Capítulo 3 (Parte 2)

4.8K 249 9
                                    

El concierto fue emocionante. Nunca se había parado a escuchar la música de aquel grupo, pero allí, en pleno concierto y en una compañía tan grata como la de Leah, pudo revivir la emoción de sus dieciocho, cuando ella era una de tantas allí en medio, saltando, gritando y emocionándose al pensar que, en una de tantas pasadas, aquel cantante, aquel batería o aquel guitarrista la habían mirado. Y posiblemente, pensó, aquel cantante en verdad ni siquiera había reparado en ella. Pero pensar en que era posible que sí había hecho que se sintiera más guapa aún.

Cuando el concierto terminó se despidió de Leah, no sin antes intercambiar sus teléfonos. Por lo que le había dicho la muchacha era enfermera allí en León y habían hecho tan buenas migas que esperaban poder quedar algún día a tomar café y conocerse un poco más. Parecía una muchacha amigable, posiblemente muy confiada, lo cual era posible que le acabara acarreando más de un problema siendo quien era. Antes de marcharse cogió las manos de la muchacha y las apretó con cuidado.

-Escucha, Leah, si alguna vez necesitas algo, o tienes problemas, me llamas. Iré enseguida.

-Mujer, no quiero molestar y...

-Si me ofrezco es porque no molestas, jovencita. -Rio la policía, acercándose a besar su mejilla-. Para lo que quieras, ¿vale? Que aunque me veas así de buenorra tengo más fuerza que cualquiera de estos armarios. -La muchacha se echó a reír también.

-Está bien. Pero me debes un café.

-A ti los que quieras, morena. -Ambas se echaron a reír de nuevo y, tras un par de besos, se despidieron. Hacía mucho que no salía. Sus tareas de madre y su trabajo a penas se lo permitían. Ya casi había olvidado lo que era conocer a alguien en un ambiente como aquel y tener la posibilidad de entablar una buena amistad. Había olvidado incluso lo que era una simple cita. Quizá, pensó, era hora de dejar a Anne pasar la noche en casa de Sara y salir a tomar algo aunque fuera sola. ¿Por qué no desmelenarse una noche de vez en cuando?

***

El concierto había sido divertido, habían conseguido llenar el Palacio de Deportes, y había vuelto a sentir en su piel la adrenalina del directo. Le gustaba mucho más aquello que grabar en un frío estudio sin poder interactuar con sus compañeros. Poder cantar al lado de Jacky, o acercarse lo suficiente a Rina como para que fuera más que sugerente para el público conseguía darle la vida. Los gritos de sus fans, los aplausos, el calor de los focos,... Todo aquello conseguía despertar en él las ansias de no parar. Así que aunque sus compañeros habían decidido volver a casa a descansar -supuso que a hacer vida de pareja la mayoría, ya que Leah iba con ellos-, él quería conocer la noche leonesa y, ¿por qué no?, encontrar una buena compañía. Quizá una despampanante mujer con la que había estado hablando con Leah durante todo el concierto. Así que allí mismo se pegó una ducha rápida, se volvió a vestir y salió, una vez se hubo despejado la zona, en busca de algo de entretenimiento.

Por lo poco que había buscado al llegar a la ciudad, el barrio húmedo de León era la mejor zona para salir de copas, así que en cuanto llegó comenzó a ojear. Las músicas se entremezclaban en la calle cuando las puertas se abrían, y los relaciones públicas no paraban de ofrecerle ofertas para que entraran en su bar. Tras todas las horas de concierto, el volumen tan alto de los bafles y lo que su garganta se resentía por forzarla, optó finalmente por entrar en un pub que parecía mucho más tranquilo que el resto de discotecas de la zona. Al traspasar la puerta le recibió un fuerte olor a licores entremezclados junto con una tenue luz rojiza. Unas cuantas escaleras daban acceso a un enorme salón lleno de mesas bajas, redondas, con sus correspondientes sillones, la mayoría ya ocupadas por grupos de amigos. Al fondo y en zonas algo más oscuras los sillones se habían cambiado por sofás corridos donde más de una pareja parecía disfrutar de una buena bebida y algún que otro magreo. Esbozó una media sonrisa y negó. Aquello era algo que ya no acostumbraba a hacer. O al menos no en público. La música estaba alta, pero no lo suficiente como para que imposibilitara una buena conversación. Aquello le agradó. Terminó de bajar las escaleras y se acercó hacia la barra, donde enseguida una sonriente y servicial camarera se acercó hacia él.

-¿Qué te pongo, guapo? -Aquella pregunta le hizo gracia. Como una primera y pícara respuesta miró a la muchacha de arriba abajo, acabando el recorrido con un guiño.

-Ponme un cuba libre, preciosa -contestó finalmente. La muchacha rio coqueta, asintiendo, antes de girarse para prepararle el cóctel. Dejó escapar un suspiro y miró a su alrededor curioso, hasta que una voz a pocos metros de él captó su atención.

-¡Ey, Ramón, ponme una cerveza!

-Tú llegas aquí y te pones el mundo por montera, ¿no, rica? -No pudo evitar girarse hacia ellos, ensanchando su sonrisa cuando puso cara a aquella voz. ¿Quién se lo iba a decir? Era ella. Y allí, tan cerca, podía verla mucho mejor que desde el escenario. Aquellos pantalones vaqueros escondían la entrada al paraíso. Fue subiendo desde allí lentamente por su cuerpo, recreándose en cada curva, en cómo aquella mujer sabía resaltar sus encantos, que por lo que veía eran muchos. Pero lo que consiguió atraparle en el concierto, y lo que había conseguido hacerlo nuevamente allí, fueron sus ojos azules. Cuando, una vez más, sus miradas se encontraron, sintió una chispa entre ellos, algo que calentó su cuerpo, parecido a lo que había sentido la primera vez que había descubierto que su mejor amiga, Jacky, escondía grandes placeres bajo sus ropas. Solo que en aquella ocasión había algo diferente.

-¡Guau! -Escuchar tal exclamación de boca de aquella preciosa mujer le hizo soltar una pequeña risa. La noche prometía.


The Black RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora