Capítulo 10: La oportunidad.

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"El que no sabe gozar de la ventura cuando le viene, no debe quejarse si se pasa".

Miguel de Cervantes.

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Robert Laurence Jewelers – (miércoles 11 – 10:00 a.m.):

Había sido una verdadera carrera contra ellos mismos, tras haberse peleado, gritado y pasado nuevas noches sin dormir mientras montaban guardia contra aquellas dos barras de oro, al final, logrando ponerse de acuerdo, la tía Adele y sus dos hijos, se encaminaron hacia una de las grandes tiendas de joyas y compra y venta de metales preciosos, en ese momento, los tres apoyados contra el mesón de vidrio, tenían los ojos expectantes sobre esos dorados objetos, mientras el dueño, con el monóculo en su ojo izquierdo, les miraba atentamente por turnos.

—¿De dónde sacó esto? —preguntó el hombre.

—¿Por qué nos pregunta eso...? —tartamudeó Adele.

—¿Eh...?

—Si va a comprarlo, cómprelo, sino no importa.

Candence asintió al mismo tiempo que Pita, soltando una carcajada nerviosa, el dueño apuntó las barras con sus manos enguantadas.

—Es que es de tan buena calidad —sonrió el hombre.

Los tres clientes sonrieron aliviados y se reclinaron en las sillas.

—Me los han estado pasando de generación en generación, es mi herencia —sonrió la mijer acomodándose el cabello.

—¿Qué le pasó a tu cara? —preguntó entonces el hombre mirando a Candence la cual mostraba un morado en el pómulo derecho.

—Recibí una paliza de mi mamá —respondió en el acto la chica—. Eso es caro, ¿verdad? Así que denos un montón de dinero.

—No le pegó suficiente... —replicó Pita mientras que Adele, mascullando maldiciones, les dio unos codazos a ambos.

El dueño de la tienda les miró atento mientras discutían en voz baja, cuando aquellos se dieron cuenta de que estaban siendo observados, forzaron una sonrisa amistosa.

—Solo un momento —dijo entonces el hombre mostrando también una sonrisa amistosa—. Denme unos segundos, estos lingotes son tan valiosos así que necesito el equipo adecuado para inspeccionarlos.

El hombre se dio la media vuelta y entró a una habitación trasera, quedándose solos, Adela alzó la cartera y les dio un par de golpes a sus hijos... ¡¿Cómo es que no podían quedarse callados?! Los muchachos protestaron por unos segundos más hasta que, frustrados, se quedaron quietos en sus sillas, unos segundos después Adele se acomodó una vez más en la banca y enfocó los ojos en los lingotes de un kilo... Y era maravilloso, estaban a un paso de ser ricos...

¡Maravilloso un carajo! 15 minutos después los tres estaban sentados en un lugar completamente diferentes, el detective ante ellos en la comisaria del barrio Capitol Hill, había sido bastante claro en lo que les había dicho respecto a esos tesoros.

—¡¿Cómo es que son robados?! —gritó finalmente la tía Adele tras salir de su estupor—. ¡Le dije muchas veces que eran de mi sobrina! ¡Las tomé de su cajón!

—Eso es robar, mamá... —le dijo Pita.

—¡Cállate, desgraciado! —gritó la mujer dándole un golpe en la cabeza—. Eres un co—conspirador también, ¡eras el más emocionado! ¡Fue este desgraciado!

La legión del Caos (Temporada 4) [Eldarya]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora