Capítulo LXVI

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-Y me preocupa que esté más preocupado por perder el Quidditch que por el ataque de un cwalus asesino al alumnado, porque sinceramente, eso parece bastante normal, a estas alturas. Es bastante jodido, ¿no? -Harry suspiró, mirándose las manos.

Estaba sentado frente a Zerk en la sala de amapolas de San Mungo.

-Harry -dijo Zerk con amabilidad, porque siempre era condenadamente amable incluso cuando Harry confesaba cosas mezquinas y horribles-, sabes que es posible sentir simultáneamente cosas diferentes sobre hechos separados, ¿verdad?

Harry se mordió el labio.

-Cuando el incendio estaba ocurriendo era más importante. Estaba terriblemente preocupado por Clark, no podía pensar en nada más que en él. Pero él está bien y el resto de los Slytherin también están bien. Pero la situación del Quidditch no está bien y no puedo dejarla pasar. No he entrado en el puto equipo y no sé si es por falta de habilidad o porque estoy con Draco. He cogido este bonito y rosado futuro que he soñado y he tenido que tirarlo a la basura. ¿Qué pasa si puedo tener a Draco o puedo tener el Quidditch, pero no puedo tener ambos?

-Dímelo tú.

-Draco. Siempre elegiré a Draco. Pero creo que le preocupa que esté resentido con él.

- ¿Y es así?

-Por supuesto que no. Estoy resentido con El Profeta y con el puto equipo de publicidad de las Flechas y estoy resentido con mis implacables pesadillas por haberme arruinado esto en primer lugar. Y estoy resentido con el maldito fantasma de Lavender y su madre sin carácter, y estoy resentido con Fenrir Greyback y Voldemort y toda la maldita guerra.

-Parecen cosas razonables contra las que dirigir el resentimiento. -observó Zerk.

Harry echó la cabeza hacia atrás en el sofá.

-Sueno como un niño, lloriqueando por no salirme con la mía.

-La gente no llega a cierta edad y se le pasa la decepción. Creo que tus sospechas no son infundadas, y a nadie le gusta que lo traten injustamente.

Harry lo consideró.

-Cuando era niño, Draco siempre me acusaba de recibir un trato especial. A Ron también le molestaba un poco. Solía enfadarse mucho, porque no parecía que estuviera recibiendo un trato especial, pero en retrospectiva, supongo que lo era. Sólo que rara vez era tan bienvenido como parecían creer.

- ¿No es el caso ahora?

-Merlín, en absoluto. En todo caso, son mis partidarios más acérrimos; es más probable que exijan que me den un trato especial que se resientan por ello.

-Inspiras lealtad. -comentó Zerk.

-Basta. -dijo Harry secamente.

- ¿Por qué te resulta tan difícil aceptar los elogios sinceros? -preguntó Zerk, con la voz tan serena como siempre. La pregunta era curiosa, no acusadora.

-Puedo aceptarlo de gente en la que confío. Me lo creo cuando Ron o Hermione dicen algo, o la profesora McGonagall. Lo siento, no intento decir que no confío en ti-

Zerk levantó una mano despectiva.

-No tienes que preocuparte por herir mis sentimientos aquí, Harry. Entiendo que la construcción de la confianza es un proceso, y no nos conocemos desde hace mucho tiempo. Así que el valor de los elogios depende de la persona que los haga. Por lo poco que me has contado, deduzco que tu infancia careció de amabilidad.

Harry resopló burlonamente, pero no respondió. No quería hablar de los Dursley.

Zerk no lo presionó al respecto, sino que continuó con su evaluación.

Un Camino A Seguir [ Harco ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora