Capitulo 40.

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Bia.

Miro a mi alrededor, estoy en la sala de entrenamientos y para mi gran suerte, llegaron nuevos a la base militar. Mi momento favorito del año, estaba mucho más emocionada de lo normal, era un momento que me causaba mucha paz y felicidad. Amaba demasiado mi trabajo y amaba aún más recibir a nuevos soldados; formarlos y educarlos.

Era mi momento de motivarlos y asustarlos un poco.

Sin embargó, toda mi atención va a una mujer de cabello negro, largo y bonito. Tiene un cuerpo de modelo y está cubierto de tatuajes. No obstante, su mirada y cuerpo evidentemente están nerviosos.

Me acerco a ella y tomo el portafolio a su lado, es su historial. Con curiosidad, lo ojeó y de inmediato mi piel se pone de gallina. Mis ojos se cristalizan y mis piernas tiemblan, la mujer que esta aquí, junto a mi. Es la hermana menor de mi difunto mejor amigo.

—Apunte —ordenó.

¿No le gusta disparar? ¿No le gustan las armas? Veo sus manos temblando, así que me acercó y arreglo el ángulo del arma.

—Esta distancia —marcó. Después muevo sus dedos de forma dolorosa para dar con la postura que quiero antes de apartarme.

—¡Ahora dispare! —gritó—. ¡Dispara!

Observo sus gestos, ella tiene muchas intenciones de llorar y maldigo. Aquí vamos de nuevo.

—Soldado Topas. ¿!Sabe al menos el significado de "apuntar"!? —Gritó.

—Es la primera vez que utilizó un arma.

—Cariño —sonrío con dureza—, todos lo hemos notado. ¡No pareces una Topas!

Julieth se acerca a mi dirección y niega con disgusto, ella sabía perfectamente que me estaba sobrepasando. Sin embargó, en este momento me sentía muy alterada.

—¡Bia, estás siendo muy dura! —gritó Julieth, interviniendo.

—Dispare —le ordenó, ignorando a mi amiga.

Ella tiembla y dispara mal luego empieza a sollozar. —Lo siento, mi Coronel.

—No llores, levántate y mírame, me encargaré de que tú seas la mejor. Así me toque pasar todo mi embarazo a tu lado —informó molesta—. ¿Me has entendido? ¿Es esto todo lo que rendiste? —pregunto molesta.

Vuelve a apuntar y vuelve a disparar. Ninguna diferencia.

—No pareces llevar el apellido Topas —gruño—. Tus padres y hermano, fueron unos grandes generales y mírate una incompetente.

—¡No meta a mi familia en esto! —me grita enojada.

—¿Le dije que podía dejar de disparar? —grito.

—Quiero qué se terminen las balas de una vez —grita disparando—, así que disparare una y otra vez.

—Nunca había visto a nadie desperdiciar balas como tú —gruñó—. Entendiendo, por qué preferías ser modelo y no militar.

Ella me observa con mucha nostalgia en su rostro, definitivamente la estaba pasando mal y sin sus contactos, dinero, poder y padre no estaría aquí

—Terminamos por hoy —informó—. ¡Vayan a descansar!

Todos los soldados y superiores comienzan a retirarse, no sin antes despedirse de mí formalmente. Miro a mi lado a la señorita Topas con intenciones de retirarse y me cruzó de brazos.

—Usted se queda —aviso ceñuda.

—La clase ha terminado —me contesta nerviosa.

—La clase terminará cuando tu dispares en la cabeza del objetivo —musito apuntando el objeto—. Deja de ser inútil y haz algo bien.

—¿Cree que no estoy haciendo mi mayor esfuerzo? —cuestionó con lágrimas bajando de sus ojos.

—Desde que llegaste me has demostrado debilidad, necesito que te concentres y le des un disparo al muñeco —gruño—. ¡Ahora!

A continuación, pasaron quince minutos y porfía le disparó al objetivo. Después de mil intentos malos.

—¡Lo logre! —chilla entusiasta.

—Muchas felicidades, soldado —Aplaude Valentina—. Está haciéndolo muy bien.

—Muchas gracias que amable —Respondió sonrojada.

¿Acaso está nerviosa de Valentina?

—Si quieres podemos ir a comer algo —dice Valentina sonriendome—. No le des mucha atención a Bia, es una amargada.

—En efecto, me encantaría salir con usted.

—Necesito tu información primero —intervengo a su evidente coqueteo.

—Mi nombre es Fernanda Topaz, tengo 23 años —menciona mirándome a los ojos—. Estoy especializándome en lo mismo que mi hermano mayor.

—Entiendo —me limito a responder.

—Antes de continuar, ¿dónde está mi sobrina?

—Para estar llena de tatuajes y parecer una delincuente, eres muy cobarde —informó encogiendo mis hombros—. En cuanto a mi Luz, está con su niñera Sofia y su primito Leon.

—Está bien, víbora —mencionó Fernanda.

Deja vu.

—Voy a ignorar el hecho de que me dijiste víbora —comentó enojada—. En quince minutos, todos en el salón de reuniones —hablé fuerte y todos me miraron.

Camino junto a mis soldados a la sala de entrenamiento principal, la cual está repleta de militares y el Ministro nos espera con una mirada neutra y hostil.

—Quiero saber todo lo que sabes, todo —recalque—, quiero saber que paso exactamente en Italia —hable y él asintió marchándose.

—Tú nunca paras de sorprender, eres la primera persona que conozco que dé órdenes al Ministro —Dice Valentina y escuchó un sonido afirmativo por parte del equipo.

—Quiero mapas, información y todo lo que sabemos del grupo terrorista, incluyendo escondites, un mapa del país entero y cuando tengamos la reunión quiero a los capturados, los interrogare a todos —le hablé a mi pelotón y ellos asintieron mientras se iban.

Observó a mi alrededor, todos me miran con orgullo, ánimo, ejemplo y me observan en silencio esperando mis indicaciones.

—¡Quiero que me digan que están conmigo! —Gritó.

—Si, mi Coronel —Responden al unísono.

—Quiero que entrenen duro día y noche, quiero gente de servicio en mis equipos —informo—. ¿Entendido?

Todos los presentes asienten y continúan entrenando, me alejo del lugar acercándome a la enfermería donde me encuentro con mi madre.

—¿Cariño qué es lo que pasa? —mi madre preguntó y yo la miré.

—Es un día algo aturdido, hay un nuevo grupo terrorista Italiano por lo que escuche están matando y haciendo trata blanca sin piedad —informó cansada—, aparte hoy vi a la hermana de Cooper, creó que fui muy dura con ella.

—Amor, podrás liderar la misión desde aquí junto a Valentina. Lo harán increíble —dice mamá besando mi frente—, recuerda que ella no es Cooper, es solo una niña desorientada, no seas tan dura.

—¿Por qué siempre sabes que decir? —indago sonriendo

—Porque soy tu madre —contestó.

—¿Qué pasó con el árabe? —Pregunto curiosa.

—El... el me pidió matrimonio —susurro—. Comentó que es el destino, sin embargó cariño, no se que hacer.

—Mamá, sigue a tu corazón.

—Lo estoy haciendo —susurro—. Me ha hecho saber que ganará mi corazón y hoy me envió unas joyas hermosas.

—¿Dime madre, así quien no se enamora?

La coronel y el capo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora