Capítulo 32: Orgullo y juicio.

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—Vale, conozco de qué va esto y estoy confundido —soltó Cook—. Si vas a pegarme una hostia quiero saber el por qué.

—No seas tonto, lo he hecho porque quería darte... Las... Gracias... —me costó admitir.

—Eso viniendo de ti es sorprendente, no voy a negarlo.

—Sí, pero bueno... Vámonos a casa.

—Eso, eso...

Gruñó mientras se movía en su asiento para encontrar la postura perfecta para poder dormir con comodidad. Prendí el motor e inicié el camino de vuelta a nuestra morada, Cook encontró una buena postura para él que para muchos otros puede resultar ser nefasta. Estaba hecho una bola en el asiento con el cuello en dirección contraria a todo su cuerpo.

—Si te pones así te va a dar tortícolis. —le reñí.

—Déjame. —gimió.

—Ya no digo nada, tranquilo.

—Mañana tienes que ir al instituto, por fin sentiré paz, no tendré que aguantarte.

—Vaya, eres muy bipolar, eh. —me reí— Bueno, como siempre: en las noches seremos amigos, pero al día siguiente volveremos a ser enemigos.

—Si lo dices así parece que tengamos sexo todas las noches.

—Oye, malpensado, no he dicho nada de eso.

—Pues cualquiera que te oiga pensará que somos follamigos.

—Ya te gustaría.

—Eso tú, si probaras a este Dios no querrías catar a nadie más —explicó—. Pero para ti esa oferta no está disponible, que lo sepas.

—Cuando vayas un poco borracho me gustaría saber si la oferta se muestra de golpe y porrazo.

—Ni de coña, a mí me gusta alguien.

—¿Ah, sí? —pregunté, aclaré mi garganta— ¿Quién es?

—Aaaaaah, no lo sé. —respondió, riendo.

—Effy, sé de sobras que es ella quien te gusta y te ha gustado siempre.

—Ya, bueno... Dormiré un poco, ¿vale?

Era obvio que a Cook le gustaba Effy, solo por escuchar esos silencios era suficiente. Le gustaba mi mejor amiga y eso no era ninguna novedad. Durante todo el trayecto pensé en que volver con John era lo acertado, era injusto para mí, pero no podía dejar que mi padre se suicidara. Pese a que fuera un egoísta es la única sangre que me queda. Conduje durante una media hora aproximadamente, para ser de noche había un tráfico inhumano.

Aparqué el coche en el jardín, en una plaza que había para poder dejar el coche bien protegido de ladrones. Volteé hacia Cook, estaba durmiendo con la boca abierta y el cuello echado hacia atrás, cualquiera que nos viera se pensaría que le había desnucado sin piedad.

—Despierta. —zarandeé el cuerpo del chico.

—No quiero una huerta... —balbuceó.

—¡Despierta!

Se dio la vuelta cruzándose de brazos mientras me miraba con odio, ¿de verdad creía que iba a dejarle dormir en mi coche? Tengo alma.

—Vamos dentro, venga. —le pedí.

—No quiero. —se movió— ¡AY! —se llevó las manos al cuello.

—Te he dicho que tendrías tortícolis.

—Tú siempre dices muchas cosas. —resopló.

—Venga, que quiero descansar.

Ambos salimos del coche, Cook decía cosas a regañadientes sobre que Paddy había acaparado toda la cama y ahora le tocaba dormir en el sofá. Un gato negro, que vete a saber de dónde salió, vino corriendo hacia Cook para que le acariciara, el rubio se mostró tan manso con el animal que me dio ternura. Luego recordé del chico del que se trataba y la ternura se convirtió en asco.

Shifting Skins | El diario de Nessie AyersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora