Capítulo 7 (Parte 3)

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─¡¿Pero qué has hecho, mendrugo?! ─exclamó Ed, mirando hacia la llorosa jovencita y luego hacia Sheila, quien negaba con una sonrisa. Para la policía era obvio que no se daban cuenta de lo que llegaban a provocar en sus fans: la admiración que sentían por ellos, la devoción por el grupo, cantar sus canciones como si fueran un rezo y seguir la estética que marcaban por sentirse más cerca de ellos. Todo aquello era especial, mágico en cierto modo, y cuando se tenía tan cerca a los ídolos, y más en un ambiente tan íntimo como aquel, los sentimientos salían como un torrente hacia fuera. Sabía que Anne necesitaba llorar, expresar todo aquello. ¿Cuántas veces la había escuchado cantar a voces sus canciones? ¿Hablar con sus amigas sobre ellos o incluso escribir historietas que intentaba esconder donde ella era la protagonista de un romance con su ídolo pese a ser consciente de que su corazón era de otra? Pensar en aquello y ser consciente, pensándolo en frío, de todos los sentimientos que había experimentado su hija, hizo que se le encogiera el alma. Su pequeña había idolatrado, amado platónicamente a alguien, sufrido un pequeño desamor y, posiblemente, el terror de los celos, aquel sentimiento que conseguía hacerte sentir mal por varias razones a la vez. Sintió una punzada en el pecho y unas traviesas lágrimas clamando por salir. ¿Su hija, su pequeña, ya había experimentado todas aquellas cosas y ella no se había dado ni cuenta?

─¡Yo nada! Ey, Anne, ¿estás bien? ¿Te duele algo? ─La chiquilla negó, sin poder dejar de llorar. Cada vez que abría la boca, tan solo salía un quejido lastimero de ellos, lo cual preocupó aún más al guitarrista. Por suerte para ellos por la puerta apareció Jacky, seguida de Toni que parecía escoltarla cual guardaespaldas. Joel se giró hacia la pelirroja, con una clara mirada de auxilio, la misma que le hubiera lanzado Ed de no ser porque... ¿Por qué no se la había lanzado? Cuando miró más atrás de su mejor amigo y vio a la policía, aquella tan amable que tanto les había ayudado, sonrió a la vez que negaba. ¿Era posible que aquel pichaloca de Ed estuviera experimentando aquello que había jurado y perjurado no sentir jamás por nadie?

─Jacky... ─El susurro de Joel la hizo volver a mirar a la pobre muchacha que seguía llorando, luchando por controlar esos sentimientos que, como un huracán, salían de su cuerpo en forma de lágrimas y sollozos. Terminó de acercarse con una sonrisa, tomándola de las mejillas y apartando las lágrimas con sus pulgares.

─Tú a estos tres ni caso, cariño ─dijo Jacky, señalando a Ed, Joel y por último a Toni, quien gruñó por lo bajo─, que no se enteran de nada. Les sacas de las maquinitas y sus instrumentos y no saben qué hacer. ─Aquello hizo que entre los sollozos, Anne riera un poco─. Vamos a limpiarte esa carita tan bonita, ¿quieres? Y a beber un poquito de agua, que te sentará bien. ─La pequeña asintió, dejándose acoger por los brazos de la preciosa teclista que, tras apretarla contra su pecho, miró hacia los tres hombres─. Y vosotros, a poner la mesa y a recibir a las invitadas como se merece. Panda de gandules que sois.

─Os tiene agarraos por los huevos, ¿eh? ─dijo Sheila cuando la pelirroja se marchó con su hija, riendo por lo bajo.

─Bah, eso se cree ella ─contestó Ed, quitándole importancia mientras agarraba a la policía por la cintura, atrayéndola contra su cuerpo─. Toni, Joel, creo que ya conocéis a Sheila. ¡Ah! Mira, aquella es Rina.

─Aunque ya os conocí el otro día, me alegra volver a veros, chicos, es un placer ─dijo, con una sonrisa, sin soltarse del yogurín. Toni contestó con una especie de gruñido que la hizo sonreír, mientras que Joel se acercó a ella, saludándola efusivamente y besando sus mejillas. Y pese a ese entusiasmo, no le pasó desapercibida la expresión de Rina, que les miraba desde la puerta sin moverse un ápice.

─Leah estará al llegar. Al saber que venías con tu hija se apuntó sin pensárselo. ¡Incluso se va a traer a una amiga! Me ha dicho que las tres os lleváis muy bien.

─¡Coño! ¿Viene también Patri? Esta va a ser una comida la mar de divertida ─dijo la policía, pasando al interior con los demás.

─¿Quién es esa don nadie? ¿Es tu nueva amiguita? ─Rina detuvo a Ed cuando pasó por su lado, alejándole del trío que, alegremente, se adentraba en el comedor para tomar asiento y comenzar a charlar pese a las claras indicaciones de la pelirroja. Ed la miró arqueando una ceja, soltándose de ella con firmeza pero sin llegar a ser brusco.

─¿Te importa lo que sea, Rina? ─preguntó él, frunciendo un poco el ceño ante el gesto de desdén de la muchacha, que chasqueó la lengua, apoyándose contra el marco de la puerta.

─Realmente no. Total, cuando te canses de la cuarentona calentorra te buscarás otro juguetito, como haces siempre. ─Se encogió de hombros, mirándole. ¿Por qué se molestaba? No era la primera vez que se veía con otra mujer, ni de lejos. Suspiró. ¿Quién entiende a las mujeres?

─Mira, Rina, no tengo tiempo ni ganas para contestar a tus gilipolleces. Sé amable, aunque sea por la chiquilla, y punto. Y si te quieres pirar después de comer, ya sabes dónde está la puerta.

─Mírate, perdiendo el culo por ella. ¿De verdad puede seguirte el ritmo sin que se le disloque la...? ─No la dejó terminar la frase. Garró su muñeca y tiró de ella hacia un lugar más apartado, empujándola contra la pared. Posó ambas manos a los lados de su cabeza, golpeando la pared con la fuerza suficiente como para asustarla. Cosa que funcionó. Ella le miraba entre sorprendida y asustada, mientras que él lo hacía enfadado. ¿Es que iba a ser como todo el mundo y a meterse en su vida?

─Mira, Rina, como vuelvas a meter tus narices en mis cosas, tendremos un grave problema. ¿Y qué si me follo a una mujer que me saca unos pocos años? ¿Y qué si me sale de la polla traer a su hija para que os conozca? Estoy harto de tus humos, Rina, de que mires a la gente por encima del hombro. ─Se reclinó sobre ella, acercando sus labios a su oído para que tan solo ella pudiera escucharle─. Vuelve a hablar como si fueras una diosa, y te largas de grupo. ─Y sin decir más se separó de ella, alejándose hacia el comedor y dejando a Rina contra la pared, totalmente descolocada y, sin él saberlo, con el corazón un poco más herido.


The Black RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora