Capítulo 1: Ahogándome en la nostalgia

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Mi querido Bristol, volvía a estar allí, lo había echado tanto de menos que ya ni su fragancia recordaba. La ciudad desprendía una esencia particular, para mí olía a humedad, césped recién cortado y algodón de azúcar, seguía oliendo así.

Es una mezcla de olores un tanto catastrófica, pero así es Bristol, puede ser la mejor o la peor catástrofe que pase en tu vida, porque me gusta creer que después de lo desastroso siempre queda algo bueno.

Esta vez no iba perdida por las calles de Bristol, reconocía cada una de ellas, había pasado tiempo, pero recordaba las cosas aunque hubiesen cambiado. Mis zapatos se pegaban al asfalto cada vez que daba un paso, como si no me creyera que hubiese vuelto allí.

Estaba nerviosa, yo había evitado sucesos como la muerte de Freddie entre otras cosas, no obstante tuvieron sus consecuencias, duras para ser exacta. No vayas a pensar que me cargué a alguien, simplemente es que me distancié de personas que me importaban y vi que no me hacían tanta falta.

Evité que Sid se suicidara, no sé dónde estará ahora, pero espero que esté bien. Él fue muy importante para mí, yo nunca había escrito ni una de las cosas que habíamos pasado juntos. Le llamaba cada día o él me llamaba, nos enviábamos mensajes continuamente y nos asegurábamos de que ambos estuviéramos bien en cada aspecto en el que una persona puede estarlo.

Por la parte que le corresponde a Michelle, ella fue para mí una hermana mayor en toda regla, ya que mi hermana de verdad en esa realidad deseada estaba persiguiendo su sueño de cantante y yo no podía arruinar su profesión. Centrándonos en Michelle, ella venía a visitarme siempre que podía y no os creáis que solo ella venía, no, yo también iba a buscarla cuando tenía tiempo. Michelle siempre decía que éramos como novias, siempre buscándonos y estando todo el tiempo desviviéndonos la una por la otra, pero eso es lo que creo que hacen los amigos, apoyarte en todo momento. Cada vez que un chico la trataba mal yo estaba al teléfono las horas que mi amiga necesitara.

De Cassie hubo una temporada de la que no supe nada de ella y ahora aún menos, éramos amigas, pero después de que ella rompiera con Sid se distanció tanto de mí como de Michelle.

Pensando en mis amigos verdaderos, enfocada y perdida en mis recuerdos, mi instinto me pidió que elevara mi cabeza para poder mirar algo en especial: mi casa. Me tapé la boca y ahogué un grito de emoción, nunca la había descrito y si lo había hecho era de una manera muy pobre.

Mi casa era grande y de piedra, pero no cualquiera, no... Era una piedra bonita, como las casas tan chulas de los ricos, porque en mi realidad deseada lo soy. La puerta era color café, con el pomo de color cobre, yo solía tapar siempre con mi mano la mirilla para que mi hermana se pusiera nerviosa y me hiciera caso. Metí la mano en el bolso que llevaba y empecé a hurgar con esperanza de tener las llaves ahí, en efecto era así.

Abrí la cerradura color cobre, justo debajo del pomo. Las llaves eran doradas y siempre tenían ese aspecto de llaves de biblioteca antigua. Entré dentro de la casa, estaba tremendamente limpia, como siempre, seguía igual.

Cerré la puerta detrás de mí, el suelo de madera oscura se escondía debajo de una alfombra verde que había en el pasillo, era pequeña, así que no lo cubría todo. Dejé mis zapatos en el recibidor y cogí mis pantuflas, que aún estaban en su cajoncito bien puestas. Mi bolso negro tipo baguette fue a parar al sofá cuando me metí en el salón, tan grande como de costumbre, amaba cada parte de él. La casa era preciosa, cada rincón que la caracterizaba. Una casa típica de ricos que han tenido muchísimo dinero y lo han invertido bien, es algo vintage, algo del estilo Dark academia, pero con mucho más estilo.

Subí a mi habitación, era una fantasía. Estaba bien iluminada, las paredes eran de un tono blanco perfecto y la madera del suelo era mucho más clara que en el resto de la casa. Mi cama era grande, con su colchón duro para que mi espalda esté bien puesta. El cabecero de serpientes doradas y de cristal seguía intacto. El espejo que había en el armario empotrado estaba tan limpio como los chorros de oro.

Shifting Skins | El diario de Nessie AyersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora