Capitulo 5.

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Bia.

Al llegar a la base militar rusa, un intenso dolor en mi entrepierna me acompañaba, pero una sonrisa se dibujó en mi rostro al rememorar la extraordinaria noche que había vivido. Al entrar, noté que toda mi tropa ya estaba presente, habiendo llegado antes de lo previsto, lo cual me tomó por sorpresa.

Al acercarme, fruncí el ceño al ver que todos me observaban, intentando contener las sonrisas, y fue entonces cuando Valentina se acercó rápidamente a mí.

—¿Coronel, dónde ha estado? —me inquirió Valentina con curiosidad.

—No necesito niñeras, estoy a salvo y viva —respondí con firmeza.

—¿Estás enamorada o qué? —preguntó David entre risas.

—Soy el amor de mi vida. Sé que las carreras, los hombres y el amor son solo distracciones; para alcanzar lo que deseo, no necesito más que lo que ya poseo dentro de mí: mi inteligencia, belleza y el deseo de conquistar el mundo.

—Eso es lo más sensato que he escuchado —comentó Valentina con una sonrisa—. Ojalá pudiera pensar como usted, Coronel.

—Para eso, debes atravesar mucho sufrimiento; ahora, vámonos —respondí con un tono frío y hostil.

Me daria una ducha y me preparé con esmero, eligiendo mi atuendo negro antes de dirigirme al baño que se encontraba en la planta de mi habitación, ignorando las miradas atónitas de mis compañeros al verme correr desnuda hacia el baño.

Tras una ducha revitalizante, me vestí de manera sencilla, luciendo mi traje ajustado y con el cabello perfectamente peinado. Salí de la habitación mientras repasaba en mi mente la conversación que tendría con el General de la base rusa.

Me dirigí a la oficina del General en la base militar rusa. El General Boris me observó y, con la mano derecha, llevó los dedos juntos hacia su sien en un gesto de saludo, aunque nunca me incliné ante nadie.

—Coronel Bia Wilson Jones, igual de implacable que su padre —bromeó mientras me ofrecía su mano.

—General Boris, espero que me informe sobre la misión —respondí, mirándolo a los ojos—, el Ministro me indicó que usted me proporcionaría la información, dado que es confidencial.

—Así es, traiga a sus soldados —dijo, manteniendo su mirada fija en mí—. Nos encontraremos en la sala, los esperaré en diez minutos.

Salí sin pronunciar palabra, encontrándome con los chicos en una pelea infantil. En contraste, Valentina y la Sargento Mia conversaban despreocupadamente, como si nada estuviera sucediendo.

Me sorprendió ver a la Sargento Mia interactuar con una nueva; ella tiene el cabello corto, piel muy clara, ojos verdes casi azules y cabello castaño que roza el rubio. Es la sargento más malhumorada, áspera y gruñona, a diferencia de su hermano Luis Maola, quien es todo lo contrario y un gran hombre.

—Dejen de jugar y coloquen sus traseros en esta sala. Ahora —ordenó con firmeza.

—Bia —saludó Max James.

—Coronel Wilson —corrigió.

—Mi Coronel, la seguiremos —afirmó Luis Maola.

—Está bien, vámonos —les informé—. No quiero que se muestren débiles ante Boris; aunque son de bajo rango, no son marionetas rusas.

—Sí, mi coronel —respondió la sargento Mia.

Caminamos rápidamente y llegamos a la sala, donde encontramos únicamente a Boris, quien estaba sentado con una expresión hostil. Mis soldados realizaron un saludo militar, me dejaron a un lado y aguardaron mis instrucciones para tomar asiento.

—Parece que ha entrenado bien a sus hombres —comentó Boris con un tono burlón.

—Así es, no deseo personal ineficaz —respondí con un suspiro—. Puede continuar y explicarnos por qué estamos aquí.

—Identifique a su padre —contestó con una sonrisa ladeada.

—El Ministro Wilson, para usted.

—Espero que no surjan problemas. Necesito que se infiltren en una fiesta de la mafia rusa donde estará su líder, Vladimir Volkova, un individuo del que no poseemos ni una sola imagen. Es un personaje enigmático, pero estoy seguro de que, al verlo, lo reconocerán. —Boris se mueve inquieto de un lado a otro—. No podrán ingresar a la fiesta con teléfonos, lo que complica la situación; confío en que, siendo profesionales, no dependerán de ellos. Fuera del evento, habrá un grupo de mis hombres listos para actuar en caso de que surja algún inconveniente. Quiero que me proporcionen información sobre la fiesta: nombres, fechas y, si es posible, la captura del capo de la mafia rusa italiana, que sería un gran logro.

—Como usted ordene, General —respondió Luis Maola con firmeza.

—Pueden retirarse —dijo de manera concisa.

Todos inclinaron la cabeza, pero algo me inquietó y me llenó de furia.

—Primero que nada, mírese y míreme; el hecho de que tenga un rango superior no le da derecho a menospreciarme, y esa escasa información no es de mi agrado. Prefiero que las cosas sean claras, así que —gruñí mientras lo miraba fijamente—. ¡¿No hay más detalles?! ¿Quiénes más lo están buscando? Necesito más datos, mi trabajo es asegurarme de que todo salga perfecto. Si usted es un incompetente, debió haberme avisado para que pudiera investigar, pedazo de imbécil.

—Mi Coronel, cálmese —sugirió Mia al acercarse a mí.

—Tienes agallas, eso me agrada. Sin embargo, lamentablemente no tengo más información —respondió el General Boris con tono serio.

—Inservibles, hombres inservibles —gruñí con desdén—. Me voy.

Salí de allí furiosa, sintiendo unas manos en mi cintura. —Cariño, cálmate —sugirió el Teniente James con suavidad.

—No soy tu cariño, así que supéralo, ya no estamos juntos —respondí con desdén—. No somos unos niños, así que deja de actuar como un idiota y aléjate de mi vista.

—Bia, tranquilízate —intervino David, intentando calmar la situación.

—Déjenme sola, necesito investigar —respondí con determinación.

Me dirigí a la sala de computación; tengo habilidades en este ámbito, ya que estudié Psicología, me especialicé en Criminalística y varios idiomas. Me frustra que se tomen las cosas a la ligera. Para alcanzar el éxito, es necesario esforzarse al máximo. Ingrese su nombre en la base de datos, pero no aparece nada, todo está completamente vacío. Lo único que logro encontrar es una foto borrosa, pero solo se ve su espalda.

—¡Maldita sea! —exclamé, llena de furia.

—Mi coronel —se acercó a Valentina.

—¿Qué ocurre? —pregunté, sorprendida.

—El General Boris ha indicado que la misión ha sido programada —anunció con entusiasmo—. Debemos ir a la sala tres para cambiarnos de imagen.

Conmocionada, abrí los ojos de par en par y fruncí el ceño con desagrado, levantando la mirada hacia ella.

—Gracias, puedes retirarte.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Ya lo estás haciendo.

—¿Por qué me odia? —inquirió con una expresión triste.

—Valentina, no te odio —aclaré—. Lo que no deseo es que experimentes lo mismo que yo.

—¿Fue tan terrible? —preguntó, sintiéndose culpable.

—Horrible —susurré—, pero puedes irte tranquila.

—¿Todo está bien? —preguntó con seguridad.

—No te odio, simplemente tengo un carácter fuerte —respondí, esbozando una sonrisa.

—Gracias, espero que en el futuro podamos ser amigas.

La coronel y el capo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora