Vladimir.
Tras un periodo prolongado de planificación meticulosa, hoy se llevaría a cabo el rescate de mi primo y sobrino. Era el momento adecuado, ya que los militares, en este instante, probablemente habían bajado la guardia. Sin embargo, lo que no anticipaban era que en el seno de la organización había diez infiltrados dispuestos a actuar. Este día se presentaba como la oportunidad perfecta, ya que la mayoría de los miembros de la organización se encontraría en un juicio, lo que significaba que mi única posibilidad de éxito estaba al alcance. Si no lograba sacarlos de allí antes de que fueran trasladados a la prisión, sería imposible rescatarlos en el futuro.
Todos mis hombres estaban listos y a mi disposición, esperando mis órdenes. Nos encontrábamos en las afueras, con un helicóptero preparado para despegar y tres vehículos listos para la acción, todos ansiosos por recibir la señal que marcaría el inicio de nuestra misión. La tensión en el aire era palpable, y cada segundo que pasaba aumentaba la urgencia de actuar. Sabía que el tiempo era un factor crítico, y cualquier retraso podría comprometer el éxito de nuestra operación.
Mi mirada se centraba en el Ministro Randall Wilson, quien se reía con desprecio mientras observaba cómo mis familiares eran llevados a la fuerza. La indignación me invadía al ver las marcas de golpes y moratones en sus cuerpos; habían sido brutalmente maltratados por esos malditos. En ese momento, una pregunta inquietante cruzó mi mente: ¿dónde estaba Bia Wilson Jones? Su presencia era crucial en este momento, y su ausencia me preocupaba profundamente. La situación se tornaba cada vez más crítica, y sabía que debía actuar con rapidez y determinación.
—Señor —Sasha habla desesperado.
Levanto mi mano derecha para que se calle y sonrió. —Calmado aún no.
Un grupo de vehículos blindados se detiene en fila, claramente pertenecientes al FBI. De uno de ellos desciende Julieth, luciendo un elegante vestido negro y unas gafas que ocultan sus ojos. Mi atención se centra en el hombre que la acompaña, Eros Wilson Jones, el hermano mayor de Bia. Ambos se encuentran con las manos entrelazadas, y en un momento, ella le susurra algo relacionado con su vientre. La reacción de Eros es inmediata; da un salto de sorpresa y la envuelve en un abrazo cálido.
La pregunta que surge en mi mente es inevitable: ¿Está embarazada? Una oleada de alegría inunda mi corazón, a pesar de que me encuentro en un lugar de destierro y con sentimientos de rencor hacia ella. Sin embargo, no puedo evitar sentirme feliz por su posible maternidad. Desde siempre, su mayor deseo ha sido convertirse en madre, anhelando que su hijo crezca rodeado del amor de un hombre que realmente la valore y respete.
En ese instante, una nueva camioneta se aproxima y de ella desciende una figura familiar: Cleo Wilson Jones, la hermana menor de Bia. Mi sorpresa se convierte en asombro al reconocer al hombre que había salido del departamento de Bia el día en que la secuestré. La escena que se desarrolla ante mis ojos es impactante; ambos se besan con ternura, y no puedo evitar sentirme en estado de shock. Cleo, aún en su adolescencia, parece mucho más joven, mientras que él aparenta ser considerablemente mayor. A pesar de que tengo treinta años y Bia solo veintidós, la diferencia de edad entre Cleo y su pareja me deja perplejo. En lugar de dirigirse hacia el interior, deciden alejarse en otra dirección, lejos de este lugar.
—Si es necesario hacer daño a alguien, háganlo —ordenó mientras miraba a mis hombres—. No toquen a Julieth Ivanov, está embarazada.
Todos asienten a mi instrucción.
Veinte minutos después, mi equipo comienza a entrar al lugar, acompañándome. Mis hombres lanzan bombas de gas, llevamos máscaras, lo que será de gran ayuda. Todos se agachan y me acerco al ver a mi primo y sobrino de pie; Sasha me alcanza y juntos los llevamos con nosotros.
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La coronel y el capo.
RandomMi nombre es Bia Wilson y yo no perdonó, ciertas situaciones involucradas con mi trabajo en el FBI me llevan a conocerlo, al Capo de la mafia rusa italiana, al hombre que roba mi corazón. Vladimir Volkova, lo cual me lleva a tomar la decisión de dej...