No era dueña de mis propias piernas mientras subía rápidamente y a grandes zancadas la cuesta verde de esa especie de colina. Las lágrimas salían furiosas y sin control por mi desespero, no sabía lo que iba a encontrarme, eran llevadas por el fuerte viento que golpeaba mi cara con fuerza. Gritaba el nombre de mi amigo con fuerza y dolor, estaba consternada.
—¡SID! —gruñí con todas mis fuerzas.
Esos berridos salían de mis dulces labios mientras los pinchazos de mi corazón querían que amortiguara mis pasos, que bajara la velocidad. Pero me negué a hacerlo. Mi pecho se desgarraba con una locura de otro mundo, mi propio cuerpo me estaba agarrando y frenando. Me tropecé con mis propios pies cayendo al suelo, heridas se formaron en mi piel cuando las zarzas desgarraron mi piel. Cuando respiré lo suficiente para continuar, me levanté y seguí con mi camino, las lágrimas seguían descontroladas nublando mi vista, obligándome a secarlas cada diez segundos.
—¡SID, SID JENKINS! —pegué otro berrido.
Se estaba haciendo de noche, el sol se escondía y parecía apagarse. Yo no podía dejar que Sid también lo hiciera, que su corazón se apagara. Mis piernas se raspaban con todo tipo de ramas y plantas punzantes. Mi piel estaba roja por usar tanto mi sangre, el frío también cooperaba a que ese color se hiciera presente. Mi corazón bombeaba a toda pastilla y mi respiración estaba alterada. De hecho, ni siquiera notaba mi respiración, solo quería notar la de Sid.
Volví a caerme cuando mis pies se toparon con el barro que hizo que me resbalara. No tenía tiempo para más complicaciones, no había tiempo para mirar atrás. El barro se pegaba a mis zapatos entorpeciendo mi avance, empezó a llover provocando que mi pelo mojado dificultara mi visión.
Y cuando por fin llegué al acantilado, me tiré al suelo, exhausta. Decidí levantarme y caminar para que nada malo pudiera pasarme. Yo caminaba en círculos desesperada. Los bichitos corrían por el suelo buscando refugio, la lluvia cada vez caía con más intensidad.
Miré a mi alrededor, Sid Jenkins se estaba aproximando al bordillo del acantilado.
—¡SID! —grité.
Corrí hacia él, sin embargo, el chico me hizo parar con la palma de su mano.
—Nessie, no tengo remedio —dijo—. Cassie me ha dejado, no tengo por qué más vivir... Quiero morirme, quiero saltar ahí y ser como un cisne. ¿Te acuerdas de aquel cisne que murió ahogado porque un ala se le había roto contra una roca? —explicó— Pues yo tampoco tengo alas, mis fuerzas se han consumido al completo.
La sal del agua llegaba hasta nosotros con ayuda del viento, ¿Cisnes en el mar?
La sal se le pegaba a la piel, creo que el chico llevaba un tiempo por aquí en trance. Sumido en la absoluta y poca tranquilidad que había encontrado. No había nadie más que nosotros.
La lluvia nos empapaba más que el mar podía hacerlo al saltar hacia el agua.
—Sid, tú no eres un cisne —dije—. Tú eres más bello que eso.
—No, nadie me necesita... Si salto me sentiré amado por mí.
—Para amarte a ti mismo no necesitas saltar o morir, tú ya vales mucho, Sid.
Me acerqué al chico con lentitud y discreción, él dio varios pasos hacia mí. Sin embargo, sus pies se detuvieron.
—Nadie me necesita, Nessie... Cassie lo hacía, pero nadie más —explicó—. Mi madre no quiere saber nada más de mí.
El chico se quitó las gafas para secar sus lágrimas y se las volvió a poner con avidez y rabia.
—"Estás bien", dicen, "No tienes nada por lo que estar triste" —dijo, escupió eso desde sus adentros—. "No sé qué ha pasado, estabais tan felices, ella es tan buena y encantadora". —lo dijo con lágrimas en las mejillas y dolor en el corazón.
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Shifting Skins | El diario de Nessie Ayers
FanficUna chica llamada Nessie Ayers decide probar el famoso "shifting" en el que las chicas adolescentes dicen poder cambiar de realidades y entrar en sus películas, series o sagas de libros favoritos. Entró con el propósito de cambiar a una de las perso...