Capítulo 43: El karma de una bruja.

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"En la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias"

Robert Green Ingersoll

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Salem – Massachusetts (primavera de 1690):

Estirando la diestra hasta aquel canastillo de mimbre repleto de hiervas, Ian cogió algo que ella le había llamado con el nombre de tomillo, luego giró el rostro y observó a esa mujer: piel blanca, cabello negro cogido en un tomate, ojos grandes y azules y un lunar en el costado izquierdo del mentón...

Habían llegado hacía un mes al pueblo dentro de un grupo de agentes de Sion llamados por unos sucesos extraños quizás causados por seres corruptos, hasta ahora, la brigada de comandaba Antoni, habían dado con varios vampiros neófitos que, sin siris ni nadie que les explicara lo que sucedía, habían comenzado a atacar las localidades aledañas. En esos momentos, se estaba en la negociación con el príncipe local mientras se establecía el dominio de una sede de la aún incipiente organización. Por su parte, lejos de sus compañeros por 4 años desde su ingreso a la organización, Nícolas, Masao y Eowyn, Ian se había quedado en Salem junto a Gustavo, Benjamin Thibault y otros pocos agentes novatos y unos pocos veteranos, haciendo de "planta" provisoria mientras la calma volvía a la localidad. En el trayecto habían conocido a un diminuto grupo de enfermeras voluntarias, dentro de las cuales Ian no había podido no notar a una silenciosa y solitaria especialista en hierbas a quién había conocido con el nombre de Amaranta Baldir.

—¿Qué vas a hacer con todo esto? —preguntó finalmente Ian alzando ahora algo amorfo y de color amarillento... ¿Era un especie de raíz o algo semejante?

—¿No tienes algo mejor qué hacer, niño? —respondió Amaranta girándose hacia él y quitándole aquella raíz de jengibre.

—No soy un niño —rumió Ian cruzándose de brazos, vio a su interlocutora sonreír de medio lado al tiempo que cogía además el canastillo entre sus brazos—. ¡De verdad no soy un niño!

—¿Lo dice aquel que aún ni siquiera se afeita? —rio Amaranta enderezándose y, tras acomodarse la falda de su vestido negro, comenzar a andar por la orilla de la rivera.

—Mi ausencia de pilosidad facial no significa que sea un niño —alegó Ian saliendo tras ella—. Si lo comparas con los humanos tendría 18 y la edad suficiente como para casarme.

—¿Es eso una especie de proposición?

Ian aguantó la respiración al notar que ella clavaba sus ojos penetrantes en los suyos, a los pocos segundos sintió que sus mejillas entraban en calor, por suerte, ya sea ignorante de su reacción o solidaria frente a eso, Amaranta desvió la mirada volviéndose a concentrar en el sendero que seguía el curso del Naumkeag, y siguieron caminando uno al lado del otro hasta llegar a una pequeña bifurcación del río, en ese lugar Amaranta se detuvo y alzó la mirada hacia el horizonte, fijándose en el avanzado atardecer.

—Será una noche fresca... Quizás sea un estofado.

—¿Eh?

Ella le miró de soslayo.

—Preguntaste para qué era todo esto, es para preparar una cena.

—¿Para el hospital?

—No —sonrió ella—. Para el lugar en donde trabajo.

—¿Puedo ir a probar tu comida?

—No, no puedes.

—¿Por qué no?

La legión del Caos (Temporada 4) [Eldarya]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora