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Jungkook

Era de noche, la luna brillaba llena en lo alto del cielo, iluminando casi como si fuese de día, y las estrellas tintineaban en sus sitios con envidia a la deslumbrante luz que ella emanaba. Aunque estas últimas apenas eran visibles por las molestas luces de la ciudad, que opacaban la belleza de la noche.

No había voces, todo se sumía en un absoluto silencio que nadie se permitía interrumpir, los sonidos de los motores de los coches que transitaban por allí casi emitían un sonido tímido.

El reloj marcaba casi las cinco de la madrugada era una noche ciertamente hermosa para serla en una ciudad tan ruidosa y lumínica, pero yo, tendido de forma diagonal sobre el desorden de las mantas, con los brazos y piernas extendidas cual estrella de mar sobre una roca, y con la mirada clavada más allá del cristal de la ventana, no la percibía exactamente así.

La habitación era tenuemente iluminada, mi vista acostumbrada ya a la oscuridad que allí reinaba, examinaba el cuarto de vez en cuando.

Mi cuarto.

Todo seguía igual que la última vez que había pisado aquella casa, incluso los muebles habían acumulado una fina capa de polvo, como si nadie se hubiera interesado en limpiar si quiera. Observó los objetos bien ordenados: el reloj de noche, cuya pantalla brillaba mostrando la hora a una esquina del escritorio, en el mismo en el que había un par de montones de libros apilados por tamaños y varios bolígrafos desperdigados. También la lámpara desenchufada, cuyo cable colgaba del borde de la mesa y pendía inmóvil en el aire. Su armario de dos puertas, una de ellas no se cerraba del todo, por lo desgastado y oxidado de las bisagras. Un conjunto de calcetines con un estampado de ositos bastante ridículo colgaban del respaldo de la silla de ruedas giratorias, incluso ese par de converse de un color amarillo pastel con los cordones a medio salir de los agujeros, tiradas en una esquina descuidadamente.

Era como una sigilosa pesadilla estar allí de nuevo, y, ahora, viéndolo bien, me daba cuenta de que aquella habitación era la más fría e impersonal en la que había dormido nunca: aún siendo que era la mía.

Lo único que compartía con aquellas cuatro paredes era un pacto de silencio que prometía esconder del resto del mundo mis más lamentables llantos y más duros sentimientos.

Y ahora la historia sucedía de nuevo.

Sentía como un dèjá vu de las miles de circunstancias iguales que había tenido que vivir antes, casi era una sensación familiar sentir la forma en la que los muelles de aquel viejo colchón se clavaban en mi espalda. Las sábanas eran frías y la luz de la luna ahora no era reconfortante. Perder la vista en el techo blanco del lugar era como perderme en mí mismo...

Y una vez más, allí estaba: con el cuerpo contraído en hipidos y las lágrimas brillando sobre mis mejillas entre las penumbras. Tengo la sensación de que la luna brilla tan intensamente por querer consolarme.

Yo divagaba en los recuerdos recopilados y atesorados en mi cabeza de los últimos meses, que ahora parecían más una película que alguna vez vi y anhelé sentir como propia. No podía dormir, no podía hacerlo sin sentir el cuerpo de Taehyung entre mis brazos. Lo sentía tristemente lejano y pensar en los besos, caricias y susurros que compartíamos juntos antes de dormir no hacen más que incrementar mi insomnio y lágrimas.

Parecía un bonito sueño que yo había moldeado, que rocé con la punta de los dedos y quise creer realidad, pero una vez lo tuve entre mis manos, se me fue arrebatado cruelmente.

Ahora lo único que mis brazos abrazaban era una almohada húmeda que más que ayudarme, acallaba mis lloriqueos lastimeros.

Pensaba, pensaba con intensidad, hasta que mi cabeza dolía.

Desde Mis Ojos (Kooktae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora