Capítulo 2. Los barquitos de la discordia

714 84 6
                                    

−Lucía, por vigésima quinta vez, que te tomes el jarabe ¡no seas cabezota! −dijo Manolita intentando llevar la cuchara llena de medicina a la boca de su hija.

−Mamiiiii, guaffggh, es que sabe horrible −respondió haciendo el exagerado gesto de vomitar. 

−Eso a mí no me vale Lucía, hay que tomarlo y punto −regañó Manolita totalmente frustrada e impaciente.

Desde la noche anterior, María había entrado ala habitación de sus padres para avisar que su hermana gemela tenía fiebre y desdeese instante, Manolita estuvo pendiente de Lucía, lo que llevó a la pobre mujer, a uninevitable desvelo. 

A la mañana siguiente, Lucía ya se sentía conlas fuerzas suficientes para protestar para evitar tomar la medicina, convencerla, se había convertido para Manolita, en un episodio dignode supervivientes.

−¿Pero por qué tanto grito? −preguntó Marcelino asomándose a la habitación de las gemelas. −que van a despertar a toda la peña.

−Marce que esta niña no se quiere tomar el jarabe, llevo aquí dos horas intentando que se tome su medicina, pero ha sido prácticamente, imposible − resopló la agotada madre.

−Mi amor, ve a dormir, yo me hago cargo.

−Ay, Marce ¿Estás seguro? 

−Que sí Manuela, que sí, a dormir, anda, que mañana hay que madrugar con los chavales.

Manolita se levantó dándole un beso de buenasnoches a su terca hija y luego le dio otro igual a María que estaba acostada enla cama junto a la de Lucía, la pobre también esperaba que su rebelde hermanase decidiera de una buena vez a tomar el viscoso líquido y dejara por fin,dormir.

−A ver hija, tú y yo vamos a hacer un trato, pero no vamos a decirle a mamá ¿Está bien? –le dijo el hombre −y tú, pequeña ¿Prometes guardarnos el secreto? −le preguntó a María y ella asintió desde su propia cama.

−Voy a ir a la cocina a por unos deliciosos barquillos rellenos de dulce de leche que he guardado y no le vamos a decir a nadie −dijo Marcelino con un susurro para que nadie más escuchara y sus hijas sonrieron traviesas.

−Pero tengo una condición −dijo tajantemente levantando el dedo índice.

−¿Cuál? –preguntó Lucía.

−Qué te tomes el jarabe.

−Mmm −la niña volvió a hacer un gesto de asco, pero lo pensó por unos segundos. Al final decidió que no se iba a perder de esos deliciosos barquillos por su cabezonería; la recompensa, valía la pena el sacrificio. 

Y así fue como Marcelino logró la hazaña, convenció a su hija de tomar el jarabe, y luego les entregó el tan codiciado bocadillo como recompensa, a Lucía por tomar la horrible medicina y a María, por guardar fielmente el secreto.

Al día siguiente...

−Pero ¿Cómo que se han comido diez barquitos de dulce cada una? −preguntó escandalizada Manolita y llevándose las manos a las mejillas. Las gemelas estaban tiradas cada una en su cama, retorciéndose del dolor de estómago y con algo de fiebre.

Manolita había tenido que ir a la escuela a recoger a sus hijas luego de una llamada de su maestra, ya que las niñas se encontraban enfermas para seguir en clase. María, había metido la pata hasta el fondo y terminó confesándole todo a su madre. 

−¿Qué me estás contando María? – preguntó enfadada −ahora sí Marcelino me va a oír, me va a oír − y salió rápidamente hacia la sala, en búsqueda del teléfono para llamar al bar.

Prometo amarte y esas cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora