Bia.
La sensación es como si un martillo hubiera impactado directamente en mi cabeza, provocando un dolor insoportable que se irradia por todo mi ser. La incomodidad en mi espalda es intensa, y cada intento de abrir los ojos se convierte en un verdadero desafío, ya que una punzada aguda recorre mi cráneo, dificultando cualquier movimiento. La combinación de estos síntomas me deja en un estado de vulnerabilidad extrema, donde el simple acto de intentar despertar se transforma en una experiencia tortuosa.
En mi mente, se agolpan imágenes de una tormenta, un grito desgarrador, un disparo y el rostro de mi yo adolescente, a los quince años. Estos recuerdos, cargados de dolor y sufrimiento, parecen perseguir sin tregua, como sombras que se niegan a desvanecerse. A pesar de la angustia que me provocan, intento recomponerme, aferrándome a la idea de que puedo fingir que todo ha sido un mal sueño, que nada de esto ha sucedido realmente.
Mis ojos permanecen cerrados, incapaces de abrirse, mientras siento mis labios inflamados y mis costillas doloridas, resultado de las patadas que me han propinado los soldados al servicio de mi padre. La humillación y el desprecio se han manifestado en forma de insultos y escupitajos, dejándome en un estado de degradación profunda. Cada palabra hiriente resuena en mi mente, recordándome la crueldad de aquellos que deberían protegerme, y me encuentro atrapado en un ciclo de dolor y desamparo que parece no tener fin.
Me han sometido a un constante menosprecio, exigiendo cuentas por acciones de las que soy plenamente responsable. Hoy es el día quince de esta experiencia desgastante, y estoy convencida de que la locura se cierne sobre mí. No tengo un registro exacto de cuántas veces he sido agredida, golpeada o incluso dejada en un estado de inconsciencia. A pesar de todo, he mantenido mi firmeza; no he cedido a la súplica ni he implorado clemencia. Las lágrimas han inundado mi rostro, pero las he apartado con una mezcla de rabia y determinación.
Su objetivo parece ser el de humillarme, buscando que experimente un sufrimiento que les brinde satisfacción al demostrar que han logrado quebrantarme. Desean ver a la Coronel en una posición de súplica, anhelan que yo clame por su ayuda. Sin embargo, esa no será mi respuesta. Mi fortaleza proviene de mis raíces y de mi familia, que son inquebrantables. Este sufrimiento es solo un recordatorio de la ingenuidad que me llevó a esta situación, mientras mis dientes castañean en un intento de mantenerme erguida contra la pared.
Hoy, mi única ingesta ha sido un simple trozo de pan, y el hambre me consume, dejando mi estómago en un estado de agonía. Intento desviar mi atención del sonido ensordecedor de mi estómago rugiendo, enfocándome en los hematomas que adornan mi piel, tanto nuevos como viejos. Sin embargo, mis pensamientos son abruptamente interrumpidos por el chirrido de la puerta al abrirse. Dos hombres al servicio de mi padre se acercan a mí, sus rostros iluminados por sonrisas burlonas, mientras me lanzan una lluvia de insultos, escupiendo su desprecio en cada palabra.
—Hoy será un día interesante —comentó el rubio—. Levántala, la llevaremos a conocer a sus vecinos.
El pelinegro se acercó y, con un tirón, me levantó, haciendo que mis labios se apretaran en una línea delgada por el dolor que sentía en todo el cuerpo. Me arrastró a una sala repleta de personas con camisas de fuerza, completamente vestidas de blanco, y me lanzó al interior.
El pánico me invadió al reconocer a esos individuos y la razón de sus camisas. El sonido de unos zapatos chirriando en el suelo me hizo levantar la vista y vi al ministro.
—Denle la bienvenida a mi hija —dijo sonriendo—. Tienen todo el derecho de desquitar su ira con ella.
De repente, todos comenzaron a acercarse y, antes de que pudiera ponerme de pie, empezaron a golpearme con fuerza. No eran uno o dos, sino muchos, y el dolor en mi cabeza se intensificó. Tomé aire por la boca mientras la oscuridad se acercaba. Mis costillas se comprimían, mis extremidades temblaban y todo mi cuerpo ardía.
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La coronel y el capo.
RandomMi nombre es Bia Wilson y yo no perdonó, ciertas situaciones involucradas con mi trabajo en el FBI me llevan a conocerlo, al Capo de la mafia rusa italiana, al hombre que roba mi corazón. Vladimir Volkova, lo cual me lleva a tomar la decisión de dej...