Capitulo 17.

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Bia.

Tras la celebración que tuvimos, regresamos a la mansión del despreciable Vladimir. No puedo evitar admitir que me divertí, aunque entre ellos había una mezcla de personas que, a simple vista, parecían normales, pero en realidad eran asesinos y malvados. La desconfianza me invadía, ya que no podía fiarme de ellos en absoluto. Sin embargo, en mi interior, estaba maquinando un plan para escapar de este lugar. No puedo quedarme aquí, hay quienes dependen de mí; mi familia, mis amigos y mis colegas. No sacrificaré todo por un amor efímero, no lo haré, porque los hombres son transitorios y, al final del día, lo que queda es la soledad.

Media hora después de darme una ducha y ponerme una cómoda pijama de satín, me dirijo a la habitación donde me arreglo. Todo a mi alrededor brillaba con el lujo y el poder que emanan de esta mansión. Mis pensamientos son interrumpidos por el sonido de la puerta al abrirse, y veo entrar a Vladimir, quien lleva puestos unos shorts de pijama de seda y no tiene camiseta. Su cabello negro, aún húmedo, y sus hoyuelos encantadores me distraen momentáneamente. "Necesitaba un par de nuevas bragas", dice, rompiendo el silencio y llevándome de vuelta a la realidad de esta situación tan compleja.

—Vamos a nuestra habitación —ordena en un susurro. Con reticencia, desvío la mirada de la suya.

«Maldita sea, él no tiene derecho a darme órdenes».

—Lo siento —murmuró, apretando los dientes para mantener la calma.

—Está perdonada, como escuchaste, vamos a nuestra habitación —insiste Vladimir con un tono serio.

—No voy a dormir contigo —respondo de manera cortante. Él resopla en respuesta.

—No es la primera vez, Bia.

Después de unos quince minutos, finalmente accedí, y él me tomó de la mano para llevarme a la tercera planta, donde había una única habitación que suponía era enorme, privada e impresionante. Al entrar, me quedé sin palabras; todo era hermoso y desmesurado, del tamaño de mi departamento. Un elegante sofá negro de cuero, una cama perfecta en tonos negros y grises, un gran armario y una puerta blanca que deduje era el baño. La habitación era sumamente elegante, de estilo victoriano.

El idiota tiene buen gusto.

—¿Te gusta? —pregunta con una sonrisa ladeada.

—Me encanta.

Se acerca, toma mi mano derecha y me lleva a la cama, donde me hace sentar a su lado. Instintivamente, lo miro con molestia y él sonríe.

—Te tengo un regalo.

—¿Qué tipo de regalo? —preguntó en voz baja, esforzándome por ocultar los temblores que recorren mi cuerpo.

Vladimir, con una calma inquietante, saca del bolsillo una caja negra y la abre con una lentitud que acelera mi respiración; dentro se encuentra el anillo más hermoso que he visto: de oro, con una esmeralda en forma de corazón en el centro. Me muestra las letras grabadas que dicen "Familia". Este momento es indescriptible, el anillo y su significado me llenan de nervios, nunca antes había recibido un regalo tan valioso de un hombre.

—Este anillo perteneció a mi bisabuela, luego a mi abuela y finalmente a mi madre —me dice con una sonrisa—. Te lo doy como símbolo de que eres la reina de la mafia; quiero que lo tengas y que se lo des a nuestra hija cuando tengamos una.

Me quedo sin palabras, incapaz de aceptar algo tan significativo, ya que no puedo imaginar un futuro con él que incluya hijos.

—No... no puedo aceptarlo —balbuceo, evitando su mirada. Sin embargo, él toma mi muñeca y coloca el anillo en mi dedo con rapidez.

La coronel y el capo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora