Vinimos diez a la Tierra.
Tenemos el mismo aspecto que ustedes. Hablamos igual que ustedes. Vivimos entre ustedes.
Pero no somos como ustedes.
Podemos hacer cosas que solo puedes imaginar. Tenemos poderes con los que solo pueden soñar. Somos más fue...
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DIEZ
Cinco y yo corremos a la habitación de Marina cuando Ocho nos alerta de una emergencia con la más pequeña de la guardia. Ella está echada en la cama, totalmente destapada y rígida como una tabla de madera. Cierra los ojos con fuerza. Tal vez lo más espeluznante sea ese hilito de sangre que se le escapa por la comisura de los labios. Se ha mordido lo bastante fuerte como para sangrar. Marina está arrodillada junto a la cama, limpiándole la sangre de la cara con un pañuelo. No para de susurrar el nombre de Ella, una y otra vez, tratando de despertarla, pero el miembro más joven de la Guardia no mueve ni un solo músculo del cuerpo, salvo las manos, con las que agarra las sábanas con fuerza. Los demás ya se encuentran en la habitación, los últimos en llegar son Sam y Seis a quienes ha teletransportado Ocho.
- ¿Cuánto tiempo hace que ella está así? -pregunta Malcolm
- No lo sé -dice Marina, visiblemente asustada- Ha ido a acostarse antes que yo; me ha dicho que estaba cansada por el entrenamiento. Luego me la he encontrado así, y ya no ha habido modo de despertarla
Miro alrededor, sin saber muy bien lo que debería hacer. Diría que los demás comparten conmigo ese mismo sentimiento. Están todos allí: algunos han acudido a la habitación; otros están plantados en el pasillo, delante de la puerta, con una mirada incierta en los ojos. Cinco al darse cuenta de ello, me toma de la mano.
- ¿No le había pasado nunca? -le pregunta Sam a Marina
- Tú estuviste aquí cuando tuvo el peor episodio, cuando gritó de ese modo -le responde- Hasta ahora siempre se había despertado
- Esto no me gusta nada -refunfuña Nueve desde la puerta
Bernie Kosar y Beagle parecen estar de acuerdo con él: se han echado a los pies de la cama y olisquean el aire como perros guardianes que han encontrado un rastro sospechoso.
- Está sudando mucho -advierte Marina
- ¿Tiene fiebre? -pregunta John
- Nunca ocurrió nada de esto durante mis visiones -observa Ocho- ¿Y en las suyas, chicos?
John, Nueve y yo negamos con la cabeza. Marina saca una toalla del cajón de la mesilla de noche y empieza a secarle la frente a Ella, pero le tiemblan mucho las manos; tanto, que Sarah acaba remplazándola mientras le dice con tono cariñoso:
- Dame, ya lo hago yo
Marina se aleja de la cama y Ocho la coge del brazo y le acaricia la espalda. Ella se apoya en él, agradecida.
- ¿Creen que deberíamos tratar de curarla? -pregunta Seis- ¿O tal vez usar una de las piedras sanadoras?
- No hay nada que curar -responde John- Al menos nada que podamos ver. Y lo de usar la piedra... ¿Quién sabe lo que podría pasar? ¿Y si le empeora el dolor o algo así?
