Capitulo 16.

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Vladimir.

Quedé completamente cautivado mientras ella descendía por las escaleras, sus rizos rojizos caían desordenadamente, pero de una forma que realzaba su belleza, enmarcando su rostro de manera perfecta. Era como una diosa, un ángel que parecía haber sido esculpido por las manos de la creación misma. La forma en que se movía, con una gracia innata, hacía que todo a su alrededor se desvaneciera, dejando solo su presencia radiante en el centro de mi atención.

A lo largo de mi vida, siempre he sido una persona reservada, alguien que no comparte sus pensamientos ni sus experiencias con los demás. Mis asuntos personales han sido siempre un misterio, y mis relaciones, un tema tabú. Sin embargo, con ella, todo fluía de manera natural, como si nuestras almas estuvieran conectadas de una forma que nunca había experimentado antes. Hablar con ella era como abrir una puerta a un mundo donde la vulnerabilidad no era un signo de debilidad, sino una forma de fortaleza.

La vi descender las escaleras, y su belleza era deslumbrante; el vestido rojo que llevaba se ajustaba a su figura de manera impecable. Era una prenda hecha a medida, un regalo que había llegado desde París en un tiempo récord, solo para ella. Desde su cabello hasta la punta de sus pies, irradiaba una belleza que me hacía sentir insignificante, como si su luz pudiera redimir incluso a la persona más perdida. Sin embargo, en su mirada había un destello de enojo y tristeza que no podía ignorar. A su lado, mi hermana menor, Anna, sonreía de manera despreocupada y me guiñaba un ojo, lo que contrastaba con la tensión palpable en el ambiente.

—¿No te parece que me quedó espectacular? —pregunta Anna, llena de orgullo por su trabajo.

—No es para tanto —respondo, encogiendo los hombros.

—¡Qué te den, idiota!

Intento contener una sonrisa y me acerco a ella, conectando nuestras miradas mientras coloco mi mano en su cintura, atrayéndola hacia mí. El cuerpo de Bia se tensa al acariciar su piel expuesta, pero mis caricias son breves, ya que ella me aparta de golpe.

—Eres increíblemente hermosa —susurro en su oído.

—Lo sé.

Mi atención se dirige nuevamente a mi hermana menor, que está tecleando en su móvil con una gran sonrisa, luego lo lleva a su oído, sonriendo mientras habla por teléfono, concentrada y emocionada.

—¿Qué sucede, Anna? —pregunto.

—¡Mi árabe dijo que te pedirá mi mano! —grita emocionada.

—Ver para creer, no te ilusiones.

—Deja de ser tan idiota —protesta Bia, defendiendo a mi hermana.

Bia se acerca a Anna, ambas sonríen y comienzan a murmurar cosas entre ellas, luego se abrazan emocionadas; al menos las cuñadas parecen llevarse mejor.

—Es hora de irnos —anunció.

Salimos de la mansión y nos encontramos con un automóvil negro al que nos dirigimos, acompañado de mi amigo de confianza. Sasha nos recibió con una sonrisa mientras abría la puerta para nosotros. Junto a Bia, nos subimos al vehículo y comenzamos un trayecto que duró unos veinte minutos, el cual transcurrió en silencio y rapidez.

A lo largo del camino, Bia apretaba mi mano con fuerza, y no podía evitar sonreír ante su expresión de intriga, miedo y preocupación. Al acercarnos al bosque, la atmósfera se tornó inquietante y Bia nos miró con creciente ansiedad.

—¡Aquí es la fiesta, esto no parece una fiesta! —exclamó aterrorizada— ¡Me van a matar!" gritó Bia, saltando de su asiento.

—Cálmate, cuñada —respondió Anna, dejando escapar una sonrisa.

La coronel y el capo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora