Sheila siguió las indicaciones de Ed sin ningún problema. La verdad es que no estaban muy lejos del centro pese a vivir en las afueras. La pelirroja parecía mucho más tranquila y reía con alguna que otra broma de Nicolás. Su compañero era un auténtico sol, y siempre sabía cómo sacarle a la gente una sonrisa incluso en los peores momentos. Por eso nunca quería que le cambiaran de compañero, con él estaba perfectamente y habían creado un buen vínculo. Además, su prometida no le perdonaría que le pusieran con otra mujer, y menos con las nuevas que entraban de la academia.
Cuando llegaron a la casa, Leah ya esperaba en la puerta. Por lo que le había dicho por teléfono, había tenido la guardia la noche anterior, así que supuso que en cuanto colgó cogió las cosas y condujo hasta casa de los chicos. Alzó la mano en cuanto reconoció el coche de policía, A su lado, un muchacho rubio con un llamativo mechón violeta mantenía la puerta abierta. <<Ese debe de ser Joel>> pensó, esbozando una sonrisa. Detuvo el motor en cuanto colocó el vehículo al lado del de la enfermera, la cual no tardó en abrir la puerta más cercana a Jacqueline.
─¿Estáis bien? ¿Qué ha pasado? ─preguntó nerviosa.
─Ya ves, morenita, que parece que tu novio y sus compañeros tienen fans un poco locas. Pero tranquila, no parece grave ─contestó ella, sacando las llaves del coche y abriendo su puerta también. Entre Nicolás y Leah ayudaron a la pelirroja a salir sin que hiciera demasiados esfuerzos. Aunque parecía que la hemorragia había parado un poco, cualquier movimiento podía rasgar más piel o incluso carne y volvería a sangrar en abundancia.
─Vamos dentro, le he dicho a Rina que prepare tu habitación para las curas ─dijo la morena, mirando a Nicolás y luego mirándola a ella. Le dedicó una tranquilizadora sonrisa y un giño, a lo que la enfermera contestó casi con timidez─. Gracias.
Entre los dos la metieron en casa, seguidos de cerca por Joel y, en último término, por Ed y por ella. Casi nada más entrar un hombre gigantesco ─más que su ex marido, lo cual la sorprendió─ casi se lanzó sobre ellos, gritando cosas ininteligibles y aguantando un llanto que prometía ser más que escandaloso. Pero Leah, por primera vez desde que la conocía, se impuso, alzando la voz por encima de la de ese grandullón. No iba a permitir que molestaran a la pelirroja hasta que hubiera curado su herida.
─¡Toni, ya te estás apartando!
─¡Pero Jacky...! ─se quejó el grandullón.
─¡Jacky está en buenas manos! ¡Ahora aparta tu gigantesco cuerpo de gorila y deja que la cure! ¡Después te dejaré entrar a verla! ─A Sheila casi se le escapa una carcajada al ver la escena.
Bastante conmocionado no solo por el estado de su pareja, sino porque aquella pequeña se había impuesto ante él, el hombretón se apartó, dejando que Nicolás y ella llevaran a la herida hasta la habitación preparada.
─Nunca había visto a Leah gritar de ese modo ─confesó Ed, a su lado. Ella se giró, encogiéndose de hombros tranquilamente. Sabiendo que estaba en manos de Leah, la salud de la pelirroja ya no la preocupaba tanto.
─Bueno, es una situación tensa. Entiendo que haya reaccionado así, yogurín. ─Él arqueó ambas cejas y la policía, tras guiñarle el ojo, pasó al gran salón-comedor, dejando la gorra sobre la mesa y tomando asiento en una de las sillas. Hasta que no supiera que estaba bien no saldría de allí.
─Señora agente, esto... ─Alzó la mirada hacia la voz. Allí estaba el novio de Leah, con una sonrisa amable dibujada en sus labios. Desde luego tanto Leah como su hija tenían buen gusto. Era un muchacho delgado, pero se notaban ligeras formas de su musculatura bajo la camiseta. Tenía unos ojos preciosos y alegres, y una sonrisa que enamoraría a cualquier adolescente. Cierto era que a ella le encantaba Ed, no cabía duda, pero aquel chiquillo era realmente guapo.
─Llámame Sheila, anda. Aunque esté de servicio estamos en privado.
─Bien, Sheila. ─Su sonrisa se ensanchó y ella no pudo evitar dejar salir una pequeña risa─. ¿Quieres algo de beber? Tenemos zumos, cerveza, refrescos...
─Un poco de agua estará bien, gracias.
La espera se les hizo eterna a todos. A Nicolás le echaron de la habitación apenas unos minutos después de entrar, cuando acomodaron la pelirroja, y Leah no había dejado que nadie entrara allí desde entonces. Toni no paraba de caminar de un lado para otro, visiblemente preocupado, mientras que Joel tañía las cuerdas de su guitarra, rompiendo con ello el silencio que reinaba en la enorme estancia. La otra muchachita, aquella a la que habían llamado Rina, se había sentado inicialmente encima de Ed, pero este, que no parecía tampoco poder quedarse quiero, se había levantado en varias ocasiones a la cocina, posiblemente como mero entretenimiento para no darle vueltas al asunto.
Por fin, y tras más de quince minutos, que a ellos les parecieron horas, Leah salió de la habitación limpiándose las manos. Todas las miradas fueron directamente hacia ella, que por un instante pareció sentirse acorralada.
─¿Y bien? ─preguntó Toni, preocupado.
─Ha sido un corte bastante feo, pero ya está limpiado, desinfectado y cosido. No es grave, pero tendréis que cuidaros de que no haga esfuerzos. Como se estire mucho, coja peso o haga algún movimiento brusco se le pueden saltar los puntos. Pero vaya, esto en dos semanas está cerrado. ─Todos suspiraron aliviados, momento en el que Nicolás y ella, tras mirarse, se levantaron.
─Bueno, pues sabiendo que todo quedó en un susto, nosotros nos retiramos ─dijo, mirando hacia Leah─. Morenita, eres la mejor. El próximo día que vaya a verte te invito a comer.
─Vale ─contestó ella, entre risas.
─Gracias por todo ─dijo Toni, casi a regañadientes─. No sé cómo...
─Ni lo menciones ─se adelantó Nicolás, poniéndose la gorra─, es nuestro trabajo. Ahora cuidadla, como ha dicho la señorita.
─Os acompaño a la puerta ─dijo Ed, caminando hacia esta. Tras despedirse de todos, Nicolás y ella siguieron al vocalista, el cual esperaba ya en el porche de la casa.
Una vez allí, y tras una nueva mirada, Nicolás se fue directo hacia el coche. No hacía falta que hablaran la mayoría de las veces; habían llegado a una conexión tal que con una simple mirada sabían lo que quería el otro. En cuanto estuvo en el coche, ella se giró hacia el muchacho, que la miró serio. Fue a hablar, pero ella le cortó antes, regalándole una sonrisa.
─No vuelvas a darme las gracias.
─No iba a hacerlo ─protestó.
─Claro que sí. Te conoceré poco, pero esa mirada tuya dice mucho ─dijo, acercándose hacia él. Tras mirar a ambos lados y ver que nadie les veía, se atrevió a robarle un corto pero apasionado beso que el muchacho no dudó en corresponder─. Si quieres agradecérmelo bien pídele mi teléfono a Leah y sorpréndeme.
─¿Con qué puedo sorprenderte? ─susurró él, atreviéndose con un nuevo beso.
─Si te lo digo pierde la gracia. ─Rio ella, caminando hacia el coche con una amplia sonrisa. Antes de abrir la puerta del conductor se giró hacia Ed, el cual se despidió con la mano. Una vez dentro suspiró, arrancando el coche para salir por fin de allí.
─Sabes que no deberías haber hecho eso último, ¿verdad? ─dijo Nicolás tras unos segundos de silencio.
─¿Tú se lo vas a decir a alguien?
─No...
─Entonces no veo dónde está el problema.
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The Black Rose
RomanceAVISO: Esta historia es para mayores de 18 años. La historia puede contener escenas de sexo explícito en algunas de sus partes. A sus 35 años Sheila es una mujer feliz, una gran policía, una mujer independiente y madre de una enérgica adolescente. D...