metro

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Narra Kazutora

Estaciono frente la plaza que dijo a la Akemi, me tiene sicoseao con eso de querer hablar.

Lo único que tengo claro es que no volveremos, es terca y no cambiará de opinión tan rápido.

— Hola —saludo mientras me acerco a la banca donde está sentada— ¿qué sucede?

— Nada solo... —mira una bolso que trae— dejaste ropa en mi casa y pensé en devolvertela porque no creo que andes todos los días con lo mismo po —acerca el bolso.

— Ah, gracias —digo con tono decepción— espera, ¿la lavaste? —reviso y todo tiene olor rico.

— Sí, es que habían cosas que usé y no te las podía entregar así —explica y asiento— bueno, eso era, me voy.

Se pone de pie pero no se va altiro, se queda frente a mi mirandome. Me mira triste, algo quiere decirme pero no se atreve.

Cuando se da vuelta, me da un impulso y la agarro del brazo volteandola y la acerco a mi, quedando cuerpo a cuerpo. Solo me mira, esperando que haga algo más.

No se mueve ni hace ademán de irse, me mira directo a los ojos, no hay palabras, solo nos quedamos así durante varios largos segundos.

— Te quiero caleta.

Es lo único que logro decir antes de besarla careraja. Me relajo cuando sigue el beso y pasa sus brazos por mi cuello, acercándome más a ella. Mis brazos van a su cintura y la apego más a mi, no quiero que esto termine.

Sus manos juegan con mi pelo, cuesta respirar pero poco me importa si estamos así, que me ahogue si quiere.

Entre el beso siento lágrimas caer de su cara, la agarro y me separo mientras le limpio las lágrimas, no entiendo porqué está llorando.

— ¿Qué pasó? —le seco la cara— Akemi dime.

— Te quiero mucho, pero no puedo confiar en ti otra vez —llora más fuerte. Se me apreta el pecho al escucharla— de verdad lo siento.

— Tranquila —la abrazo— el cagazo fue mío, no te pido que confíes en mi, tampoco lo intentes porque te haces daño.

Me abraza como más fuerza. Soy tan sacowea y me arrepiento tanto de no decirle, tuve mis razones pero debí hacerlo igual.

[...]

Narra Akemi

Tengo que comprar unas cositas en el centro, así que tomo el metro y le doy turbo al asunto.

Todas las viejas velociraptors corren pa agarrar asientos en el vagón, parece que se fueran a matar solo por sentarse. Mientras me quedo de pie y me afirmo de los fierros, solo son cinco estaciones.

— Ay disculpe mijita —dice un caballero que se afirmó de mi brazo porque casi se cayó.

— No se preocupe —le sonrio y asiente, yendose a otra parte del vagón.

El metro avanza dos estaciones y pa mi suerte avisan por parlante que se quedará detenido unos minutos por problemas en unas estaciones más adelante.

Wow, que entretenido.

La espera es larga y se me cruza el pensamiento de irme caminando, pero de la nada me empiezo a sentir mareada. Me afirmo más fuerte mientras le echo la culpa al no haber desayunado.

La vista se me vuelve muy borrosa, siento mis piernas fallar y cada segundo me siento más débil.

No sé cómo, ni cuando ni quién me ayuda a salir del metro y me sientan en el piso, escucho muchos murmullos y uno que otro grito que no logro distinguir bien.

prestame un lápiz [TR chilensis] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora