Capítulo 8 (Parte 3)

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Nunca un lunes se le hizo tan duro a Anne. Tras haber conocido a sus ídolos en persona y haber podido compartir todo un día a su lado, la idea de ir a clase le parecía lo más aburrido e insulso de su vida. Apagó el despertador del móvil con la mano y volvió a meterse bajo las mantas con un ligero quejido. Fuera aún hacía frío, así que aquello sumaba puntos para no querer empezar la nueva semana. Rememoró todo el día anterior: a Jacky maquillándola con su estilo personal, a Joel tocando la guitarra y cantando con ella, a su novia Leah, quien había resultado ser una chica encantadora, a Ed y su particular forma de cuidar de ella. Había sido, sin duda alguna, el mejor día de su vida. Hasta que, como cada mañana, un par de golpes en la puerta la devolvieron al mundo.

─Venga, Anne, que tienes que ir al instituto ─dijo su madre al otro lado. Era hora de dejar de lado la pereza y los sueños para ponerse en marcha. Muy a su pesar apartó las ropas de cama y se levantó, echándose por encima su cálida bata de conejitos rosa, poniéndose las zapatillas y cogiendo su teléfono móvil. Ya se vestiría una vez terminara de desayunar.

Aún con las pestañas pegadas, arrastró los pies hacia la puerta de la habitación mientras deslizaba el dedo por la pantalla táctil de su Smartphone para ver todas las notificaciones recibidas. Tenía más de cincuenta mensajes de whatsapp y un montón de notificaciones de twitter y Facebook. ¿Qué había pasado aquella noche? Pero en cuanto abrió twitter todo el sueño y las dudas se disiparon de golpe.

─¡No puede ser! ─exclamó al ver, en grande, una foto más que comprometida de Edward y su madre─. ¡Ma! ¡Ma, tienes que ver esto! ─Salió a la carrera del cuarto tras casi darse de cara contra la puerta, doblando la esquina del pasillo hasta salir al comedor. Olía, como cada mañana, a tostadas, a leche caliente y café. En la mesa su madre ya desayunaba, lista para salir a trabajar en cuanto ella estuviera preparada.

─¿Qué pasa?

─¡Que te han sacado una foto! ¡Ay, ma, que ahora te van a llamar de los programas esos que ven las viejas! ─Le coloco la pantalla del móvil frente a la cara, tan de golpe que casi la golpea con ella. Con cuidado, la mujer apartó la mano de su hija con cuidado para poder enfocar bien, palideciendo de golpe al ver la foto.

─¿Quién ha...?

─¡Katrina! Es decir, el tweet original es de ella. ¿Esto es que estáis juntos? ¿Es oficial? Jolín, deberías habérmelo dicho, que soy tu hija ─se quejó, hinchando los mofletes. ¿Cómo era posible que su madre no le dijera eso antes de hacerlo público?

─No hay nada oficial, ¿no ves que casi ni nos conocemos? Anda, déjate de cotilleos, desayuna y al instituto. Ya aclararé este lío con Edward cuando tenga tiempo. ¡Arreando! ─Anne hinchó los mofletes y resopló después, sentándose de mala manera en su silla. Se sirvió algo de zumo y, mientras desayunaba, comenzó a leer las notificaciones del resto de las redes sociales. Sus amigas más cercanas estaban flipando con todo el asunto e insistían en que le contaran todo. Aunque lo más curioso fue ver la cantidad de peticiones de amistad en su Facebook por parte de las chicas más populares de su clase y algunas más de cursos superiores que ni siquiera conocían su existencia hasta aquel momento. ¿Iba a ser todo así desde aquel momento? Esbozó una amplia sonrisa, contenta. ¡Por fin iba a ser algo más que la niña rara de la clase! Quizá, pensó, las cosas iban a mejorar en adelante.

El camino hasta el instituto en el coche se le hizo más largo de lo normal. No estaba lejos, y de hecho podría ir andando, pero su madre aprovechaba que le pillaba de camino al trabajo para acercarla hasta allí. Tras despedirse de su madre ya en la acera y prometer que se portaría bien, correteó hacia la entrada del complejo donde sus dos amigas, Sara y Carla, parecían esperarla con impaciencia.

─¡Tía, qué fuerte! ─exclamó Carla nada más verla, cogiéndola de las manos y dando un par de saltitos─. ¿Esa foto es verdad?

─No sabía que tu madre conocía a Edward. ¿Son novios? ¿Tú le conoces? ¡Ay! ¡Podríamos ir a verlos a su casa y todo! ─exclamó Sara emocionada, agarrándose a su vez a la manga del abrigo de Anne, la cual no paraba de reír ante la actitud de sus amigas.

─Mi madre dice que no son novios, pero les he visto varias veces dándose besos. Yo creo que lo son pero aún no lo dicen para que nadie se entere.

─Pues les salió el tiro por la culata, tía, porque ahora todo el mundo lo sabe ─contestó Sara, arrugando la naricilla en un gesto infantil. Anne asintió, mirando a su alrededor cuando, de repente, comenzó a sentirse observada. Más de una chica, y algunos chicos, se quedaban mirándola fijamente cuando pasaban por su lado, algunos cuchicheaban e incluso las más osadas saludaban con la mano como si la conocieran de toda la vida. No le era incómodo, pero sí algo raro. Devolvió el saludo a un grupo de chicas más pequeñas que, al verlo, gritaron emocionadas.

─¡Anne, tía, qué guay que ya hayas llegado! ─escuchó a su espalda. Cuando se giró allí estaba Olga, la chica más popular de su curso. Si dentro del instituto hubiera una jerarquía, estaba claro que ella sería la reina. Era popular con los chicos, guapa, buena en los estudios y con bastante clase vistiendo. Su madre era presentadora de televisión en un popular programa de la cadena de la comunidad, lo que hacía que, además, fuera admirada por unas cuentas chiquillas con problemas de autoestima. Nunca antes la había mirado, ni siquiera la había mirado, pero aquella mañana, curiosamente, fue la primera persona a la que saludó.

─Ho-Hola, Olga ─dijo, ligeramente nerviosa. La chica, sin ni siquiera pensárselo, la agarró del brazo, la separó de sus amigas y tiró de ella hacia el interior del edificio.

─Ay, nena, tenía muchas ganas de hablar contigo. ¿Sabes? Podríamos quedar en el recreo y almorzar juntas.

─Es que yo he quedado con...

─Hecho entonces, ¿vale? Me tienes que poner al día de tu vida y de tus cosas, tía. Además, no hagas planes para el viernes porque es el cumpleaños de Carolina y lo vamos a celebrar en mi casa: catering y pasteles de la mejor pastelería de todo León. ¿va a ser lo más.

─Pero...

─¡Te veo luego, nena, que ahí está Carol! ─Besó su mejilla con rapidez y, tras soltarla, la dejó allí sola, en medio de la entrada, perdida entre una marea de gente que no dejaba de cuchichear. Quizá haber captado la atención de aquella chica no era tan bueno como había pensado, pero una parte de ella, aquella que durante sus primeros años de instituto se había sentido invisible, comenzaba a sentirse bastante feliz. ¿Qué tenía que perder?

The Black RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora