Bia.
Al abrir los ojos, me encontré sumida en una oscuridad total. Miré a mi alrededor y, para mi sorpresa, no tenía la más mínima idea de dónde me encontraba. Estaba recostada en una cama de gran tamaño, iluminada tenuemente por una luz que no lograba identificar. Un intenso dolor de cabeza me invadía y una sensación de náusea me recorría el estómago. En mi mente resonaban preguntas confusas: "¿Qué ha sucedido? ¿En qué lugar estoy?". Intenté incorporarme, pero mi cuerpo parecía estar atrapado en un peso abrumador.
Era como si cada parte de mí estuviera anclada a la cama, y ni siquiera mi cabeza podía despegarse de la almohada. La fatiga me envolvía, y en un intento por escapar de la incomodidad, cerré los ojos nuevamente, dejándome llevar por el sueño una vez más. La sensación de desasosiego me acompañó mientras caía en un profundo letargo, sin saber cuánto tiempo había pasado.
Al despertar de nuevo, la confusión me envolvía. No tenía idea de cuánto tiempo había estado dormida, pero la desorientación era palpable. Un dolor punzante en las sienes me golpeó con fuerza, como si un ladrillo hubiera caído sobre mi cabeza. Intenté moverme, quejándome en el proceso, y aunque la incomodidad persistía, logré sentarme al borde de la cama. Me tomé un momento para recuperar la compostura, esperando que la mareó se disipara y pudiera entender mejor la situación en la que me encontraba.
Al abrir los ojos, noté la presencia de una pequeña lámpara de noche situada al lado de la cama. En el instante en que la luz iluminó el espacio, me di cuenta de que me encontraba en un entorno sumamente elegante y completamente ajeno a mí. La decoración era opulenta, con marcos de ventanas que se alzaban majestuosamente, adornados con intrincados detalles que reflejaban un estilo sofisticado.
Frente a la imponente cama, unas puertas conducían a un balcón que ofrecía una vista impresionante de un jardín que parecía sacado de un cuento de hadas. La atmósfera de la habitación era fría y, a la vez, elegante, evocando una esencia muy rusa. Al acercarme a una de las ventanas, no pude resistir la tentación de salir al balcón, donde el aire fresco me envolvió, pero la belleza del paisaje me dejó sin aliento, a pesar del frío que se hacía presente.
Regresé a la habitación, que ahora se sentía aún más oscura y sombría, con tonos de negro y gris que dominaban el ambiente. La confusión y el enojo comenzaron a apoderarse de mí, acompañados de un punzante dolor de cabeza que me aturdía. Intenté calmarme, respirando profundamente para organizar mis pensamientos. Al final, decidí correr hacia la puerta principal, que para mi sorpresa estaba abierta. Salí disparada de la habitación, atravesando la mansión a gran velocidad, hasta que me encontré con unas escaleras negras que descendí sin pensarlo. Al llegar al primer piso, mis ojos se posaron en unas magníficas puertas de vidrio que ofrecían una vista de un bosque encantador, pero antes de poder acercarme, unos brazos fuertes me detuvieron abruptamente.
—Me alegra que ya no sigas dormida, amore.
Reconocía esa voz y su distintivo acento ruso-italiano. Al abrir los ojos, me encontré con una mirada fría y feroz. Frente a mí estaba el hombre que complicaba mis pensamientos, vestido con un traje negro y una camisa oscura con el cuello desabrochado.
—¿Qué hago aquí? ¿Con qué derecho me retienes? —exclamó.
—Deja de gritar.
—¡Suéltame, maldito! —gritó mientras luchaba por liberarse.
Él me dio un suave beso en el cuello y me giró lentamente. A pesar de todo, logré zafarme de su agarre y, llena de furia, le propinó un bofetón que hizo que su cabeza se moviera ligeramente. Cuando volvió a mirarme, sus ojos ardían con poder y dominio, y una sonrisa se dibujó en sus labios.
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La coronel y el capo.
RandomMi nombre es Bia Wilson y yo no perdonó, ciertas situaciones involucradas con mi trabajo en el FBI me llevan a conocerlo, al Capo de la mafia rusa italiana, al hombre que roba mi corazón. Vladimir Volkova, lo cual me lleva a tomar la decisión de dej...