Capitulo 34.

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Bia Wilson.

Días después de descubrir que el ministro estaba involucrado con la mafia, empecé a cuestionar muchas cosas. Me di cuenta de que las personas que menos sospechaba podrían ser los verdaderos antagonistas de esta historia. La revelación sobre su conexión con el crimen organizado me llevó a replantear mis percepciones sobre la moralidad y la integridad de aquellos que ocupan posiciones de poder. La figura del ministro, que siempre había sido vista como un modelo a seguir, se desmoronó ante mis ojos, revelando un lado oscuro que jamás hubiera imaginado.

La maldad que ahora percibo en él supera cualquier expectativa que pudiera haber tenido. La traición de alguien que parecía ser intachable, como Randall Wilson, me dejó atónita. La idea de que un hombre en una posición tan elevada, como el ministro del FMM, pudiera haber estado involucrado en actividades tan nefastas como el control de la Bratva, es un golpe devastador. Este descubrimiento no solo afecta mi percepción de él, sino que también me hace cuestionar la confianza que he depositado en las figuras de autoridad a lo largo de mi vida.

Mis reflexiones se ven interrumpidas por la inquietud de Valentina, quien parece darse cuenta de que la estoy observando. Su nerviosismo me hace pensar que ella también podría estar lidiando con sus propios secretos y preocupaciones. La atmósfera se vuelve tensa, y me pregunto si ella está al tanto de la verdad que he descubierto. Este momento de conexión silenciosa entre nosotras resuena con la incertidumbre que ambos enfrentamos, y me pregunto si compartimos el mismo temor sobre las revelaciones que están por venir.

—¿Qué ocurre? —preguntó Valentina con cautela.

—Siento que algo no va bien.

—No te expongas, Bia.

—No te preocupes.

Escuché pasos y pronto apareció el General Pambelé, vestido de militar y cargando dos maletas. ¿No estaba de vacaciones? Mis presentimientos negativos suelen hacerse realidad.

—Coronel Bia Wilson —anunció, y mis amigos intercambiaron miradas.

—Señor, a sus órdenes, General —respondí con firmeza.

—Es momento de una nueva misión —declaró, y todos lo observaron atentamente.

—Lo que usted ordene, mi general —contesté.

—¿Estarás sola en esto? ¿Crees que podrás manejarlo? —preguntó.

—Sí, mi señor, soy la tormenta y lo superaré todo —afirmó.

***

Me encontraba completamente preparada y ansiosa, ya que mi apariencia era un aspecto que valoraba enormemente. Miré detenidamente mi reflejo en el espejo; el nuevo uniforme negro que llevaba puesto me quedaba excepcionalmente bien. Con cuidado, guardé mis armas y, para finalizar, me coloqué un chaleco antibalas que me brindaba la seguridad necesaria para enfrentar lo que estaba por venir.

Comencé a caminar hacia la oficina del General Pambelé, pero de repente un estruendo ensordecedor resonó en el ambiente, alertando no solo a mí, sino a todos los presentes. El sonido era penetrante y perturbador, y no podía permitirme quedarme allí paralizada como si no supiera qué hacer. Así que, con determinación, empecé a correr en busca de una cara familiar que pudiera ofrecerme alguna orientación o apoyo en medio de la confusión.

A medida que avanzaba, la adrenalina corría por mis venas, impulsándome a actuar con rapidez. La situación se tornaba cada vez más caótica, y la necesidad de encontrar a alguien de confianza se hacía más urgente. Sabía que en momentos como este, la colaboración y la comunicación eran esenciales para enfrentar cualquier desafío que se presentará.

La coronel y el capo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora