotaba en el ambiente y con la colorida luz de las vidrieras. Entrar en aquel templo era como acceder a otra dimensión. Ninguno creía en dios, pero ambos reconocieron que el simple hecho de traspasar las puertas y adentrarse allí les había sobrecogido. No sabían cómo explicarlo, pero todo aquel diáfano edificio conseguía abstraerles. Era como si allí dentro estuvieran a salvo de todo: de las cámaras, de los acosos, de la mala prensa, de los problemas. Allí solo eran dos personas abrumadas por tal magnificencia.

Estuvieron allí dentro más de una hora. Iban a dar las cuatro y media cuando los dos, tras haberse empapado de aquel silencio y de aquella sensación de paz, decidieron volver sobre sus pasos y salir a la plaza de la catedral. Pero lo que no se esperaron en ningún momento era que al salir hubiera una marea de gente a las puertas, un montón de chicos y chicas que parecían estar esperándoles. Los gritos, los vítores y los llantos les dejaron paralizados. De repente toda aquella atmósfera de calma que habían respirado durante todo el día se había esfumado y, una vez más, tendrían que forzar las sonrisas y sacrificar el resto de sus planes para poder satisfacer a sus fans.


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