Capitulo 19.

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Bia.

En las últimas semanas, he estado reflexionando constantemente sobre la relación que tengo con Vladimir. Su forma de tratarme es digna de una reina, aunque su celosía se ha vuelto evidente, llegando incluso a considerar despedir a Sasha, su mejor amigo y confidente. La conexión que tengo con él es intensa, y su sonrisa me hace sentir una mezcla de alegría y confusión, ya que se ha convertido en una figura casi importante en mi vida.

A pesar de la incertidumbre que me rodea y de las preguntas que me hago sobre mi lugar en esta situación, quiero atesorar en mi memoria la imagen de este hombre que ha traído una luz inesperada a mis días. Aunque me resulta difícil aceptar que vivir con él ha sido una de las experiencias más hermosas que he tenido en años, no puedo evitar cuestionar por qué no busco una salida. La complejidad de mis sentimientos me mantiene en un estado de reflexión constante, atrapada entre la felicidad y la duda.

—¿Te emociona la boda? —me preguntó, sacándome de mis pensamientos.

—Sí —respondí brevemente.

—Sabes lo que deseo —susurra con una sonrisa.

—Ah.

Se acerca a mi oído. —Quiero tenerte y abrirte las piernas.

—Qué directo —respondo, sorprendida.

—¿Prefieres que te mienta? —dijo, levantando una ceja.

—Nunca, detesto las mentiras y la traición —respondí con seriedad.

—Parece que tenemos algo en común —sonríe—, me alegra que coincidamos más que solo en lo físico.

—¿Qué es lo que buscas? —pregunto—. Sé claro, por favor.

—Tienes poder sobre mí —dice el hombre de ojos azules mientras me observa intensamente.

—Es un alivio saber que tengo al demonio bajo mi control.

—Necesitamos conversar —afirma, manteniendo su mirada fija en mí.

—Ya es demasiado tarde para eso —respondo, chasqueando la lengua—. ¿No lo crees?

—Maldita sea, Bia —contesta—. Estoy tratando de reparar el daño que causé.

—Ajá.

—¿Te gustaría una explicación? —pregunto—. La razón por la que te traje aquí.

—¡Déjame ir, tengo una vida, maldita sea! —exclamó, visiblemente alterada.

—Ya lo hice —me responde, mirándome—, no fue lo que esperaba—y comienza a acercarse más.

—¿Por qué me haces esto? —pregunto—. Eres un egoísta, tengo familia, amigos y un trabajo.

—¿No lo comprendes? —insiste, acercándose—. ¡Quiero que tu corazón lata por mí!

—Vlad...

—Deseo conocer tu esencia, anhelo que me enseñes a amar —exclamó—. Llámame en cualquier momento y estaré allí de inmediato. Tienes el poder sobre mí, Bia; todo lo que valoro está en tus manos. Eres la única que me hace sentir.

—¡Maldita sea! —gritó—. Nunca expreso mis emociones.

—No me importa, si pierdo la razón, ya estoy condenado —dijo con desesperación.

Las lágrimas brotan de mis ojos, esto es demasiado complicado para mí. Debo decidir entre seguir a mi corazón o a mi mente.

—Estoy enamorada de ti, aunque me cause dolor —confesé—. ¡Tú no sobrevivirías sin mí! —grité—, no me mires, no quiero que lo hagas.

La coronel y el capo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora