Capítulo 9 (Parte 4)

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El viaje hasta León se le pasó más rápido de lo que había pensado. Desde lo sucedido con Rina los encuentros entre ambos creaban una atmósfera muy tensa, lo que hacía parecer que el tiempo pasaba demasiado lento. Sin embargo en cuanto se metió en el coche comenzó a darle vueltas a lo que haría al ir a verla. Le gustaría invitarla a cenar fuera, a algún sitio donde pudieran estar solos, pero sabía de sobra que eso no iba a ser posible. Si ya la estaban acosando por la fotografía de las redes sociales, no quería saber lo que harían los medios si les vieran ir juntos a un restaurante. También podría llevar algo de comida y cocinar para ella. Estaba más que orgulloso de sus dotes de cocinero. <<No, imbécil, eso ya lo hiciste>> pensé, dejando escapar un suspiro. Al final haría caso a Jacqueline y llevaría unos cuantos pasteles. Incluso pediría algunas trufas de chocolate por si Anne estuviera en casa.

En cuanto llegaron a casa y hubieron sacado todo del coche, su representante quedó con ellos para ese mismo martes. Había conseguido adelantar algunas entrevistas y firmas de discos para acabar con la promoción del nuevo trabajo del grupo antes de que la teclista no pudiera apenas moverse. Iban a ser unos meses de locura, pero gracias a ello podrían disfrutar después de unas buenas vacaciones, ya que hasta que Jacqueline no tuviera al bebé y se sintiera con fuerzas de volver a la carga, el grupo haría un pequeño parón en cuanto a salidas en público. Aunque en un principio Ed pensó que sería aburrido, la perspectiva de poder pasar tiempo con Sheila para conocerla mejor y poder reencontrarse con su lado más cocinillas empezaba a ser agradable. ¿A quién no le viene bien un poco de tranquilidad?

─¿Entonces tenemos que salir de la ciudad de nuevo? ─preguntó Joel.

─Sí, pero volveremos en el día. Solo tenemos que ir a Zamora a grabar una entrevista de televisión y otra de radio. El viernes sí que tendremos que hacer las maletas e ir a Madrid para otra firma de discos y para grabar el programa de televisión que os comenté. ¿Ya sabéis a quienes imitaréis?

─Sí ─contestó Jacky, esbozando una media sonrisa─, pero no sé si van a poder quitarle a Toni esa pinta de gorila que tiene de fábrica.

─¡Y a ti a ver quién te sube esas tetas caídas! ─gruñó él, enseñando los dientes cual león enfadado, lo que hizo que la pelirroja riera a carcajadas, caminando hacia el interior de la casa.

─Quedaos ahí hablando, yo voy a darme un baño, que lo necesito. Te veo el martes, jefe.

─Cuídate, Jacqueline. Y recuerda seguir la dieta del...

─Del médico. Que sí, papá ─se burló la pelirroja tras cortarlo, alzando la mano mientras desaparecía tras la puerta de la casa.

Tras dejar las cosas en la habitación, Ed se puso las gafas de sol y, tal cual había llegado, cogió el coche y salió directo hacia el centro de la ciudad. Pese a ser domingo las panaderías estaban abiertas, así que hizo un parón en una de las más conocidas de la ciudad y compró los pasteles. Como no sabía exactamente cuánto comprar y prefería pasarse, acabó pidiendo una bandeja de medio kilo, pidiendo que por favor le pusieran más de una o dos trufas de chocolate. La panadera, sonriente, no se opuso a la petición del cantante, así que poco después salió de allí y continuó el camino hasta casa de la policía.

Estaba algo nervioso. No por el hecho de verla, sino porque no había podido hablar seriamente con ella de lo sucedido. En cierto modo se sentía culpable por lo que Rina había hecho, ya que aunque siempre pecaba de cauto, en aquel momento se había dejado guiar por sus deseos sin pensar en las consecuencias. Solo esperaba que sus vidas no se hubieran visto demasiado sacudidas por todo el asunto.

Al llegar al portal se cruzó con una de las vecinas de Sheila, una señora ya mayor que no dudó en dejarle pasar y en lanzarle un piropo que sonrojaría a más de uno. Pero en vez de sentirse ofendido, le dedicó una sonrisa a la pícara señora y le deseó una buena tarde. Subió las escaleras hasta el piso de la policía y llamó un par de veces tras suspirar. Por primera vez no sabía cómo saludarla. ¿Qué estaba pasando? Con cualquier otra chica se habría apoyado con ambas manos en las jambas de la puerta y habría recibido a la muchacha con una media sonrisa, esa que tan enamoradas las tenía a todas. Y sin embargo, por primera vez, se sentía perdido. Escuchó el pestillo de la puerta abrirse y alzó la mirada, cogiendo aire y empezando a esbozar una sonrisa. Pero esta se le congeló en el rostro cuando, ante él, apareció un hombre alto y musculado, con el pelo totalmente empapado y cubierto tan solo por una toalla. Le miró sin saber muy bien qué decir, posiblemente con la misma cara de pasmado con la que le miraba el otro hombre.

The Black RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora