Capítulo 35. Madrid

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Una adolescente morena corría a toda prisa, abriendo sus brazos de par en par y con una enorme sonrisa plasmada en su rostro. Por donde quiera que pasaba, contagiaba de alegría a todos los que asombrados, la observaban pasar como un rayo.

−¡Luisitaaaaaa! −gritó la chica agitando los brazos.

La rubia se dio vuelta sonriendo, pues sabía a la perfección a quien pertenecía aquella voz aguda y juvenil.

−¡Cata! −la saludó abriendo los brazos para recibirla.

La adolescente chocó contra el pecho de la rubia y se aferró a ella, apretándola con fuerza y enterrando su cara en el hombro de la chica mayor.

−Luisi...−le susurró con emoción.

−Mi pequeña... ¡Qué feliz estoy de verte! −le dijo la rubia mientras la rodeaba con sus brazos y le dejaba un beso en el cabello.

−Te he echado tanto de menos −le dijo Cata separándose para mirarla a la cara.

−También te he echado mucho de menos −le respondió Luisita emocionada por el recibimiento − Pero, ¿Con quién has venido? −reparó al ver a su hermana sola en la estación.

−Con Manolín, Nacho y tita Margarita que están allí −dijo señalando hacia donde estaban.

−¿Y papá y mamá? −se extrañó la rubia al no verlos por ningún lado.

−Se han quedado en el restaurante, que tenían que hacer no sé qué.

−Cata, no me digas que están montando una bienvenida como las que sabemos.

−Pues...ya los conoces −se encogió de hombros, mientras la rubia ponía los ojos en blanco.

−¡Amelia! −se apresuró Catalina a saludar a la morena, cuando la vio acercarse cargando sus maletas y las de Devoción.

−¡Cata! ¡Qué alegría verte! −dijo Amelia dejando caer el equipaje en el suelo y abriendo los brazos para recibirla −. ¡Mi niña! ¡Cómo has crecido! −la soltó para verla mejor.

−Amelia, solo han pasado tres semanas, no exageres, anda −se reía la chica menor.

−Pues que sepas que has crecido un montón y también que estás muy guapa −le dijo tomándole la cara con las dos manos para observarla con detenimiento.

−Nacho, Manolín y Margarita nos están esperando, Amelia, ¿Dónde está tu madre? −preguntó la rubia con el ceño fruncido al no ver a Devoción por ningún lado.

−Me ha pedido cinco minutos más; quería despedirse de Fausto.

−¡Vaya! Tu madre ha vuelto a la adolescencia −bromeó la rubia.

−¡Tonta! ¿Te has despedido de los chicos y de Fausto?

−¡Hombre, claro!

−¡Chicas! −saludó Nacho acercándose a ellas seguido de Manolín.

−¡Nacho! −lo saludó Amelia con dos besos y luego se acercó la rubia para hacer lo mismo.

−Cuñado, qué bueno verte de nuevo, ¿Y María? −preguntó Luisita.

−Se ha quedado en el restaurante con tus padres, que a ellos lo de decorar, se les da fatal.

−Ya sabía yo que iban a darnos un recibimiento como de costumbre −dijo Luisita.

−¡Ay! ¡Mi niño! −se lanzó la morena hacia Manolín, tomándolo de las mejillas y luego plantándole un beso en la frente.

−Que no soy un niño, Amelia, soy un hombre, un hombre muy guapo −dijo engreído.

Prometo amarte y esas cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora