Capítulo 20. Nos mudamos

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Devoción se había recuperado con mucha rapidez; el cariño, las atenciones y la constancia de los Gómez y del resto de sus amigos, habían sido la clave para ello. Caminaba aún apoyada en su bastón y con un poco de lentitud, pero en general, se desenvolvía muy bien y estaba feliz de estar trabajando en la tienda de Benigna. Estaba encargada principalmente de la caja y de hacer las cuentas, mientras que Clara atendía a los clientes y surtía los productos.

Benigna había estado hablando con Justo acerca de sus dos empleadas y juntos llegaron a la conclusión, de que quizás Eucalipto no era el sitio ideal para Devoción; ella era una mujer sofisticada y meticulosa, mientras que Clara era hiperactiva y sabía improvisar muy bien sobre la marcha. Justo Quintero necesitaba la ayuda de una asistente, el bufete estaba ganando más y más casos y el abogado necesitaba que le echaran una mano con todo el papeleo y el trabajo administrativo. Antes de contratar a alguien, decidió hablarlo con su mujer y decidieron proponerle a  Devoción que fuera la asistente del bufete, mientras Clara se quedaría trabajando en la tienda de Benigna.

Los casos nuevos y la buena reputación del bufete crecían como espuma, gracias al profesionalismo, la honestidad y la amabilidad que tenían los dos abogados, Justo y Guillermo, su socio. Ambos, se habían ganado el aprecio de la gente del barrio, quienes los buscaban con frecuencia para que les brindase asesoría o acompañamiento jurídico, en diferentes asuntos legales. El buen trabajo de los hombres fue suficiente para que se corriera la voz por todos lados, pronto empezaron a llegar casos de todas partes de Madrid. Quintero-Galán Asociados, empezaba a consolidarse como uno de los mejores bufetes de abogados del país. 

Un hombre mayor entró en la tienda de Benigna,, tomó una canastilla y enseguida fue en busca de algunos tomates. 

−Uriarte, pero qué gusto tenerte por aquí ¿Dónde te habías metido? −le preguntó Benigna. 

−Hola, mujer, ¿Qué tal? Es que he estado un poco liado con lo de la venta del piso, que al final el comprador se ha echado para atrás.  

−¿Y eso por qué?  

−Bueno, es que necesito el dinero con urgencia para poder comprar un piso que he visto en Málaga y pues, al parecer, el hombre debe esperar a que el banco le de un crédito. 

−Ya, entiendo, no puedes esperar.

−Así es. 

Uriarte era un amigo de infancia del padre de Benigna y cliente frecuente de Eucalipto. En ese instante Benigna se dio cuenta de que sería una buena oportunidad para Devoción. Ella conocía el piso porque en alguna ocasión fue invitada al cumpleaños del hijo de aquel hombre. Recordaba muy bien que era precioso, amplio y muy luminoso; que a pesar de su antigüedad, se conservaba muy bien; era perfecto para Devi y sus hijos.  El hombre estaba deseando vender rápidamente el piso para irse a vivir junto a su hijo, su nuera y sus nietecitos, que lo tenían loco de amor. Sin dudarlo, Benigna le propuso al hombre que se viera con Devoción, quien estaría muy interesada en comprar el piso y deseaba echarle un vistazo cuanto antes. 

...

−Todo parece en orden −dijo Justo Quintero leyendo los documentos.

−Entonces, ¿Cerramos el negocio? −preguntó Uriarte.

Devoción miró a Justo y luego a Benigna, tomó aire y se llenó de seguridad.

−Sí, compramos el piso−respondió.

El hombre asintió y Justo Quintero sacó una pluma de su saco para dársela a Devoción, ella tomó los documentos, los apoyó en la mesita de la sala de estar y garabateó su firma en cada una de las hojas, luego, Uriarte hizo lo mismo, firmando los documentos.

Prometo amarte y esas cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora