Vinimos diez a la Tierra.
Tenemos el mismo aspecto que ustedes. Hablamos igual que ustedes. Vivimos entre ustedes.
Pero no somos como ustedes.
Podemos hacer cosas que solo puedes imaginar. Tenemos poderes con los que solo pueden soñar. Somos más fue...
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STILES
Recuerdo perfectamente el día en que conocí a Alysa White. Era un día soleado, el último día antes de que terminaran las vacaciones de verano, mi padre estaba de descanso y decidimos salir a comer como usualmente acostumbrábamos. Recuerdo bien que ese día no había insistido a mi padre en comer saludable... cosa curiosa porque yo siempre hago todo lo posible para que coma cosas más sanas, pero llámenlo obra del destino porque ese día tenía un gran antojo de rosquillas y fui con él al puesto del parque central de Beacon Hills.
- ¿Piensan Scott y tú entrar nuevamente al equipo de lacrosse? -me preguntó mi papá
Asentí repetidamente a medio mordisco de mi rosquilla. Era bien sabido por Melissa (la madre de mi mejor amigo Scott) y mi padre, que ambos éramos peor que pésimos jugando lacrosse, pero no entendían porque aun no desistíamos de jugar. Pero ellos no entendían que en secundaria era necesario si no querías formar parte del grupo de los rechazados al cual estábamos Scott y yo a tan solo un paso. La mayoría del equipo nos consideraba perdedores, pero con solo el hecho de pertenecer al equipo aunque no fuera uno titular se le concedía el derecho de formar parte del grupo social, es decir: Ir a las fiestas y conseguir chicas.
- Scott cree que será titular este año, practicó mucho -le aseguré
- Mmmm, ¿y tú has practicado? -me preguntó
- Si, un poco... -dije nervioso
Yo jamás lo hice por gusto al deporte, odio el ejercicio aunque me gusta el beisbol más que nada; si seguía en el equipo era para poder ver a Lydia Martin, mi primer amor de colegio y obviamente un imposible. Scott lo hacía por las chicas, claro, pero... más lo hacía porque amaba el lacrosse. Tenía el sueño y la seguridad de algún día ser titular aunque la verdad es que nadie lo creía posible por su asma, aun así jamás lo desanimé con ello.
- Jamás entenderé porque aún siguen haciéndolo -murmuró él como un lamento
Terminé mi comida y me dispuse a tirar los desechables en el bote de basura cuando escuché la música. Una increíble sonata que jamás había escuchado en toda mi vida. Sabía que existía la música clásica, varios psicologos me recomendaron escucharla para controlar mi tdah en mis horas de estudios, pero la verdad es que me dormía a los dos minutos de escucharla y jamás estudiaba realmente. Me desquiciaba esa músico, pero ese día... la armonía del chelo flotaba en el aire haciéndolo sentir más brillante, se mecía en el aire y provocó en mi un estremecimiento.
