Capítulo 62. Eres el amor de mi vida

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Era víspera de navidad y en la casa Gómez-Sanabria reinaba un ambiente de felicidad, pero también de caos. La llegada de Leonor, Jordi, Emilia y Abril, causó tal furor y revuelo; que, la emoción y alegría se sentía desde el abuelo Pelayo hasta el pequeño Lucianito. Todos y cada uno, estaban dichosos por tener a la familia reunida de nuevo.

Jordi había anunciado en la comida del fin de semana, que su familia se quedaría definitivamente en España, aunque aún no tenían claro si vivirían en Madrid o en Barcelona, donde posiblemente Leonor, trabajaría como periodista, en la misma cadena televisiva en la que estaba Alba.

Amelia sentía que estaba en la mejor época de su vida; vivía con Luisita, a quien adoraba con toda su alma, compartía tiempo con su madre, sus hermanos y sus sobrinas, además, pronto se graduaría de artes y tomaría definitivamente las riendas de la compañía de teatro. También, había vuelto a encontrarse con algunos amigos, especialmente con Fede, a quien tanto cariño y agradecimiento le tenía, por todo lo que había hecho por ella en Barcelona. 

Luisita también estaba en su mejor momento, aunque algunas veces, las jornadas en el hospital la dejaran completamente exhausta. Intentaba pasar su poco tiempo libre con Amelia, aunque eso supusiese, ver muy poco a su familia y a sus amigos. Por suerte, todos entendían el enorme sacrificio que ella hacía, para alcanzar su sueño de ser una gran cirujana cardiotorácica. Así que, estaban dispuestos a apoyarla y a entenderla. La morena, amorosa y comprensiva, como siempre, se encargaba de todo en casa y también de estar pendiente del abuelo, de los padres y de los hermanos menores de Luisita, con tal de que ella no tuviese de que preocuparse. Y no es que fuera un gran sacrificio para la morena, considerando que todos ellos, también hacían parte de su familia.

Por fin, la rubia tuvo unos días libres antes de navidad y quiso aprovechar el tiempo, para dormir y tratar de reponer fuerzas, así estar recargada para la celebración con toda la tropa. Amelia había salido con María para comprar los últimos regalos y algunas cosas que faltaban, para la decoración de nochebuena.

Luisita dormía en su habitación, mientras Julia y Lucía, le hacían compañía en el piso y jugaban en la sala con Lucianito, a quien María había dejado al cuidado de ellas dos. Las chicas estaban encantadas con él, especialmente Julia, que adoraba al pequeño desde que empezó a pasar mucho más tiempo con él. 

Después de un intenso debate interno, la rubia decidió levantarse de la cama para ir al baño. Después de vaciar su vejiga completamente, salió de allí y tomó una manta para envolverse en ella. Se puso como pudo las pantuflas y aún somnolienta, salió hacia la sala. Cuando estuvo a pocos centímetros del sofá, se dejó caer de bruces y volvió a cerrar los ojos. 

−Hola, dormilona −escuchó a Lucía.

−Hola −respondió la rubia abriendo un ojo y arrugando el entrecejo, observando a su hermana con Lucianito en brazos −. ¿Qué hora es?

−Las cuatro. 

−¡Uf! ¡He dormido muchísimo!

−Sí que estás cansada, ¿Eh? ¿Quieres comer? Julia y yo acabamos de preparar lasaña.

−¡Hum! Suena delicioso.

−Espera a probarla. ¿Puedes sostener a Lucianito? Así puedo ir a la cocina y servirla. 

−Claro. Ven aquí, pequeño príncipe −le dijo la rubia a su sobrino, levantándose del sofá y tirando la manta a un lado.

−Amelia llamó hace unos minutos −le informó Lucía −. Ha dicho que tardarán en regresar porque el tráfico está imposible.

En ese instante, Julia salió de la cocina, secándose las manos con una toalla.

−¡Por fin te has despertado, bella durmiente! ¿Qué tal has dormido?

Prometo amarte y esas cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora