Capítulo XCIV

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Sonaron pasos en el pasillo.

-Lavender, ¿puedo recomendarte que te escondas? Sólo hasta que aclaremos esto. Para evitar que quedes atrapada en otro alfiler de corbata. -aconsejó Harry.

El fantasma buscó por la habitación, impotente.

-Puedes usar mi cisterna si quieres. -le ofreció Myrtle, muy servicial.

Lavender no parecía muy entusiasmada con la perspectiva, pero los pasos se acercaban rápidamente y así, con un último escalofrío de asco, se zambulló en el retrete y desapareció.

Ron y Hermione aparecieron en la puerta, sin aliento y preocupados.

- ¿Qué ha pasado? -preguntó Hermione- ¿Están bien?

Harry se acercó a Clark, poniéndole una mano en la nuca y tirando de él hacia su lado.

-Estamos bien -les aseguró-. Gracias a este imprudente y brillante idiota.

Clark se sonrojó y se retorció incómodo ante sus palabras.

-Yo no he hecho nada -protestó-. Sólo proporcioné el lugar de reunión. Harry fue quien la convenció.

Hermione y Ron parecían no estar sorprendidos.

-Salgamos del baño y busquemos un poco de té y a la directora -determinó Harry-. Luego los pondré al corriente.

***

Era de noche cuando terminaron de hablar con McGonagall. Lavender había sido citada, examinada e interrogada, corroborando la historia. Explicó cómo había encontrado a su madre trabajando en el castillo en otoño, y cómo la señora Brown había ejecutado muchos de los ataques hasta su destierro de los terrenos de la escuela. Habló de lo sola que había estado, de lo infinitamente enfadada. Habló de cómo Clark la atrajo y la atrapó en sus pensamientos aquella primera vez, de cómo ella se enfureció y él la escuchó. Finalmente, Lavender habló de cómo Harry la había ayudado a superar eso. Puede que no esté en paz, exactamente, ya que los fantasmas nunca lo están de verdad, pero la violencia que había en su interior se había extinguido.

El fuego maldito también se había extinguido, pero el castillo era una bruma de humo. La luz de las velas que se filtraba por él evocaba una sensación inquietante y desconcertante que se reflejaba en las expresiones de los estudiantes. Se habían instalado catres en el gran salón hasta que se pudieran desalojar las salas comunes y reconstruirlas como fuera necesario. En el vestíbulo se había instalado un ordenado bufé, y el aire estaba perfumado con un sordo rugido de charlas ansiosas y excitadas, intercaladas con algunas lágrimas. A Harry le dolía la cabeza. Estaba con Draco, Clark y Karanjeet, comiendo una cena fría. La piel de Clark estaba pálida bajo sus pecas y había estado cerca de Harry durante todo el día. Su anterior confianza se había convertido en malestar y a Harry no le gustaba.

-Vamos, ustedes dos -dijo a Clark y a Karanjeet-. Los dos parecen agotados. Pueden dormir en mi cama y en la de Seamus. Nunca las usamos, y necesitan descansar bien, cosa que no van a conseguir ahí. -inclinó la barbilla hacia el gran salón.

Atwal parecía escandalizado.

- ¿Los dejan escabullirse en las camas de los demás? ¿En la escuela?

-Somos adultos legales -bostezó Draco-. Los profesores no tienen la costumbre de vigilar nuestros dormitorios.

***

Antes de ir a la cama se tomó una última taza de té. Los ojos de Clark iban de un lado a otro entre su taza y Harry y Draco mientras Atwal recorría la sala común de octavo año, deleitándose con las felicitaciones de los alumnos mayores por su participación en el día.

Un Camino A Seguir [ Harco ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora