Capítulo 5: Revelaciones inesperadas.

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—Venga, chicos, pasad. —nos animó Effy haciéndose a un lado.

Sid y yo cruzamos el portal con cierta timidiez, el hecho de que Effy hubiese visto a James no me preocupaba porque yo puedo hacer lo que quiera. Lo que realmente me preocupa es que Effy monte un pollo, porque siempre lo hace y no tengo ganas de malos rollos, parece una niña pequeña y ya tiene veintiún años.

Los tres subimos los escalones con vigor, mi amigo y yo teníamos ganas de estar apartados de Manchester y sus problemas. Como también estábamos emocionados por ver el apartamento de Effy.

Subimos hasta la séptima planta totalmente agotados, ¿Cómo subía la compra cada día? No había ascensor, que locura.

—Abre la puerta, que las cosas me pesan. —se quejó Sid.

—Sí, ya tendremos tiempo de hiperventilar dentro. —añadí.

La chica de ojos azules asintió y abrió la puerta para dejarnos entrar, sin duda el apartamento era sorprendente: paredes blancas combinadas con guirnaldas bohemias, lámparas de techo de varios colores, alfombras de estampado indio y el suelo me llamó la atención, eran unas baldosas marrones rojizas que nunca antes había visto.

No quise fijarme mucho para que Effy no se incomodara, porque parecía que estaba analizando hasta la más mínima mota de polvo.

—¡Freddie, Naomi! —avisó Effy.

Del oscuro pasillo la luz se hizo y aparecieron los dos mencionados.

—¡NESSIE! —chillaron emocionados.

Me abrazaron como si no me hubiesen visto desde hacía mil años, bueno podría decirse que había sido así. Me sentí feliz al saber que ellos no me habían tratado mal sabiendo que los había dejado "abandonados" de alguna manera. Me sentí tan liberada que no me quería despegar de mis antiguos amigos.

Finalmente nos separamos sonrientes y se dirigieron a Sid, Effy se puso a mi lado y recargó su cabeza sobre uno de mis hombros y rodeó mi brazo. Apoyé mi cabeza con la suya y se acomodó con una risita de satisfacción.

—Oh —se apartó—. Tendréis que dormir juntos, solo hay una habitación —me explicó—. Aunque si lo prefieres puedo echar a Freddie de nuestra habitación para que duermas conmigo y te sientas más cómoda. —me miró atentamente con la típica sonrisa que la caracteriza.

—No, tranquila, estoy a gusto con Sid. —dije.

—Vale, perfecto. —dijo, pero no le hizo mucha gracia.

—Oye, ¿He oído habitación? —dijo Sid—. Yo quiero saber dónde está, quiero dejar mis cosas. —se quejó.

—Deja de quejarte viejo lisiado —dijo Freddie—. Ya os guio yo mismo. —se ofreció.

—Puedo hacerlo yo. —propuso Naomi.

—No, tranquila, con Freddie vamos bien —dijo Sid—. Excepto si quiere matarnos, claro.

—Ni de coña, anda venid conmigo. —añadió el guía.

Seguimos al moreno hasta el final de un diminuto pasillo, había una puerta de madera vieja que podría caerse a cachos perfectamente. Sid me miró con cara de: "Yo no me meto ahí", pero teníamos que hacerlo amigo mío.

Freddie abrió la puerta de un rápido movimiento, provocando que la puerta casi se desencajara. Es que este chico no tiene remedio alguno...

—Bueno, aquí tenéis vuestra habitación de hotel. —dijo Freddie y se fue.

Wow, que gran presentación... Por otra parte la habitación era bonita y estaba muy limpia, la cama era de matrimonio con las sábanas tan blancas como las paredes. El suelo era el mismo para toda la casa, así que no era un cuarto muy peculiar, la verdad. Que no me quejo, eh, que por lo menos hay un techo en el que estar y eso se agradece siempre.

Shifting Skins | El diario de Nessie AyersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora