Capitulo 31.

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Igor Volkova.

Después de haber dejado atrás una escena de devastación y de despedirme de mi hermano y su esposa, me sorprendió el notable crecimiento de Vladimir. Había encontrado a una mujer que no solo era fuerte, sino también bondadosa, lo que me hacía cuestionar cómo una persona de su calibre podía estar al lado de alguien como mi hermano. Intenté sacudir esos pensamientos de mi mente mientras observaba la imponente casa que se alzaba frente a mí, custodiada por varios hombres que, al notar mi presencia, bajaron la mirada en señal de respeto.

Al ingresar a la casa, mis ojos se posaron en una mujer de cabello dorado, piel clara y labios de un suave tono rosa. Ella estaba absorta en la lectura de un libro en el sofá, y cuando levantó la vista, nuestros ojos se encontraron. Sus hermosos ojos azules se abrieron de par en par, y el libro que sostenía se deslizó de sus manos, cayendo al suelo con un suave golpe.

De manera repentina, se levantó del sofá, mostrando una expresión de horror en su rostro. A pesar de su evidente sorpresa, no intentó detenerme cuando me acerqué; en cambio, comenzó a golpearme el pecho con sus pequeñas manos, manifestando su enojo y dolor. En ese momento, comprendí su reacción; estaba herida y molesta, y podía sentir la intensidad de sus emociones resonando en el aire entre nosotros.

—¿Igor? —preguntó.

—Amor de mi vida.

Estaba seguro de que estaba a punto de recibir un beso o un abrazo, pero en su lugar, me propina un fuerte golpe que me deja aturdido.

—¡Cómo pudiste dejarme sola tantos años! —grité, con lágrimas en los ojos.

—Mi copo de nieve, te he extrañado mucho —confesé mientras la abrazaba, sin importar sus objeciones.

—¡Eres un tonto, no te acerques!

—Por favor, Rose...

—No me vengas con tus súplicas —masculló.

—Mi copo, ya he perdido a mi Sol, no puedo perderte a ti.

—No involucres a Sol en esto —gruñó mientras señalaba—. Maldita sea, tus ojos, ¿qué te hiciste? Pareces un animal —sollozó, evitando mi mirada.

—Creí que te alegraría verme.

—Me alegra —susurró—. ¡Pero me dejaste, preferiste la venganza antes que a tu esposa y a tu hijo! —gritó.

¿Hijo? ¿Qué hijo?

—¿De qué hablas? —pregunté.

—El día que te fuiste, descubrí que estaba embarazada —susurró—. Ni siquiera Vladimir lo sabe, nos dejaste solos.

—¿Dónde está? —pregunte—. Quiero verlo.

—Está dormido, pero debes creerme, mi hijo no formará parte de su imperio criminal —me advierte, mirándome fijamente—, él será un niño común, vivirá feliz y sin mancharse las manos de sangre.

—Rose...

—¿Lo comprendes? —pregunta, frunciendo el ceño.

—Lo comprendo, amor, permíteme verlo.

Subimos las escaleras y nos dirigimos hacia la segunda planta. Al llegar, noté una puerta de un vibrante color azul que Rose abrió con cuidado. Al entrar, me sorprendió la habitación iluminada, decorada con una variedad de dinosaurios que adornaban las paredes en forma de carteles, fotografías y pegatinas. No obstante, lo que realmente captó mi atención fue un pequeño niño que yacía dormido en un rincón. Su boca estaba ligeramente abierta y su cabello, desordenado, era rizado y de un tono castaño oscuro.

La coronel y el capo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora