Vinimos diez a la Tierra.
Tenemos el mismo aspecto que ustedes. Hablamos igual que ustedes. Vivimos entre ustedes.
Pero no somos como ustedes.
Podemos hacer cosas que solo puedes imaginar. Tenemos poderes con los que solo pueden soñar. Somos más fue...
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Al llegar el día lunes, intento esconderme a toda costa de los chicos y Kira. Son los únicos que saben mi secreto ahora, y me siento fatal por ocultarle todo esto a Marcus, pero mi deseo de quedarme es mucho más grande. Solo espero que Scott cumpla con su palabra y no le diga al resto de su manada, quien soy yo realmente. Por otro lado, ignoro a Stiles pues no estoy lista para enfrentarlo después de revelarle que sigo enamorada de él. Compartimos algunas clases, pero no le doy ni siquiera la oportunidad de acercarse pues apenas suena la campana, tomo mis cosas rápidamente y salgo de la escuela.
Me he enterado de que su papá está en el hospital; quiero consolarle, pero mi vergüenza es mayor. Me encuentro en la biblioteca, uno de los lugares donde paso la mayor parte de mi tiempo libre. Hay maquinas libres, y a cambio de algunas monedas, la bibliotecaria siempre es muy amable de dejarme imprimir mis tareas aquí. Se llama Gertrudis, tiene 69 años, y vive sola, tiene dos gatos siameses y ha vivido toda su vida en Beacon Hills; algún tiempo estuvo casada, pero su marido murió hace veinte años. A menudo le traigo galletas hechas por Marcus como agradecimiento por ser tan buena persona conmigo. Como es el caso de hoy, que apenas he terminado las tareas que me han dejado en la escuela y las he enviado a imprimir, me he puesto a platicar con Gertrudis, quien tiene su cabello largo y blanco como la nieve, amarrado en un moño, usa un vestido azul de puntos blancos y sus gafas con una correa alrededor del cuello. Su cabina de la biblioteca es redonda y se abre de una puerta de lado sobre el escritorio de madera que la rodea, debajo hay una mesa más pequeña donde llega a sellar los libros, entre otras cosas; las impresoras y fotocopiadoras se encuentras a los lados de la barra. Me he puesto a platicar con Gertrudis sobre mis últimos días, modificando los hechos anormales claramente.
- Ay, mi niña. Los jóvenes de hoy en día se preocupan demasiado -dice Gertrudis dulcemente. Sus ojos azules se ven pequeños debido al pasar de los años y las arrugas, pero me imagino que en su época debió ser una mujer elegante y demasiado bella- Pero ¡qué digo yo! -comienza a reír tomándose del estómago, sus risas a pesar de ser profundas se escuchan desgastadas- Yo a tu edad a pesar de tener mis novillos por ahí, tenía que preocuparme más por no quedar como una mujer soltera toda mi vida ¡Y mírame! Mi dulce niña, los tiempos de ahora han cambiado tanto... Mi consejo es, no te preocupes por ese chico. Hay demasiado en el mundo y sobre todo para una muchachilla tan bonita como tú. No te apures ¡Tienes toda una vida por delante! Si ese chico es para ti, el tiempo lo dirá
- El problema es ese -murmuro tan bajo de forma que no me escuche- No sé cuánto tiempo me quede...
- ¡Esos vándalos! -gruñe Gertrudis mirando sobre mi hombro- ¡Ahora verán!
Discretamente volteo y veo como hay un par de adolescentes viendo obscenidades desde el computador de la escuela. Gertrudis, se levanta de su asiento del otro lado de su cabina dejando sus galletas sobre el escritorio y se encamina hacia los chicos a un paso tan veloz que me sorprende pese a sus edad y problemas de salud que me ha comentado en nuestras platicas. Estoy por ir a ayudarle, pero veo como la impresora se empieza a volver loca. Comienza a sacar pilas de hojas. Me apresuro hacia la puertilla para adentrarme a la cabina, sobre el suelo hay un montón de hojas desparramarse y comienzan a apilarse más y más a cada segundo. Busco el enchufe de la impresora, que encuentro debajo de la barra y la desconecto. Cuando me levanto veo como Gertrudis les está dando de manazos al par de jóvenes, rio por la escena. Con más calma, comienzo a recoger cada una de las hojas, pero algo me llama la atención dentro de ellas. Hay varios nombres con números continuándoles, algunos con 3 u 8, o algunos compuestos de dos cifras y tachados. Debajo se encuentran códigos computacionales que no logro comprender en su totalidad. Dentro de la lista veo algunos nombres que reconozco, pero son el de Liam y el de Malia los que me sorprenden más.
