Las redes sociales llevaban ya unos días ardiendo. Abril se había esfumado con un suspiro y mayo había llegado con temperaturas muy suaves. Tras el escándalo que se había montado por las tórridas fotografías que Rina había hecho públicas, el grupo había anunciado que una vez terminadas la gira del nuevo disco, cuyo último concierto se celebraba en Madrid a mediados de septiembre, el grupo haría un parón de alrededor de un año para preparar un nuevo trabajo aprovechando la pronta maternidad de la teclista. Y aquello no parecía haber gustado a una pequeña pero ruidosa porción de sus fans, que habían comenzado con un fuerte ataque y derribo en las redes contra la pelirroja. Ed cada vez estaba más cansado de esas nuevas plataformas donde la gente, escondida tras el anonimato que el internet les proporcionaba, era capaz de escupir más veneno del que jamás pensó que podría soportar una persona. A veces se preguntaba si esos que tanto ruido hacían, que tanto les acosaban buscando provocarles, se daban cuenta de que tras su nombre, tras esa figura conocida, había un ser humano, una persona como ellos. Y siempre llegaba a la misma conclusión: ni se lo planteaban. Querían privarles del derecho a descansar, a enamorarse y tener relaciones con quienes quisieran, e incluso a hacer su propia vida. Era cierto que eran muy pocas las personas que parecían pensar así, pero eran, sin embargo, las que más se movían por la red.
Dio un trago a su cerveza mientras con el dedo de la otra mano iba haciendo pasar las notificaciones de su cuenta de twitter. Aún había gente que seguía hablando mal de Sheila, y estaba al corriente de que la fama que se había creado por culpa de la prensa estaba haciendo mucho más complicado el trabajo de la policía, pero al menos parecían haberse relajado. Les habían pillado una tarde en el centro de León comprando ropa con Anne, Joel y Leah, más concretamente ropa de bebé, lo que había desatado estúpidos rumores sobre un posible embarazo de la policía. Recordó que Sheila se había estado riendo un buen rato con la tontería y que, para quitarle hierro al asunto, había comentado que si tuviera un hijo con él seguro que saldría miope, rockero y con una mal sana afición por la comida basura como ella. Al final todos se habían echado a reír y el rumor había quedado como una anécdota más. Cada día le sorprendía más la manera que tenía Sheila de ver la vida y ese tipo de cosas. Quizá, pensó, al estar menos quemada con el tema y mucho más apartada de internet que ellos, no le daba la misma importancia.
─Odio las náuseas matutinas ─dijo la pelirroja mientras se dejaba caer a su lado en el sofá─. ¿Qué haces bebiendo cerveza a estas horas? ¡Si no son ni las once!
─Llevo en pie desde las siete, deja que beba lo que quiera ─contestó él, dejando el botellín en la mesita y girándose hacia ella─. ¿Has desayunado?
─Sí, tranquilo, he tomado un zumo de naranja natural y unas tostadas con margarina y unas fresas. ─Antes de que el vocalista pudiera decir nada, ella alzó el dedo─. Tranquilo, que me controlo la dieta. Sé qué cosas puedo y no puedo comer. De hecho, cuando mi madre me estuvo aconsejando, mi hermano se rio de mí porque no puedo tomar una gota de alcohol. Como se nota que aún es un enano que piensa que bebiendo se lo va a pasar mejor. ─Negó suavemente, riendo.
─Puedo hacerte yo mismo una dieta adaptada a tus necesidades.
─Que no, Ed, de verdad. ─Se acercó para besar su mejilla, sonriendo─. Tú preocúpate de tus cosas, como se tu policía. ¿Cómo va la cosa?
─Pues... ─No pudo evitar esbozar una sonrisa. Iban muy bien. Le resultaba raro haber encontrado una persona con la que se encontraba tan a gusto como con Jacky y que a la vez fuera tan distinta a ella. Con la pelirroja todo era familiar, desde el primer momento, como si fueran la misma persona pero cambiada de sexo. Sheila, sin embargo, era cercana, divertida, madura y siempre sabía cómo sorprenderle─. La verdad es que muy bien.
─Se te nota hasta en el carácter. Ya no gruñes tanto.
─¡Eh! El que gruñe es Toni, no mientas. ─De fondo se escuchó un gruñido y una maldición del batería y los dos se echaron a reír─. Hablar con ella es divertido. EL otro día me contó que Patricia, la doctora que trabaja con Leah, está liada con uno de los tíos de seguridad del hospital. Y por lo visto eso no les sentó muy bien a algunas enfermeras. ─Jacky se echó a reír a carcajadas, lo que consiguió que el chico arqueara la ceja─. ¿Qué pasa?
─Que has encontrado la horma de tu zapato, cariño. Sois los dos uno marujones, ¿eh?
─Como si tú no cotillearas también, tía ─se quejó él, frunciendo ligeramente el ceño. La pelirroja, sin dejar de reír, le dio con el dedo en el arrugado entrecejo, encogiéndose de hombros después.
─Pero yo lo hago con más estilo que tú. ¿Y en la cama qué? Siempre me cuentas tus encuentros con las demás pero de Sheila no me has dicho nada, pillín.
─¿Ves como eres una cotilla? ─arremetió él, acusador.
─Eh, eh, esto es buscar información privilegiada. Ya sabes, licencias de ex novias que ahora son las mejores amigas. Es una ley no escrita.
─Como te gusta inventar cosas ─contestó él, sonriendo. Desde luego no podía negar que la pelirroja tenía arte para cambiar las tornas siempre a su favor.
Durante un buen rato, los dos estuvieron hablando un poco de todo, y Joel y Toni no tardaron en unirse a la animada conversación. Había que reconocer que desde que no estaba Rina, las malas miradas y las broncas habían disminuido bastante, y los únicos que gritaban por tonterías eran, como siempre, los futuros padres. El tiempo pasó volando y, cuando el móvil de Ed sonó, eran ya las dos del mediodía. Miró la pantalla de su teléfono y se sorprendió al ver en la pantalla el nombre de Anne. Extrañado, pues era la primera vez que le llamaba, descolgó el teléfono.
─¿Sí? ¿Qué pasa, Anne? ─Durante un par de segundos, que se hicieron eternos, la muchacho no contestó. Y cuando lo hizo, su voz sonó algo temblorosa.
─Ed, ¿puedes venir a buscarme al instituto? ─La pregunta le pilló más por sorpresa incluso que la propia llamada. ¿Qué fuera a un sitio lleno de niñas que posiblemente fueran sus fans? Iba a buscar la mejor manera de negarse a ello, por su seguridad y la de la propia Anne, hasta que ella volvió a hablar al notarle dubitativo─. Puedes venir con el coche y dejarlo a dos calles. Es que he llamado a Leah pero está trabajando.
─¿Y tu madre? ─Entonces fue Anne la que dudó durante un segundo. Su corazón se disparó rápidamente y se levantó de un respingo antes de que ella pudiera contestar─. ¿Qué ha pasado?
─Está en el hospital. La han disparado.
***
¡Hola amores! ¿Qué tal la semana santa? ¡Espero que bien! Yo aproveché para despejar la cabeza y limpiarme un poco por dentro, porque llevo una época un poco de bajón (por eso también tardo más en subir los capítulos, entre el trabajo, las novelas y el bajón creativo, he estado un poco ausente de todo). Creo que me ha venido bien y que estoy recuperando las fuerzas y los ánimos, no solo para seguir The Black Rose sino para crear nuevas historias. De hecho tengo pensado hacer, en un futuro, un pequeño spin-off de Anne con una bonita historia de amor. ¿Qué os parecería? Anne me parece un personaje muy interesante en muchos aspectos, porque aunque aquí salga de vez en cuanto, en mi cabeza tiene una personalidad muy marcada y muy especial: es creativa, algo infantil, muy divertida y, pese a eso, es muy madura gracias a Sheila y a George. Creo que pude dar mucho juego.
¡Pasad un bonito fin de semana! Y no os olvidéis de que podéis seguirme en las redes sociales y en mi blog personal para que leáis recomendaciones mías y consejos literarios.
¡Muchos besitos de chocolate!
ESTÁS LEYENDO
The Black Rose
RomanceAVISO: Esta historia es para mayores de 18 años. La historia puede contener escenas de sexo explícito en algunas de sus partes. A sus 35 años Sheila es una mujer feliz, una gran policía, una mujer independiente y madre de una enérgica adolescente. D...