Capítulo LVIII

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Harry se despertó temprano aquella última mañana en Grimmauld Place, acurrucado junto a Draco. La pálida luz invernal se filtraba por las rendijas de las cortinas de la pequeña y fea habitación, iluminando los muebles recargados y la mohosa alfombra. Apretó el brazo que había pasado por encima de la cintura de Draco y acurrucó su cara en la pálida piel del cuello de su novio, inhalando el dulce olor de su champú.

- ¿Todo bien? -murmuró Draco, somnoliento.

-Sólo voy a echar de menos esto -admitió Harry-, despertarme contigo.

-Hm -reconoció Draco- me alegro de que aprecies el privilegio.

Harry resopló y empujó al otro chico hacia delante, haciéndolo rodar sobre su frente y atrapándolo allí, a horcajadas sobre sus muslos, presionando su pecho contra la parte plana de la espalda de Draco.

- ¿Puedo ayudarte? -preguntó Draco, con la voz apagada por la almohada.

Harry giró las caderas significativamente, su erección matutina rozando el fino algodón de los pantalones de Draco. Mordisqueó el lóbulo de la oreja de Draco.

-Quizás.

- ¿Qué estás haciendo? -Draco bostezó, girando la cabeza para que se le oyera mejor.

Harry no perdió tiempo y presionó dos dedos entre los labios recién expuestos.

-Ponlos bien mojados para mí, pequeño imbécil bocazas -le ordenó Harry-, tengo muchos privilegios que apreciar esta mañana, y un tiempo finito para hacerlo.

***

El regreso de Hogwarts y las primeras semanas del nuevo año fueron benditamente sin incidentes. Harry se permitió tímidamente creer que tal vez Wilma Brown era la única culpable de los ataques del otoño. Las clases de Quidditch, del fiscal y de oclumancia con Clark se reanudaron sin problemas y las clases de la profesora Haberdash-Pewter volvieron a su habitual tono onfalocéptico. Hermione seguía recaudando fondos para el Fondo de Equidad para Niños Mágicos y Narcissa Malfoy estaba demostrando ser una administradora astuta, creando una junta directiva para la transparencia y reclutando a Harry para que diera respuestas agradables y personalizadas a los principales donantes, que Draco insistía en editar.

Harry se alegró de ver a Clark de buen humor después de las vacaciones. Hiram (el chico, no la lechuza) era una sombra casi constante a su lado y parecía admirar ahora el inconformismo que tanto le había horrorizado en septiembre. Las tardes que no pasaba con él, con el E.D o con los entrenamientos de los wyverns, las dedicaba a estudiar. Las pruebas de acceso a la universidad, como Hermione y Draco se apresuraron a recordarle, eran inminentes. Harry descubrió que no le importaban mucho las horas en la biblioteca, animadas por el ocasional roce de la mano de Draco sobre su muslo bajo las largas mesas comunes atestadas de octavos años y sus interminables plumas y pergaminos. Harry se sentía asentado en su relación de una manera que no había tenido antes, sabiendo que una llave de Grimmauld Place estaba guardada en el pecho de Draco. Aliviaba la irritación que le producía volver a su propia cama a las cuatro de la mañana para no ser descubierto.

Poco después de quedarse dormido en su propia cama una mañana temprano, tuvo el sueño.

En él, Wilma Brown estaba de pie en el vestíbulo, igual que aquella horrible noche. Draco estaba allí, pero en lugar de proteger a los de primer año, detrás de él estaba toda la familia Weasley, acobardada y sin rumbo. Fenrir Greyback estaba encorvado a los pies de la señora Brown, dándose un festín con los restos de su hija. El sonido resbaladizo y viscoso de las vísceras de Lavender deslizándose por el gaznate del hombre lobo hizo que Harry se mareara. Los huesos de Draco se estaban rompiendo de nuevo, sólo que esta vez, Harry estaba viendo cómo sucedía. Se dio cuenta de repente de que estaba inmóvil bajo su capa de invisibilidad, la voz de Draco cruda por los gritos mientras ella rompía cada frágil hueso de su cuerpo. No sólo las manos y los brazos esta vez, sino también los pies, las rodillas. Draco se disolvió en el suelo mientras su estructura se hacía añicos. Los ojos de los Weasley estaban sobre él, la mirada de George fría e impasible, una sonrisa de labios finos que se dibujaba en sus labios mientras Draco se convulsionaba de dolor, con un desorden blanco y espumoso goteando sobre su barbilla.

Un Camino A Seguir [ Harco ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora