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—Los contrarios son muy pequeños-
Hikari soltó una pequeña risa ante el comentario de Kunimi, asintiendo en su dirección para dar a entender que tenia razon. Ese muchacho de cabello naranja con quien hablaron en el pasillo a unos minutos de empezar, ahora era su oponente. Eran solo seis jugadores, con habilidades sin preparación, y no existía coordinación entre ellos. Pero ella no podía evitar pensar que tenían un punto mucho mas importante que todo eso.
Buenas relaciones entre sus compañeros.
—Nosotros podemos-
Algo que ellos no poseían.
—Are...—Hikari dijo al aire —Tal vez los subestimaron demasiado.
El entrenador le dio una pequeña mirada sin atreverse a responder. Sabia que ella tenia razón con lo que decía. Así como también noto que Sakurada realmente admiraba la pasión de ese chico. Probablemente porque le recordaba a ella cuando recién comenzó. La misma forma en la que al pelirrojo parecía costarle, ella también lo padeció.
Hikari no nació siendo una especialista en el volleyball. Todo lo que hacia y sabia era porque no dejo de practicar ni por un segundo. Porque siempre dejo de lado los errores y continuo un poco mas para poder ganar. No podía negar que al principio le costaba recibir los balones, no importa de donde vinieran. Así también como no podía saltar alto o sus golpes eran muy suaves.
Pero eso jamás la detuvo.
Y ciertamente Yuta tampoco.
Todo se lo debía a su hermano mayor, quien fue el culpable de introducirla a ese deporte una tarde de verano. Agradeció no seguir sus quejas y aceptar jugar con él cuando la invito, o esa seria otra historia muy diferente. Al principio pensó en rechazarlo y volver a ver dibujos en la comodidad de la sala.
Ahora agradecía que Sakurada Yuta necesitara de alguien que lo ayudara a practicar sus tiros. Que la obligara a correr cada tarde para ganar energía. Que hizo de armador para que pueda practicar su fuerza. Que jugó con ella más partidos de uno contra uno de los que podía contar. Ese muchacho era como su mayor fan porque tenía tanta fe en ella que parecía irreal. Pero eso, o más bien por él, logró que llegara a donde estaba.
Hikari le debía todo.
—¡Shoyo-kun!-
Hikari volvió a la realidad cuando el chico de cabello naranja -ahora con nombre- saltaba más alto de lo que una vez pensó. Y aunque los miembros de Kitagawa lo bloquearon, cualquiera podía notar que tenía potencial.
—Eso fue bastante bueno-
La chica dijo mientras dejaba su toalla a un lado, tomando un sorbo de agua más largo que el anterior, y pensando seriamente en pedir la integración a la cancha de nuevo. No podía dejar que perdieran porque odiaba cuando eso sucedía.
