Capítulo 65. La inspiración

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Julia llenaba unos formatos en el área de emergencias, al tiempo que inspeccionaba el lugar, verificando que todo estuviese en orden.

−Hola, doctora, ¿Ya terminas?

−Natalia, hola. Pensé que tendrías el turno de noche −dijo al verla sin el uniforme.

−No, pedí unos días para hacer algunos trámites de mi madre. ¿Te viene bien tomar un café ahora? Necesito contarte algo.

−Hum, está bien, pero aún debo hacer algunas cosas, ¿Te importaría esperarme un rato más? −le dijo mostrándole los folios que tenía en las manos.

−Está bien, iré entonces a mi casillero a por unas cosas y luego regreso para ir a la cafetería.

−¿Aquí en el hospital? Pensé que querías salir a algún otro sitio.

−Eh, no, es que no te voy a quitar mucho tiempo, Julia. En realidad, lo que debo decirte es algo rápido.

−Bueno. En unos treinta minutos estaré libre.

−Bien. Regreso más tarde. ¿Vale?

Julia asintió y siguió llenando los formatos que aún le faltaban. Cuando terminó, entregó el reporte al médico de guardia que iniciaba el turno y finalmente entró en su oficina, para dejar su bata y recoger sus cosas.

Cuando salió, pasó de nuevo por el área de emergencias y allí encontró a Natalia, esperando a por ella.

−¿Vamos?

−Sí, vamos.

Ambas mujeres llegaron al último piso del hospital, donde quedaba una zona de descanso y una pequeña cafetería con una terraza.

−¿Qué quieres contarme? Me estás poniendo un poco nerviosa −le dijo Julia.

−Voy por algo de cafeína y enseguida te lo cuento −le respondió su amiga y enfermera.

Julia frunció el ceño y mientras Natalia se metía en el local, sacó su móvil del bolsillo para escribirle a Lucía y decirle que pasaría por el bufete más tarde, luego de hablar con su amiga.

−¿Me vas a decir de una vez qué pasa? ¿Es sobre trabajo? ¡Odio los misterios, Natalia! −dijo mientras recibía su café de manos de la pelirroja.

−¡Uy! Pero qué impaciencia; me pregunto si eres así para todo.

−No para todo −respondió la doctora con chulería.

−Habrá que preguntarle entonces a Lu.

Julia casi se quemó la lengua al ponerse nerviosa.

−¡Habla de una vez! −le ordenó.

−Bueno, está bien, pero necesitaré que uses esto −dijo la mujer, metiendo sus manos en su mochila, para sacar unos enormes binoculares.

−¿Qué es eso?

−Está claro, ¿No?

−Sí, pero, ¿Para qué los quiero? ¿Para ver lo insoportable que estás hoy?

−Mira quién lo dice. ¡Anda! ¡Tómalos y ve a asomarte al balcón! −le ordenó la pelirroja.

−¿Hum?

−¡Hazme caso, maldita sea! −le dijo Natalia perdiendo la paciencia.

−¡Uy! A ver, dame eso −le dijo tomando los binóculos y levantándose de su butaca.

Julia caminó hasta el balcón y se puso los binoculares en sus ojos para observar el panorama. Casi dio un paso hacia atrás, al ver lo que estaba ocurriendo en la acera, frente al hospital.

Prometo amarte y esas cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora