Capítulo 3: La rosquilla.

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—¿Un cabeza hueca como tú? —me burlé— No, gracias.

Mantuve una distancia considerable entre ambos y posicioné mi cuerpo al lado del de Freddie, Cook soltó una risita por lo bajo que me pareció extraña. No conseguía descifrar ninguna de sus actitudes y me frustraba. Usualmente, siempre tengo las cosas bajo control y cuando no es así tiendo a caer en el estrés.

—Así que tú... —trató de decir, pero corté su frase.

—Mira, James Cook, no me gusta la gente como tú ni lo que haces ¿Vale? —dejé claro— Así que apártate de mi vista, ni tú ni tu tatuaje sois graciosos. —espeté.

—¿James Cook? Hacemos avances. —dijo.

Por supuesto, él había evitado mis duras palabras que querían dejarle clara la situación y mis pocas ganas de interactuar con él. Sin embargo, utilizó eso para reírse de mí como el estúpido que es. Encima, es un engreído al que estaba empezando a odiar. Es irritante y sabe salirse con la suya sea como sea, además de que sus actos impulsivos le hacen ser molesto a mi parecer. Solo le interesan las tonterías y no es lo que quiero cerca de mí ni de mi núcleo social.

Mi teléfono móvil empezó a vibrar dentro del bolsillo de mi chaqueta, lo cogí pensando que tal vez eran mis padres, pero me llevé una grata sorpresa. Sid era el que había marcado mi número. Antes de poder descolgar el teléfono, Cook curioseó sobre mi hombro para ver de quién se trataba.

—¿Sid Jenkins? —preguntó— Mírala qué mona con su novio.

—A ti sí que te va a quedar la cara mona de la hostia que te voy a dar. —bufé.

Esas palabras mías no habían sido muy decentes ni educadas, sin embargo, no me salió decirle algo más flojo. Pasé por su lado sin darle el gusto de chocar nuestros hombros con rivalidad, no iba a hacer eso porque sabía que solo caería a su nivel. A toda prisa me fui por un pasillo que estaba vacío para poder atender la llamada sin interrupciones. Necesitaba paz y tranquilidad, Sid me había dejado más de tres llamadas perdidas.

—¿Sí? —descolgué.

—Joder, por fin... —suspiró— Nessie, ¿estás en el insti?

—Sí, claro, ¿por?

—¿Podrías ir a mi antigua taquilla y ver si hay algo dentro? —preguntó— Creo que me dejé varias cosas...

—Sí, claro, ¿Qué número es?

—La... Huy, no me acuerdo...

—¿Está cerca de la de Tony?

—Sí, bueno, por ahí.

—Genial, pues entonces sé dónde está.

—Llámame cuando sepas qué hay dentro.

—Vale, ni que guardaras cosas de adultos ahí.

No hubo respuesta, entonces supe que una de las inquebrantables normas de la directora estaban en juego.

—¡No me jodas, Sid!

Estallé a carcajadas, esperaba que no se hubiese dejado cosas muy íntimas en su antigua taquilla porque a quien le tocara no le haría mucha gracia. Era para partirse de la risa de tan solo pensarlo.

—¡No se lo digas a nadie! —suplicó.

—Seguro que todos lo saben. —repliqué, molesta.

—Razón no te falta, en fin... Luego me llamas, eh.

—Que sí, pesado. —gruñí.

Colgué después de que objetara una queja por mi comportamiento y me mofara de él, es que Sid no tiene remedio... Entiendo que pudiera sentirme atraída por él, es adorable y gracioso. Es el típico chico que me atrae, aunque solo por ese lado, porque Sid también tiene cosas cuestionables como todo el mundo.

Shifting Skins | El diario de Nessie AyersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora