Capítulo 3: Buscando un lugar donde dormir.

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El castaño seguía mirándome atentamente mientras mascaba mi regaliz con la boca cerrada, agradecí eso último.

Como yo no contestaba, James optó por devolverme el poco regaliz que quedaba y me lo puso en la boca de nuevo.

—Te devuelvo tu "cigarro" —me dijo—. Yo ya tengo.

Sacó un paquete de cigarrillos y su mechero, cuando prendió uno de ellos volvió a guardar lo que había sacado previamente. Expulsó el humo tiritando, la verdad es que hacía mucho frío.

—¿No tienes frío yendo tan poco tapada? —me preguntó, pero yo no contesté.

Rodando los ojos se quitó la chaqueta tipo bomber  y la puso por encima de mis hombros.

—Gracias, pero no gracias. —solté devolviéndole su bomber.

—Por fin me hablas. —se reía poniéndose su chaqueta.

—Sí, soy Nessie Ayers —expliqué—. Y toma el regaliz, lo has mascado, ya no quiero más. —le ofrecí el dulce.

Lo tomó con gusto y se lo comió de un bocado.

—Siempre con tus manías. —bufó.

—¿Tú eres James Cook, no? —pregunté.

Volvió a meterse el cigarrillo en la boca y expulsó el aire de nuevo, lo puso entre sus dedos y le dio varios toques para que la ceniza se fuera volando junto a la helada brisa.

—O lo que queda de él. —respondió.

Miré su cabello con atención, ya no era rubio era más bien castaño con un toque oscuro como el color del dulce de leche. Me daban ganas de tocar su cabello para ver si era igual de suave.

—¿Qué pasa, me estás psicoanalizando, Ayers? —me preguntó riendo.

—No, pero podría hacerlo. —me mofé.

Se quedó absorto durante varios minutos mirándome mientras le daba caladas a su cigarrillo y expulsaba el humo con delicadeza. Mientras yo percibía esa fragancia de cigarrillos, me di cuenta de que eran los mismos que fumaba en su adolescencia, tienen un olor en particular, no a María, más bien algo dulce.

Me sentía intimidada por su presencia y sus ojos chispeantes que parecían no tener emoción, y la poca que le quedaba la estaba presenciando ante mí, mientras se focalizaba en mi persona. Me pareció curioso que teniendo un cielo lleno de estrellas y a la preciosa luna solo me mirara a mí.

Los rayos de la luna impactaban con su luz en el rostro del castaño reflejando su palidez destacando sus heridas, lo primero que pensé es que se habría metido en alguna que otra pelea. Esperaba que fuera solo eso.

Al ver que le prestaba tanta atención, toda la que yo podía dar, me dedicó una sonrisa llena de pillería. Me hizo estremecer, algo crecía en mí y no me gustaba esa sensación, la había experimentado cuatro años atrás en un pasillo del instituto justo delante de su taquilla.

—Creo que me voy para adentro. —solté.

Asintió con su cabeza algo decepcionado, ¿De qué se supone que tiene que estar decepcionado, se esperaba que le diera un premio o algo?

Me metí en el edificio sintiendo la ola de calor proveniente de la alta calefacción. Debo admitir que me mareé un poco por el choque de temperaturas, fue drástico. Mi cuerpo empezaba a sentir el calor, ya no tenía esas cuchillas congeladas clavándose en mi piel como agujas.

Volví a entrar en la habitación de Sid, él seguía durmiendo, tomé su mano y dejé mi bolsa en mi falda porque no quería que me quitaran nada. Me acomodé en el sillón para poder dormir junto a él, asegurándome de que no iba a apartarse de mí, asegurándome de que no iba a perderlo de vista nunca más.

Shifting Skins | El diario de Nessie AyersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora